CUENTOS DE SABIDURÍA
"Cuento de la Sabiduria Oriental"
Hubo una vez un rey que llamó a los sabios de la corte para darles un encargo:
- Me estoy fabricando un precioso anillo de oro con un gran diamante. Abajo del diamante, quiero guardar algún mensaje que me ayudará a mi y a todo hombre en los momentos difíciles de la vida.
Obviamente, tiene que ser un mensaje pequeño para que quepa en el anillo.
Todos esos sabio...s eran grandes eruditos. Podrían haber escrito grandes tratados sobre cualquier tema. Así que pusieron sus mentes a trabajar.
Durante un año, pensaban y debatían. Buscaban en todos sus libros. Consultaron a otros sabios en países lejanos. Pero no podían encontrar nada. Y tuvieron que reportar su falla al rey.
Cuando reportaban esto, estaba presente un anciano sirviente de la familia real, conocido por su devoción al misticismo. Éste intervino diciendo:
- Oh, Majestad, No tengo estudios, no soy un erudito, ni un académico. Pero creo tener lo que le servirá. Y el anciano místico escribió algo en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey, diciendo:
- Pero no lo leas ahora. Mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Eran pocos sus seguidores y los perseguidores eran numerosos. Se sentía desesperado y al punto de rendirse.
De repente, se acordó del anillo. Sacó el papel y allí encontró su pequeño mensaje, lo que decía simplemente:
"Esto también pasará"
Aquellas palabras le resultaron milagrosas. Le inspiraron nueva fe y coraje. Redobló sus esfuerzos y escapó. Al fin de un año, logró reunir a sus ejércitos y reconquistó el reino.
Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital, hubo una gran celebración en el palacio con música, bailes, comida, etc. El Rey presidía las festividades desde su trono, sintiéndose muy orgulloso de sí mismo.
El anciano místico se acercó y le dijo:
- Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
- ¿Qué quieres decir? -preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso; la gente celebra mi regreso; no estoy desesperado; no me encuentro en una situación sin salida.
El anciano respondió:
- Ese mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje:
"Esto también pasará"
El anciano le dijo: - TODO PASA. Ninguna cosa y ninguna emoción son permanentes. Todo viene y va como el día y la noche. Habrá momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la vida; es la naturaleza misma de la existencia.
EL ZAPATERO FELIZ
Todavía perdura el recuerdo, en una ciudad de Europa, de un alegre zapatero. Era, probablemente, una de las personas más felices de la tierra a pesar de su gran humildad.
Un día el zapatero fue visitado por uno de sus vecinos, un banquero muy rico, que al observar la gran alegría del zapatero entre tanta miseria, no pudo dejar de preguntar:
Señor zapatero, si no es molestia, ¿podría decirme cuánto gana usted con su humilde trabajo?
Es tan poco dinero, señor, que hasta vergüenza me da decirlo, no se lo tome a mal. Pero dicho dinero me da cada día el pan de mis hijos, y a mí me basta con terminar decentemente el año, aunque tengamos que privarnos, lamentablemente, de muchas cosas. – Respondió el zapatero orgulloso.
Aquella excelente y positiva actitud dejó muy sorprendido al banquero que, poco después, dijo muy conmovido:
Señor zapatero, tome usted estas monedas de oro que le ofrezco desinteresadamente, y guárdelas con esmero para cuando las necesite de verdad.
A partir de entonces la actitud del zapatero cambió, con motivo de sentirse poseedor de una de las mayores riquezas del mundo. Aquella riqueza exigía mucho del zapatero, ya que al haber escondido bajo el suelo de su casa las monedas de oro, era incapaz de descansar y vivir con normalidad. El zapatero había enterrado sin saberlo al mismo tiempo el dinero y su alegría y buen humor, siendo desde entonces huéspedes de su casa, el miedo, la desconfianza, el insomnio y la inquietud. El menor ruido durante la noche, le hacía llenarse de temor ante un posible robo y sus consecuencias.
Hasta que un día, cansado el zapatero de su nueva vida, fue a visitar a su vecino banquero:
Oiga, amable señor; quiero devolverle todo su dinero, pues mi mayor deseo es vivir como lo hacía antes.
Y, de esta sencilla forma, el zapatero recuperó su alegría.
CÓMO NACE UN PARADIGMA
"Es más fácil desintegrar un átomo que un preconcepto"
Albert Einstein
Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una
escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar
las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el
suelo.
Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo agarraban a
palos.
Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las
bananas. Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos. La primera cosa que hizo el
nuevo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le pegaron.
Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera.
Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo.
El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato.
Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. El cuarto y, finalmente, el último de los
veteranos fue sustituido. Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos
que, aun cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que
intentase llegar a las bananas.
Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase subir la
escalera, con certeza la respuesta sería:
"No se, las cosas siempre se han hecho así, aquí..."
CONCENTRACIÓN
Después de ganar varios concursos de arquería, el joven y jactancioso campeón retó a un
maestro Zen que era reconocido por su destreza como arquero. El joven demostró una notable
técnica cuando le dio al ojo de un lejano toro en el primer intento, y luego partió esa flecha
con el segundo tiro.
"Ahí está", le dijo al viejo, "¡a ver si puedes igualar eso!".
Inmutable, el maestro no desenfundo su arco, pero invitó al joven arquero a que lo siguiera
hacia la montaña. Curioso sobre las intenciones del viejo, el campeón lo siguió hacia lo alto de
la montaña hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un frágil y tembloroso
tronco. Parado con calma en el medio del inestable y ciertamente peligroso puente, el viejo
eligió como blanco un lejano árbol, desenfundó su arco, y disparó un tiro limpio y directo.
"Ahora es tu turno", dijo mientras se paraba graciosamente en tierra firme.
Contemplando con terror el abismo aparentemente sin fondo, el joven no pudo obligarse a
subir al tronco, y menos a hacer el tiro. "Tienes mucha habilidad con el arco", dijo el maestro,
"pero tienes poca habilidad con la mente que te hace errar el tiro".
COSAS QUE NO SE RECUPERAN
Una muchacha estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto.
Como debía esperar por muchas horas, decidió comprar un libro para matar el tiempo.
También compró un paquete de galletas.
Se sentó en una poltrona en la sala VIP del aeropuerto para poder descansar y leer en paz. Al
lado de la poltrona donde estaba la bolsa de galletas, se sentó un hombre que abrió una
revista y comenzó a leer. Cuando ella tomó la primera galleta, el hombre también tomó una.
Ella se sintió indignada, pero no dijo nada. Apenas pensó: "Pero, que descarado". "Si yo
estuviese más dispuesta le daría un golpe en el ojo para que nunca más se le olvide." Cada
vez que ella tomaba una galleta, el hombre también tomaba una. Aquello la dejaba tan
indignada que no conseguía reaccionar. Cuando quedaba apenas una galleta, pensó: "ah...
¿qué será lo que este abusador va a hacer ahora?"
Entonces el hombre dividió la última galleta por la mitad, dejando la otra mitad para ella. ¡Ah!
¡Aquello era demasiado! ¡Se puso a bufar de la rabia!
Entonces cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sitio de embarque.
Cuando se sentó, confortablemente, en una poltrona, ya en el interior del avión, miró dentro
de la bolsa y para su sorpresa su paquete de galletas estaba allí... ¡todavía intacto, cerradito!
Sintió tanta vergüenza.
Sólo entonces percibió lo equivocada que estaba ¡Había olvidado que sus galletas estaban
guardadas dentro de su bolsa!
El hombre había compartido sus galletas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o
alterado, mientras que ella quedó muy trastornada, pensando que estaba compartiendo las de
ella con él. Y ya no había más tiempo para explicar... ni para pedir disculpas. ¿Cuántas veces,
en nuestras vidas, estamos comiendo las galletas de los demás y no estamos conscientes de
ello?
¡Antes de llegar a una conclusión, observa mejor! Tal vez las cosas no sean exactamente como
piensas!
No pienses lo que no sabes acerca de las personas.
"Existen" cuatro cosas en la vida que no se recuperan jamás:
- Una piedra después de haber sido lanzada.
- Una palabra, después de haber sido proferida.
- Una oportunidad, después de haberse perdido.
- El tiempo, después de haber pasado.
El buscador de la Verdad
A un visitante que a sí mismo se definía como buscador de la verdad le dijo el Maestro:
- Si lo que buscas es la Verdad, hay algo que es preciso que tengas presente por encima de todo.
- Ya lo sé, una irresistible pasión por ella … -dijo el visitante-
- No, una incesante disposición a reconocer que puedes estar equivocado …-le respondió el maestro
La Ranita Sorda
Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían que esos esfuerzos serían inútiles. Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra continuó saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo.
Las otras le preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?” La ranita les explicó que era sorda, y creía que las demás la estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco.
Tengamos cuidado con lo que decimos, pero sobre todo con lo que escuchamos.
La última palabra
El alumno preguntó:
-¿Unas últimas palabras de sabiduría que pueda transmitirnos?
El místico se quedó pensando unos instantes.
- Podran superar casi cualquier dificultad recordando dos frases.
- ¿Cuáles?
- La primera: Lo que es, es. La segunda: Lo que no es, no es.
El místico prosiguió:
- Son muchos los que malgastan su tiempo concentrándose en lo que no es, habitan en cosas que no son reales. Si algo es real, si ES, ya se trate de un sentimiento como la ira o un hecho como un descenso en las ventas, es una pérdida de tiempo desear que no lo sea. Lo que podemos hacer si algo es REAL, es ACEPTARLO tal como ES, y después decidir si queremos emplear la energía necesaria en intentar modificarlo. Una vez decidido, hay que poner toda la energía en las acciones que emprender. Esto es básicamente todo lo que hace falta para tener éxito en los negocio y en la vida.
EL PROBLEMA
Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio zen. Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo. El gran maestro reunió a todos sus discípulos para escoger a quien tendría ese honor. “Voy a presentarles un problema —dijo—. Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo”.
Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: “Este es el problema”.
Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor... ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados. Después de algunos minutos, un alumno se levantó, miró al maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el florero con determinación y lo tiró al suelo.
“Usted es el nuevo guardián —le dijo el gran maestro, y explicó—: Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos. Puede tratarse de un florero de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades.
Sólo existe una forma de lidiar con los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que cualquier conflicto llevan consigo”.
Los problemas tienen un raro efecto sobre la mayoría de nosotros: nos gusta contemplarlos, analizarlos, darles vuelta, comentarlos... Sucede con frecuencia que comparamos nuestros problemas con los de los demás y decimos: “Su problema no es nada... ¡espere a que le cuente el mío!” Se ha dado en llamar “parálisis por análisis” a este proceso de contemplación e inacción. Busca la solución!
Consejo chino
Una vez un campesino chino, pobre y muy sabio, trabajaba la tierra duramente con su hijo.
Un día el hijo le dijo: "Padre, ¡qué desgracia! Se nos ha ido el caballo."
"¿Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre, veremos lo que trae el
tiempo..."
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. "¡Padre, qué suerte! - exclamó esta vez el muchacho, nuestro caballo ha traído otro caballo."
"¿Por qué le llamas suerte? - repuso el padre, veamos qué nos trae el tiempo."
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se enfurecio y lo arrojó al suelo. E muchacho se quebró una pierna.
"Padre, qué desgracia! - exclamó ahora el muchacho - ¡Me he quebrado la pierna!"
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
"¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo!"
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que se quejaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.
La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas vueltas, y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, y lo bueno, malo. Lo mejor es esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo confiar en que todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas.
Perseverancia
La historia dice que este hombre fracasó en los negocios y cayó en bancarrota en 1831. Fue derrotado para la Legislatura de 1832.
Su prometida murió en 1835.
Sufrió un colapso nervioso en 1836.
Fue vencido en las elecciones de 1836 y en las parlamentarias de 1843,1846, 1848 y 1855.
No tuvo éxito en su aspiración a la Vicepresidencia en 1856, y en 1858 fue derrotado en las elecciones para el Senado.
Este hombre obstinado fue Abraham Lincoln, elegido presidente de Estados Unidos en 1860.
La lección es muy sencilla: sólo se fracasa cuando se deja de intentar.
Apuntar Alto
Un maestro quería enseñarles una lección especial a sus alumnos, y para ello les dio la oportunidad de escoger entre tres exámenes: uno de cincuenta preguntas, uno de cuarenta y uno de treinta. A los que escogieron el de treinta les puso una “C”, sin importar que hubieran contestado correctamente todas las preguntas.
A los que escogieron el de cuarenta les puso una “B”, aun cuando más de la mitad de las respuestas estuviera mal.
Y a los que escogieron el de cincuenta les puso una “A”,aunque se hubieran equivocado en casi todas.
Como los estudiantes no entendían nada, el maestro les explicó:
“Queridos alumnos: permítanme decirles que yo no estaba examinando sus conocimientos, sino su voluntad de apuntar a lo alto”.
Cuando te apuntamos a lo alto, estamos más cerca de nuestros sueños que si nos conformamos con pequeños objetivos.
Vivir como las flores
- Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto? Algunas personas hablan demasiado, otras son ignorantes. Algunas son indiferentes. Siento odio por aquellas que son mentirosas y sufro.
- ¡Pues, vive como las flores!, advirtió el maestro.
- Y ¿cómo es vivir como las flores?, preguntó el discípulo.
- Pon atención a esas flores -continuó el maestro, señalando unos lirios
que crecían en el jardín. Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos.
Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse...
Ejercita entonces, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera y perfuma la vida de los demás haciendo el bien.
Ésto, es vivir como las flores.
El Árbol de los Problemas
El carpintero que había contratado para que me ayudara a reparar una vieja granja acababa de finalizar su primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se había dañado, haciéndole perder una hora de trabajo, y su viejo camión se negaba a arrancar. Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente
transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso entusiasta a su esposa.
De regreso me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad
y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
“Este es mi árbol de problemas —contestó—. Sé que no puedo evitar tener problemas en el
trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis
hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa, y en la mañana los recojo otra vez. Lo divertido —dijo sonriendo— es que cuando salgo a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior”.
El Juicio
Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de asesinato. El culpable era una persona muy influyente del reino, y por eso desde el primer momento se procuró hallar un chivo expiatorio para encubrirlo. El hombre fue llevado a juicio y comprendió que tendría escasas oportunidades de escapar a la horca. El juez, aunque también estaba confabulado, se cuidó de mantener todas las apariencias de un juicio justo. Por eso le dijo al acusado: “Conociendo tu fama de hombre justo, voy a dejar tu suerte en manos de Dios: escribiré en dos papeles separados las palabras 'culpable' e 'inocente'. Tú escogerás, y será la Providencia la que decida tu destino”.
Por supuesto, el perverso funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: “Culpable”.
La víctima, aun sin conocer los detalles, se dio cuenta de que el sistema era una trampa. Cuando el juez lo conminó a toma uno de los papeles, el hombre respiró profundamente y permaneció en silencio unos segundos con los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y, con una sonrisa, tomó uno de los papeles, se lo metió a la boca y lo engulló rápidamente. Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon.
—Pero, ¿qué ha hecho? ¿Ahora cómo diablos vamos a saber el veredicto?
—Es muy sencillo —replicó el hombre—. Es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué.
Con refunfuños y una bronca muy mal disimulada, debieron liberar al acusado, y jamás volvieron a molestarlo.
“Nunca dejemos de luchar hasta el último momento. En momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.
EL ANILLO DE SAKUNTALA
Sankuntala, la amada de los pájaros, es la más delicada flor del teatro oriental. Una doncella, llena de sencillez campestre y religiosa; un joven rey cazador, hijo de la luna, y el amor luchando contra el destino. Este es el fondo del hermoso drama, escrito, no se sabe cuándo ni dónde, por el antiguo poeta Kalidasa.
Hay en la India, al pie del monte Himavat, un bosque sagrado donde viven los ascetas consagrados a la meditación y a la sabiduría. Sus lagos son de agua azul, siempre inmóvil; el arroz silvestre crece allí espontáneamente junto al césped de los sacrificios, y los animales del bosque son sagrados para el cazador, de afiladas flechas, que debe entrar humilde y desarmado en el silencioso recinto.
En este bosque habita la doncella Sakuntala, hija adoptiva del asceta Kanva. Ella, hermosa y delicada como un jazmín recién abierto, cuida las plantas y los animales del bosque. Con granos de arroz y dándole de beber la leche en el cuenco de su mano ha criado un cervatillo, que salta siempre alegre detrás de sus pasos. Sus amores son las flores y los árboles, que riega y mira crecer día por día; y su gran fiesta, cuando, a la llegada de la primavera, estallan en el bosque los primeros brotes.
Un día, el joven rey Duchmanta, descendiente del dios de la Luna, llegó de caza al santo lugar. Venía en su veloz carro, con el arco de bambú atado a la muñeca, persiguiendo a un gacela negra, que penetró jadeante en el bosque de los solitarios. Internóse el rey tras ella, y tendía ya su arco dispuesto a disparar cuando una voz le contuvo diciendo:
- ¿Quién se atreverá a manchar de sangre el bosque de la meditación? Detén tu brazo, no caiga tu flecha en el cuerpo de la humilde gacela como un rayo en un búcaro de flores.
Entonces el rey se dio cuenta del lugar en que se hallaba; descendió del carro y, dejando en él su manto y sus armas, porque en el recinto sagrado debe penetrarse con vestiduras sencillas, se dirigió al interior del bosque en busca de la ermita del venerable Kanva.
A su paso, el pájaro no se espanta en la rama donde canta, y el gamo, que pace junto al sendero, levanta su cabeza para mirarle dulcemente.
-De pronto oyó el rey, en un bosquecillo de bambúes, voces y risas de mujer, y se puso a observar entre el follaje. Era la hermosa Sakuntala, que con otras dos doncellas, regaba los árboles. Llevaba una humilde vestidura de corteza de árbol, sujeta con leves nudos de cáñamo a los hombros, y adornada sus orejas con dos flores de acacia.
Así apareció a los ojos del rey, a través del follaje, sobre el verde tierno de la pradera, como un panal de miel nueva. Y Duchmanta olvidó al verla su palacio; olvidó la gacela que hasta allí le había llevado, y su corazón tembló en la quietud religiosa del bosque.
Luego, adelantándose, se presentó a las doncellas, que al verle quedaron un momento turbadas. Pero su noble aspecto y la delicadeza de sus palabras las tranquilizaron, y ofrecieron al desconocido el plato de leche, arroz y frutas, ofrenda sagrada de hospitalidad.
Los discípulos de Kanva llegaron al bosquecillo de bambúes, y reconociendo al rey Duchmanta, le dijeron que su venerable maestro estaba ausente rezando en los santuarios del Oeste, y le invitaron a pasar la noche en su cabaña. El rey no pudo negarse a ir con ellos, pero sus ojos no se apartaban de la hermosa Sakuntala, que quedaba allí.
Así iba, su cuerpo hacia delante y su alma hacia atrás, como la seda de una bandera llevada contra el viento.
Varios días permaneció el joven rey con las ascetas en la montaña sagrada. Su corazón adoraba a Sakuntala, y cuando al caer la tarde conversaba con ella, sentados sobre la yerba, sus palabras se entrelazaban como las ramas de los árboles.
Y al fin un día el joven rey le confesó su amor; temblando como un niño. Sakuntala bajó sus ojos de largas pestañas, y nada contestó. Pero sus manos cogieron una hoja de loto, y sobre ella escribió con la uña estas palabras: "No conozco tu corazón, pero día y noche el amor atormenta a la que ha puesto en ti toda su esperanza".
Al leer estas palabras, el joven rey la estrechó entre sus brazos. Y en el silencio del bosque, bajo los ojos de los dioses, le dió el juramento de esposo.
Días después llegó el séquito del rey al bosque sagrado, llamándole de nuevo a su palacio. Antes de partir, Duchmanta habló así a Sakuntala:
-Toma mi anillo de oro, esposa mía. En él está grabado mi sello y escrito mi nombre. Cuenta una letra por cada día, y cuando todas las letras hayan sido contadas deja el bosque de tu padre y vete a mi palacio.
Así se despidieron Duchmanta, hijo del rey de la Luna, y Sakuntala, la doncella sagrada, amada de los pájaros.
Largos son los días de la espera. Sakuntala está triste sin su corazón, contando día por día las letras del anillo, y las lágrimas del amor marchitan sus mejillas, como dos jazmines regados con agua hirviendo.
Un día Sakuntala, absorta en sus recuerdos, olvidó los deberes de la hospitalidad, no atendiendo al ermitaño Durvasa, que llegó al bosque, cansado y sediento. Y el ermitaño, ofendido, lanzó su maldición contra la doncella, diciendo:
-El rey no se acordará de Sakuntala, como el hombre ebrio no recuerda sus palabras del día anterior. Sólo el anillo nupcial le devolverá la memoria. ¡Ay de Sakuntala si pierde su anillo!
Pero la doncella no oyó la maldición. Y el destino cruel arrebató el anillo de su mano un día al entrar en el baño, en el celeste Ganges de las tres corrientes. Entre las aguas del sagrado río se hundió el anillo nupcial, y con él se hundieron entre la espuma los recuerdos del rey.
Cuando el día de la promesa llegó, las doncellas del bosque engalanaron a Sakuntala y ungieron sus cabellos. El venerable Kanva, que llegó aquel día, la bendijo y dirigió su palabra al bosque diciendo:
- ¡Arboles sagrados! La que no quería beber cuando vosotros no habíais bebido; la que, gustando de adornarse, no cortaba, por miedo a heriros, ni una sola de vuestras ramas, Sakuntala, se va a la casa de su esposo. ¡Dadle todos vuestro adiós!
Y entonces se obró un perfumado milagro. Un árbol produjo un vestido de lino, blanco como la luna; otros destilaron su jugo de laca, de gomas y resinas para perfumarla, y otros le tejieron brazaletes de fibra y coronas de hojas y flores. Y el cuclillo del bosque cantó diciéndole adiós.
Sakuntala se despidió de su cervatillo. Dió tres vueltas alrededor del fuego sagrado, mientras sus compañeras levantaban ritualmente en sus manos los granos de arroz. Y luego, como manda la Escritura, todos los ascetas la acompañaron hasta el borde del agua.
Así se fué Sakuntala del bosque, llevando su perfume, como una rama de sándalo cortada y trasplantada a otro país.
Ya se retiraba el rey Duchmanta de su Consejo, cuando se le avisó la llegada a palacio de dos ascetas conduciendo a una hermosa doncella. El rey, respetuoso con los habitantes del bosque sagrado, les hizo pasar en seguida a su presencia, interrogándoles sobre el motivo de su llegada. Los ascetas respondieron, inclinándose:
- ¡Seas siempre victorioso! El venerable Kanva te envía por nosotros su saludo. Venimos a traer la esposa a casa del esposo. He aquí, ¡oh rey!, a tu esposa Sakuntala.
Duchmanta se quedó absorto ante estas palabras, mirando fijamente a Sakuntala, que, temblando de emoción, no se atrevía a levantar los ojos. Ni el nombre de la doncella ni su rostro le recordaban nada. De este modo se cumplía la maldición del ermitaño Durvasa.
- Y bien -contestó el rey echándose a reír-. ¿Qué juego es éste? Yo no he visto en mi vida a esta linda muchacha ni he oído su nombre. ¿Cómo puedo tener una esposa a quien no conozco?
Pero como los ascetas no le acompañaran en su risa y le miraran severamente, Duchmanta se puso grave. Se acercó a la doncella, contemplándola largamente, sin reconocerla, pero conmovido por su belleza y su sonrisa inocente. Así estaba Sakuntala, entre los dos severos ascetas, como una rama verde entre hojas amarillas.
-Hermosa niña -dijo el rey con ternura-. ¿Qué prueba puedes darme de que eres mi esposa? ¿Tienes en tu dedo mi anillo nupcial?
Sakuntala, con un rápido gesto de alegría, fue a mostrar su anillo; pero entonces echó de ver que lo había perdido al bañarse en el sagrado Ganges de triple corriente. Y dos lágrimas temblaron suspendidas en sus largas pestañas. Luego, las fuerzas la abandonaron y hubo de apoyarse, desfallecida, en sus compañeros, cerrando los ojos.
Duchmanta, conmovido por el dolor de lajoven, llamó a su preceptor, un anciano lleno de sabiduría, que sabía encontrar la verdad entre las mentiras como el cisne que bebe la leche sin tocar el agua que se ha mezclado en ella. Y le interrogó diciendo:
-He aquí que esta muchacha dice ser mi esposa, y yo no la conozco. ¿Cómo puedo saber la verdad?
Y el sabio respondió:
-Esta muchacha va a tener un hijo. Espera, ¡oh rey! Si el recién nacido tiene su mano derecha la figura de una rueda, las profecías se habrán cumplido y el niño será tuyo.
Con estas palabras los ascetas dieron por terminada su misión y, rechazando a Sakuntala, que, llorando acongojadamente, quería regresar con ellos, tomaron el camino del bosque.
Sakuntala, entonces, huyó del palacio, llena de dolor y de vergüenza, maldiciendo el duro corazón de Duchmanta. Y por más que centenares de esclavos la buscaron por todas partes, no fue posible encontrar su paradero.
Un día los guardas de palacio prendieron a un pescador, al que encontraron un anillo de oro con el sello y el nombre del rey. Fué llevado a presencia de Duchmanta, acusado de ladrón. Pero el pobre pescador negó tal delito, afirmando que el anillo lo había encontrado en el vientre de un pez caído en sus redes en el celeste Ganges.
Tomó el rey el anillo en sus manos, y al contemplarlo su corazón latió apresuradamente. Como una nube que se descorre dejando paso al sol, así el olvido se descorrió en su alma, y las escenas del bosque sagrado, la persecución de la gacela negra, el amor y el juramento de Sakuntala se presentaron nuevamente ante sus ojos.
Puso Duchmanta en libertad al pescador, regalándole el joyel de su turbante. Y mandando uncir su brillante carro, marchó al galope de sus caballos hacia el bosque sagrado.
Pero Sakuntala no está en el bosque ni en el reino. Nadie la ha vuelto a ver, nadie puede indicar sus huellas. Y Duchmanta llora de dolor y de arrepentimiento, un año y otro año, afligido por el recuerdo de Sakuntala, la amada de los pájaros.
Cuando el cielo estalló la lucha entre los dioses y los gigantes, el celeste Indra envió su carro, húmedo de rocío, al joven Duchmanta, hijo del rey de la Luna, para que le ayudara en el combate. Y en el veloz carro de oro, disparando sus flechas por encima de los relámpagos, Duchmanta venció a los gigantes. Recibió en premio una guirnalda de flores de "mandara", uno de los cinco árboles eternamente floridos en el cielo de Indra.
Y al regresar a la tierra, Indra hizo que el celeste carro se detuviera en la altísima montaña Cumbre de Oro, consagrada a la penitencia, donde las almas puras, más altas que las nubes, se acercan a los dioses.
Allí con el cuerpo ceñido de pieles de serpientes, apretado el cuello por un dogal de lianas secas, largos los cabellos donde anidan los pájaros, los penitentes solitarios rezan inmóviles de cara al sol.
Apeóse el joven Duchmanta para recibir la bendición de los solitarios. Y al internarse entre los árboles vió a un hermoso niño que jugaba con un cachorro de león. Reía el niño, agarrando al león por la melena, y Duchmanta, gratamente sorprendido por la belleza y el valor del pequeñuelo, se acercó a él, mirándole conmovido. Como el rey no tenía hijos, siempre que veía a un niño su corazón se llenaba de ternura y de tristeza.
Y sucedió entonces que al niño se le cayó un talismán que llevaba colgado al cuello, y el rey se agachó para recogerlo. Al hacer esto, el aya del niño, que llegaba en aquel momento, lanzó un grito diciendo:
- ¡Desdichado extranjero! No toques ese talismán, porque se convertirá en una serpiente. Sólo el niño y sus padres pueden tocarlo.
Duchmanta se quedó absorto ante estas palabras, porque ya había recogido el talismán y no lo veía transformarse en serpiente. Entonces, temblando de esperanza, cogió entre las suyas las manos del niño, y vió grabada en su diestra la figura de una rueda.
Y abrazándole, loco de gozo, le decía:
-Quién eres tú, hermoso niño, que pareces hijo de los dioses?
-Soy nieto del rey de la Luna -respondió el niño orgullosamente- Mi padre es el héroe Duchmanta, a quien nunca conocí.
Entonces apareció Sakuntala con el rostro demacrado por las mortificaciones y recogido el cabello. Y era aún más hermosa en su dolor, semejante a la liana de flor blanca con los pétalos agostados de sol.
Duchmanta cayó de rodillas ante ella, besando el borde de su vestido y pidiéndole perdón. Luego puso nuevamente en su dedo el anillo nupcial. Y en el carro de oro del celeste Indra volvieron los tres a su reino.
Los mismos dioses, conmovidos por esta sencilla historia, la escribieron después en verso, mojando sus pinceles en el rocío del cielo.
NALA Y DAMAYANTI
Escuchad ahora la bella historia de Nala y Damayanti, donde hay cisnes, elefantes, héroes y dioses. Está escrita en el libro de la selva de "Mahabaraba", el libro venerable de la India. Hace más de dos mil años la contó a los hombres antiguas el poeta Vyassa.
Virasena, que reinó en el país de los Nisadas, dejó dos hijos al morir. El mayor, Nala, era más hermoso que el mismo Indra, rey de los dioses. Cuando atrevesaba la ciudad, al frente de sus ejércitos, parecía el sol en toda su gloria. Era valiente y piadoso, conocía los sagrados Vedas y protegía a los brahamanes.
Su hermano Puskara era enteco y envidioso. Le gustaba vivir en la sombra, y jamás se mezclaba con el pueblo. Nadie sabría decir si era valiente o cobarde, porque nunca se le vió en los juegos ni en la guerra.
Nala se entregaba con placer a la doma de caballos salvajes. Ninguno se le resistía; y a todos los reducía a la rienda y al yugo. Y con ellos vencía en la carrera a los más hábiles conductores de carros. Después de los Consejos, donde trataba los asuntos de su reino, se entretenía algunas veces en jugar a los dados. Y siempre tenía suerte; pero las ganancias del juego las repartía entre los ascetas y los mendigos. Nala no quería otras riquezas que las que se ganan con los brazos y con el corazón.
En el país de los Vidarbas reinaba el magnánimo Bhima. Tenía una sola hija, Damayanti, que era hermosa entre todas las doncellas. Su rostro era más gracioso que la luna creciente y sus ojos más bellos que la flor azul del loto. Su voz era tan melodiosa, que al hablar parecía que cantaba. Los viajeros que cruzaban el país de los Vidarbas celebraban por toda la tierra la belleza de Damayanti. El rey Bhima la adoraba, y le dió por doncellas a las más hermosas vírgenes del país.
¡Cuántas veces Damayanti oyó decir a sus doncellas: "Nala es el más hermoso de los reyes!"
Y ¡cuántas veces oyó Nala decir: "Damayanti es la más bella de las princesas!"
Así Nala comenzó a soñar con la princesa Damayanti. Ya no le divertían las fiestas de su palacio; escuchaba con impaciencia los discursos de sus consejeros, no prestaba atención a los emisarios de los reyes vecinos y buscaba la soledad de sus jardines. Allí, tendido sobre la yerba fresca, con los ojos entornados, soñaba con la bella princesa Damayanti.
Un día cogió de su jardín un cisne de alas doradas. El cisne, al sentirse preso, lanzó un grito y habló:
-No me mates, ¡oh rey! Si me concedes la vida yo iré al país de los Vidarbas, veré a la bella Damayanti y le diré cuánto la amas.
Nala sonrió, sorprendido y alegre; abrió su mano, y el cisne desplegó sus alas volando hacia el país de los Vidarbas.
Damayanti estaba en su jardín, bañándose con sus doncellas en un estanque florecido de lotos, cuando vió llegar un cisne de alas de oro, que se posó sobre el agua. La princesa se dirigió hacia él a nado, pero el cisne huía nadando más ligero que ella. Así lo persiguió por el agua y luego por la pradera, alejándose de sus doncellas. Entonces el cisne le habló con una voz como una canción:
-Escúchame, bella Damayanti, que vengo a ti como mensajero. En el país de los Nisadas reina el gran Nala; no tiene par entre los hombres y es más hermoso que los mismos dioses. Nala te ama y está triste de amor. Ámale tú, Damayanti, la más bella de las princesas. Que lo mejor se una a lo mejor.
Damayanti escuchaba al cisne, y sus labios se entreabrían oyéndole como una flor al sol. Después acarició tiernamente al mensajero de las alas de oro:
-Vuela, cisne querido, vuela al país de los Nisadas. Y di a Nala que se ponga en camino, que venga a casa de mi padre. La más humilde de las princesas se honrará con la visita del más hermoso y valiente de los reyes.
Y el cisne, rápido y sonoro, voló nuevamente al país de los Nisadas.
El rey Bhima envía heraldos por toda la tierra, convocando a una Asamblea nupcial donde la princesa Damayanti elegirá esposo. Corren los heraldos lanzando su pregón por todos los reinos, y todos los príncipes se ponen en camino hacia el país de los Vidarbas. Van en ilustres carros, seguidos de brillantes cortejos. Entre todos destaca el carro dorado de Nala, tirado por veloces caballos salvajes.
Es la víspera de la Asamblea nupcial. Hoy todos los caminos de la India conducen a la corte de la princesa Damayanti.
Y el pregón de bodas llega también a la mansión de los dioses. Allí están reunidos el celeste Indra, y el ardiente Agni, y Kali, el dios vengativo, y todos los demás dioses. lndra les dirige la palabra:
-Escuchad, inmortales. Mañana se celebra en la corte del magnánimo Bhima la Asamblea nupcial donde la bella Damayanti ha de elegir esposo. Damayanti es la más hermosa princesa de la tierra; todos los reyes arden en deseos de agradarle. ¿No iríamos nosotros a disputar a los reyes de la tierra la más bella de las princesas?
- ¡Sí, sí! -contestan todos-. Descendamos a la corte de Bhima, y que Damayanti elija su esposo entre los dioses.
Y con deslumbrantes cortejos, Indra, Agni, Kali y todos los dioses se encaminan en carros de oro hacia el país de los Vidarbas.
Todos los pretendientes son introducidos en un amplio salón de techos altísimos, resplandeciente de oro y pedrerías. Bhima recibe a todos con el rostro sonriente, dichoso de ver en su reino a los más ilustres príncipes de la tierra. Cuando entran los dioses se inclina gravemente ante ellos, deslumbrado por su aire majestuoso. Pero cuando hace su entrada Nala se oye en todas partes un grito de admiración: es brillante como un héroe, hermoso como un dios. Entre los dioses se sienta; los príncipes le miran con envidia, y los mismos dioses no pueden ocultar su turbación.
En medio de un gran silencio aparece ahora la noble Damayanti. Trae en sus manos una guirnalda de lotos para ofrecerla al elegido de su corazón. Sus ojos, sonrientes y turbados, se posan sobre todos los pretendientes, y al ver a Nala, su corazón desfallece de gozo y de amor. Sin vacilar va hacia él para tenderle la guirnalda. Pero los dioses ven que van a ser públicamente derrotados por un hombre y rápidamente se ponen de acuerdo para evitarlo.
De pronto Damayanti se detiene con los ojos desmesurados de sorpresa. Todos los dioses han tomado figura de Nala, y Damayanti ve delante de sí cien Nalas, todos iguales. Entonces comprende que es una treta urdida por los dioses y les reza con toda la ternura de su corazón:
- ¡Oh dioses! Bien sabéis que no puedo querer más que a Nala. El cisne me trajo su palabra de amor, y quiero serle fiel. ¡Oh dioses! Vuestra gloria es tan grande, que no puede caber en el amor de una débil mujer. ¡Oh guardianes del mundo! Presentaos en todo vuestro esplendor para que yo pueda distinguir al rey Nala, a quien ama mi corazón.
A estas palabras el milagro se desvanece. Los reyes celestes se presentan en toda su gloria: sus ojos están inmóviles, como grandes piedras preciosas, y sus pies no tocan en el suelo. En medio de ellos, Nala, con los pies en el suelo, tiembla de esperanza.
Entonces Damayanti, alegre y tímida, le tiende la guirnalda.
En medio de brillantes fiestas se celebran las bodas. Los poetas entonan sus mejores cantos en honor de Nala y Damayanti, y los mismos dioses, a pesar de su derrota, perdonan el orgullo de los hombres y dan su bendición a los desposados. Después se remontan a su cielo.
Sólo uno de ellos no quiso perdonar. Es Kali, el dios vengativo, en cuyas manos están la riqueza y la miseria.
Cuándo Nala y Damayanti regresan al país de los Nisadas vuelven sobre una larga alfombra de flores, bajo arcos de follaje y entre las bendiciones de su pueblo. Su reinado comienza con la mayor felicidad y los dioses inmortales les conceden un hijo y una hija.
Pero Kali no olvida su venganza, y busca la alianza de Puskara, el perverso hermano de Nala. Un día Puskara desafió a su hermano a jugar a los dados. Nala, por complacerle, accede a la partida, y el juego comienza. Detrás de Nala, invisible, está el dios Kali, que tiene en sus manos la buena y la mala suerte.
Nala juega un anillo de oro que brilla en su mano. Tira los dados; tira los dados Puskara, y Nala pierde su anillo. Después Nala juega un collar que brilla en su cuello. Y lo pierde también. Y pierde, una a una, todas sus joyas, y sus armas, y sus caballos, y sus carros de guerra. El perverso Kali sonríe; Puskara juega con frialdad. Y Nala se ciega cada vez más jugando, tentado por el dios, como si hubiera perdido la razón. Pasan las horas y los días y la partida no se acaba. Los consejeros de Nala están llenos de angustia. Damayanti, en su palacio, llora sin cesar. Pero Nala no escucha las palabras de sus consejeros ni piensa en su esposa ni en sus hijos. Juega siempre, cogido de una extraña locura, un día y otro día. Pierde todo su oro y su plata, sus palacios, sus jardines, sus tierras y sus vestidos.
Damayanti tiembla por la suerte de sus hijos, y con un ayo fiel los envía a la corte del rey Bhima, su abuelo. Después cae sobre su lecho, entre lágrimas y plegarias, esperando el regreso del esposo.
Nala ha jugado su derecho al trono y también lo ha perdido. Entonces Puskara le dice riendo:
-Dejemos el juego, hermano. ¿Qué te queda ya? Sólo tienes tuya a la princesa Damayanti. ¿Quieres que la juguemos también?
A estas palabras Nala recobra de repente la razón. Sin pronunciar una palabra se levanta, arroja sus últimos vestidos, y traspasado de dolor va en busca de Damayanti. La princesa le recibe en sus brazos llena de ternura:
-Oh mi bien amado! Querido me eras en toda tu gloria. Más querido me eres hoy en tu miseria. Desnudo estás como cuando naciste. Yo seré tu madre, y tu hermana, y tu esposa. De nuestras riquezas solo nos queda este trozo de tela grosera. Envolvámonos los dos en él.
Y abrazados, envueltos en el mismo lienzo, Nala y Damayanti abandonan el palacio. Cruzan la ciudad, salen al campo, y al caer la noche, santamente enlazados, se tienden sobre el suelo.
Nala llora. Damayanti canta y enjuga sus lágrimas.
Ahora está dormida Damayanti bajo la luna. Nala la contempla, conteniendo sus sollozos. Y piensa:
- ¡Oh, Damayanti, esposa mía! Tu fidelidad te ata a mi triste destino. En los malos caminos, en el hambre y en el frío, en los bosques poblados de fieras y serpientes, bien sé que quisieras estar a mi lado. Pero ¿cómo podría resistir tanta fatiga tu carne delicada? Yo he pecado contra los dioses, olvidando mis deberes de rey y de esposo, y debo expiar mi culpa. Pero tú eres inocente, ¡oh, Damayanti! Vuelve a casa de tu padre, donde tus hijos te esperan. Yo iré a buscarte allí cuando mi esfuerzo logre vencer a mi desventura.
Así piensa Nala en silencio. Damayanti duerme y sonríe bajo la luna.
Para evitarle todas las amarguras de la miseria, Nala decide abandonar a Damayanti, pensando que al verse sola volverá a casa de su padre. Varias veces ha intentado ya huir, pero su amor le hace volver otras tantas veces al lado de la esposa dormida. Al fin, cuando el primer albor aclara el horizonte. Nala se decide. Sin despertarla, rasga en dos pedazos la tela que los cubre, toma uno para envolverse y la besa en silencio.
Después, llorando en su corazón, se pierde solo en la sombra de la selva.
¿Cuánto tiempo ha errado sola la bella Damayanti por el bosque sin fin? Ha caminado largos días y largas noches por las montañas y por las llanuras; ha visto los antros siniestros donde se guarecen las fieras y los bellos parajes donde cantan los pájaros. Ha atravesado ríos y lagos. Ha sido atacada por las serpientes y los malhechores. El viento y el sol han castigado su carne delicada. Y anda, anda siempre, llamando en voz alta a Nala, que la ha abandonado.
A los tigres pregunta por el hermoso Nala, y los tigres la miran dulcemente sin responderle. Pregunta a los ascetas de la Montaña Sagrada, y los ascetas le responden con palabras de luz:
-Sigue tu camino, bella Damayanti. Sufre y espera. Tú volverás a ver a Nala en toda su gloria. El reinará muchos años sobre alegría de los pueblos, castigará a los malvados y subirá en su fuerte brazo a los honrados. Y los dioses os bendecirán. Sufre y espera, ¡oh Damayanti!
Y Damayanti sigue su camino. Unos mercaderes la recogen compadecidos de sus ojos de gacela y su belleza castigada de sol. Lleva la caravana gigantescos elefantes ricamente enjaezados y se dirige al reino feliz de los Chedis. En un campo verde acampan, junto a un lago florecido de lotos. Pero a media noche un rebaño de elefantes salvajes viene al lado, y al ver a sus hermanos los elefantes de la caravana convertidos en esclavos los atacan con rabia y aplastan a los mercaderes.
Así la bella Damayanti, mientras no llegue la hora del perdón, llevará la desgracia dondequiera que vaya.
Nala ha seguido su peregrinación, dura y terrible, igual que Damayanti. Largos días y largas noches ha caminado también, y se alimenta de frutas silvestres y raíces, bebiendo sus lágrimas. Un día llega a un bosque donde crepita un gran incendio. De entre las llamas oye salir una voz:
- ¡Oh, gran Nala, sálvame, por amor de los dioses!
Nala se mete entre las llamas sin vacilar y salva de la muerte al desdichado. Era un Naga, un duende travieso, encantado en el bosque por la maldición de un asceta al que había interrumpido en sus meditaciones.
-Gracias, gran rey -dijo el Naga-. Tu valor me ha salvado. En prenda de gratitud voy a revelarte el porvenir. Aún sufrirás algún tiempo, ¡oh Nala!, porque la maldición de un dios te persigue. Pero tus penas alcanzarán su fin; volverás a ver a Damayanti y a tus hijos, y tu reino te será devuelto. Ahora escúchame y obedece: da veinte pasos hacia el río y cava allí un hoyo.
Nala obedeció. Cayó el hoyo y halló un manto rojo de tela grosera.
-Cúbrete con ese manto y mírate en el río.
Al mirarse en el río, Nala dió un grito de espanto. Su rostro estaba cambiado y era de una horrenda fealdad.
-Así irás por el mundo -agregó el Naga-, sin que nadie te pueda reconocer. Serás el más feo de los hombres y desempeñarás, ¡ oh rey!, los oficios más humildes. Vete al palacio del rey Rituparna y trabaja allí en los establos, sin acordarte de tu grandeza. No descubras a nadie tu nombre ni tu patria. Cuando encuentres de nuevo a Damayanti serás perdonado. Arroja entonces ese manto rojo y volverás a aparecer en todo tu esplendor.
Después, como la bruma de la mañana, el Naga desapareció.
Mucho tiempo ha pasado. Nala trabaja humildemente en los establos del rey Rituparna. Limpia las cuadras y los carros, da pienso a los caballos y doma los potros salvajes. No se avergüenza de su humilde oficio, pero sus ojos lloran día y noche recordando a la bella Damayanti, que abandonó en la selva.
Damayanti está ahora acogida en el palacio del rey de los Chedís, sirviendo de doncella a la princesa Sunanda.
El magnánimo rey Bhima, desde que supo la desgracia de Nala y Damayanti, arde en deseos de volver a verlos. Un día llamó al sabio brahamán Sudeva y le dijo:
-Mucha es tu sabiduría, Sudeva. Sólo tú puedes hallar a mis hijos Nala y Damayanti. Ve por la tierra y busca sin descanso, día y noche. Di a Nala que no tenga reparo en venir a mis brazos; le daré mil vacas, todas las tierras que quiera y la mayor de mis ciudades. Que los dioses te protejan, Sudeva.
Cien días habían pasado cuando Sudeva llegó al reino feliz de los Chedis. Fué a saludar a la princesa Sunanda, y al mirar a sus doncellas su corazón salto de gozo. A pesar del sol y del viento, a pesar del hambre y el frío, del cansancio y del tiempo, ¿quién no hubiera reconocido la voz maravillosa y la belleza de Damayanti?
Bien cumplió la mitad de su misión el sabio brahamán. Ahora ya está Damayanti al lado de sus hijos, en la casa de su padre. Y Sudeva vuelve a recorrer la tierra en busca del rey Nala. A los caminantes, a los pájaros, a las fieras, el buen brahamán preguntaba:
- ¿Habéis visto cruzar por aquí a Nala, el mas hermoso de los hombres:
Pero ¿quién podría reconocer a Nala en aquel feo mozo de los establos de Rituparna?
Así, al cabo de otros cien días llegó Sudeva al palacio de Rituparna. Tampoco allí sabía nadie el paradero del gran Nala. Pero los ojos de Sudeva saben ver lo que no ven los ojos de los otros hombres. Una noche oyó al mozo de los establos llorar, clamando por su amor perdido. Sudeva se fijó en sus manos, finas y blancas; en la tristeza de sus ojos de dulce mirada, en su manera de domar los potros salvajes y conducir los sonoros carros. Y en todo esto recordaba Sudeva al gran Nala; le preguntó su nombre y su patria, pero Nala, cumpliendo las palabras del Naga, se negó a decirlos.
Al fin Sudeva decidió hacer una última prueba. Si aquel hombre extraño era Nala lo demostraría en las carreras de carros, en que nadie pudo igualársele jamás. Y Sudeva habló al rey Rituparna delante de todos sus criados:
-Sabed, ¡oh gran rey!, que la princesa Damayanti, considerándóse viuda, reúne mañana nueva Asamblea nupcial para elegir esposo. ¿No iréis vos allá, oh Rituparna?
-De buen grado iría. Pero el país de los Vidarbas está a cien leguas de aquí. ¿Quién podría recorrer en un solo día tan enorme distancia?
Al oír esto el corazón de Nala tiembla de emoción. De un salto se coloca ante el rey:
-Yo te llevaré, ¡oh Rituparna! Mañana al amanecer tu carro estará ante el palacio de la bella Damayanti.
Nala corre a los establos gritando y llorando de gozo. Unce al brillante carro dos potros sin domar, de sangre picante, que se encabritan y piafan nerviosos al sentir los frenos de plata. Rituparna, con Sudeva y su cortejo, monta en el carro. Nala, de pie, empuña las riendas, restalla su largo látigo, y envueltos en una nube de polvo, gritos relinchos, los caballos se lanzan a través del campo.
Damayanti se ha levantado esta mañana temprano y alegre como nunca. Su corazón ha soñado un dulce presentimiento. Está amaneciendo: en el jardín se escucha el bramido de los elefantes; en el estanque juegan los cisnes reales, y las flores se abren frescas al sol.
Damayanti sale a su terraza a respirar el aire limpio de la mañana. Allá lejos, en el camino, divisa un brillante carro. Se acerca, se acerca; parece que vuela. Un hombre lo guía cubierto con un manto rojo. Ya entra el carro en la ciudad, atronando sus calles dormidas. Ya llega ante el palacio. El hombre vestido de rojo desciende al suelo de un salto; corre a la puerta, derribando en su carrera a los centinelas, petrificados de asombro; sube la ancha escalinata como un loco, cruza las salas, llega a la terraza, Grita sin aliento:
- ¡Damayanti, Damayanti!
Y arroja al suelo el manto rojo, apareciendo de repente en todo su esplendor.
-¡Oh Nala, mi bien amado!
Y Nala y Damayanti se abrazan sin palabras.
En el jardín del rey cantan los ruiseñores.
El gran Nala recobró su reino, del que cedió generosamente la mitad a su hermano Puskara. Siempre reinó para la justicia y el amor.
Y los hombres y los dioses fueron dichosos largos años con la dicha de Nala y Damayanti.
LA MUERTE DEL NIÑO MUNI
Está escrita en el "Ramayana", el más hermoso libro de la literarura oriental, compuesto por el sabio y asceta indio Valmiki. Libro sagrado que encierra toda la fastuosidad, la belleza y la sabiduría de la antigua civilización indostánica.
De él tomamos el presente episodio, creyendo que jamás encontró ninguna literatura palabras tan conmovedoras y tan sencillas para llorar la muerte de un niño.
Rama, el héroe de la India en quien encarnó el espíritu de los dioses para vencer a Rayana, el demonio-rey de Ceylán; Rama, el brillante y hermoso hijo de reyes, ha sido desterrado al bosque de Dandaka por malas artes de su madrastra. Su propio padre, Dasaratha, ha dado la orden de destierro.
Y desde que Rama abandonó su patria, en el alma del rey Dasaratha se hizo la oscuridad, y llora sin tregua, recordando al noble hijo ausente.
Cinco días lloró, en la luz y en la sombra. Al sexto día, hallándose el glorioso rey en medio de la noche, lamentando el destierro cruel de Rama, recordó una acción inicua de su juventud y comprendió que por ella le castigaban los dioses, y que estaba condenado a morir sin que sus ojos vieran nunca más al hijo desterrado.
Y en medio de la oscuridad habló así a su esposa, la reina Kausalya:
-Escucha atenta mis palabras, ¡oh reina! De la acción, buena o mala, que el hombre ejecuta, él ha de recoger necesariamente el fruto con el andar del tiempo. Yo recojo ahora el fruto de una criminal acción; por eso, cegado por el destino, he desterrado a Rama, nuestro hijo querido, al que nunca más verán mis ojos. Escucha, ¡oh Kausalya!
En otro tiempo, siendo yo joven y experto en herir con las flechas a larga distancia, cometí un gran crimen. Fué por ignorancia, como un niño que sin conocimiento tragase un veneno. Entonces tú no estabas casada; yo era príncipe. Era a la sazón la estación de las lluvias calientes, cuando, bebiendo el rocío y calentando el mundo, el sol volvía de su viaje al Norte. Se alegraban las garzas y los pavos reales; los ríos, turbios, se desbordaban, y la tierra brillaba vestida de hierba verde.
Entonces yo, con dos aljabas de flechas a la espalda y el arco en la mano, me encaminé a la orilla del Sarayu, deseoso de matar al búfalo o al elefante que durante la noche bajan al río a beber agua. Nada veían mis ojos; pero mis oídos percibieron el rumor de un cántaro que se llenaba en la orilla opuesta, y que me pareció el bramido de un elefante. Así, engañado y ciego por el destino, ajusté rápidamente una afilada flecha a mi arco de bambú, y la disparé, sin ver, contra el sonido.
Apenas cayó la flecha, he aquí que oí una voz lastimera de niño, que decía:
- ¡Oh, dioses, soy muerto! ¿Qué hombre inicuo ha disparado contra mí esta saeta? ¿Qué mal te hice, ¡oh desconocido!, viniendo por agua durante la noche al río solitario? A tres inocentes ha matado tu afilada flecha, porque con el dolor de mi muerte morirá también mi padre, el ciego y mísero Muni (Munis: ascetas indios, que hacen vida solitaria en la selva consagrados a la meditación), y mi madre, solos y abandonados en el bosque.
Al oír estas palabras toda mi alma tembló, y el arco se me cayó de las manos. Corrí precipitadamente, atravesando el río, hacia donde la voz sonaba, y encontré al pobre niño, cubierto con una piel de ciervo, herido en medio del corazón, con la cabellera revuelta y caído entre el fango del agua. El niño herido clavó en mí sus ojos, como si quisiera abrasarme con su esplendor, y me dijo esta palabras:
-¿Qué mal te hice,- ¡oh guerrero!, yo, pobre habitante del bosque? Vine por agua para mis padres, que, ciegos y solos en la selva, me aguardan con impaciencia. Tu malvada flecha nos quita la vida a los tres. Mi padre es sabio, pero ¿qué hará, impotente en su ceguedad, como es impotente un árbol para salvar a otro árbol herido? Ese sendero va a la ermita donde viven mis padres; corre pronto a su lado, ¡oh guerrero!; cuéntale al Muni mi muerte y pídele perdón, no sea que te maldiga y su maldición te abrase como el fuego a una rama seca. Pero antes, por los dioses te pido, sácame esta flecha que me quema las entrañas; que no muera yo con esta serpiente metida en mi carne.
Entonces, de su pecho palpitante, arranqué con gran esfuerzo la flecha. El niño cayó en mí sus ojos trémulos. Y murió dulcemente, entre su sangre.
Al verle morir caí en tierra sin fuerzas, llorando mi destino. Después cogí su cántaro y me encaminé hacia la ermita de sus padres. Allí los encontré a los dos, ciegos, ancianos y sin apoyo, como dos pájaros con las alas rotas. Hablaban de su hijo, temerosos por su tardanza. Al oír el ruido de mis pasos, el Muni me habló así:
-¿Qué has hecho tanto tiempo, hijo mío? Teníamos miedo por ti, tan pequeño y solo en la noche. Tú eres nuestro refugio; tus ojos son los nuestros; no nos hagas sufrir más con tu tardanza. Tengo sed. ¿Qué haces que no me das el agua, hijo mío? ¿Por qué no me respondes?
Llena de llanto mi garganta, esforzándome para hablar, con las manos cruzadas, le respondí:
-Yo soy el guerrero Dasaratha; no soy tu hijo. He cometido un horrendo crimen, y vengo a ti, ¡oh venerable Muni!, a pedir perdón. Con el arco en mano fui a la orilla del Sarayu deseoso de cazar el búfalo o el elefante que bajan de noche a beber agua. Entonces oí el rumor de un cántaro que se llenaba y, pareciéndome el bramido del elefante, disparé a ciegas mi flecha contra aquel sonido. Así maté a tu hijo, clavándole mi saeta en el corazón. Por ignorancia cometí mi crimen, ¡ oh venerable! Aparta de mí tu cólera, no me maldigas.
Habiendo escuchado el Muni esto quedó un largo espacio sin habla y sin sentido. Luego me, dijo, entre lágrimas estas palabras, que escuché con las manos cruzadas:
-Si mataste con premeditación a un Muni, estalle siete veces tu cabeza, y que se incendie la tierra donde pises. Pero si ha sido sin pensarlo, tu pena será menor. Condúceme, ¡oh príncipe!, al lugar donde yace mi hijo. Ya que no podemos verle, llévanos a que palpemos su cuerpo y su sangre, y sus cabellos en desorden.
Llegamos a la orilla del río; el solitario tocó con sus manos al hijo tendido en tierra, y lanzando gritos de dolor cayó sobre su cuerpo. La madre besaba su rostro, ya frío, y lo lamía calladamente como una vaca a su nacido.
-Abrázame ahora, hijo mío -le decía-. Espera, y luego partirás al reino de los muertos. Espera, y tu padre y yo iremos contigo.
Y luego le hablaba el padre:
-Hijo mío, ¿no escucharé más tu voz en la noche del bosque, recitando la sagrada escritura de los Vedas? ¿Quién me consolará después de orar y hecha la ablución y purificado el fuego? ¿Quién, para mi hambre y la de tu madre, recogerá en el bosque yerbas y raíces y frutas silvestres? Sin culpa has muerto, hijo mío. Tú alcanzarás los mundos de los héroes que no vuelven; los lugares celestes donde habitan los Munis que han leído desde el principio al fin los Vedas, y los que no han sido avaros de sus vacas, de su oro y de sus tierras, y los hospitalarios, y los que dicen verdad.
Después de estos lamentos, el Muni y su mujer fueron por agua limpia para purificar el cadáver del niño. Lavaron su cuerpo; y hecha la ablución, el Muni, volviéndose a mí, me dijo estas terribles palabras, que escuché con las manos cruzadas:
-Involuntaria fué tu acción; pero todo crimen llevará su castigo. Yo voy a morir de dolor por la muerte de mi hijo, al que no ven mis ojos. Del mismo modo tampoco tú verás al tuyo a la hora de morir, y ansiando verle dejarás la vida.
Ya ves -oh reina!, cómo la maldición del Muni se cumple hoy en mí. El dolor de no ver a mi hijo Rama me arranca la vida, como el empuje del agua arranca los árboles del río. ¡Oh, si Rama volviera, si me hablara su voz, si me tocaran sus manos!
Pero mis ojos ya no ven, mi memoria se oscurece. . . ¡Felices, oh reina, los que verán el rostro de mi hijo Rama, brillante y hermoso como la luna de otoño, a su regreso del bosque!
Así hablaba sin consuelo el gran rey Dasaratha, agitado en su lecho, y acercándose al término de su vida como las estrellas al rayar el alba.
Y así murió, en el sexto día del destierro de su hijo Rama, pasada la media noche.
LA BUENA NOTICIA
Esta es la Buena Noticia proclamada por Nuestro Señor Jesucristo:
Jesús enseñaba a sus discípulos en parábolas. Y les decía:
El Reino de los cielos es semejante a dos hermanos que vivían felices y contentos,
hasta que recibieron la llamada de Dios a hacerse discípulos.
El de más edad respondió con generosidad a la llamada, aunque tuvo que ver cómo
se desgarraba su corazón al separarse de su familia y de la muchacha a la que amaba
y con la que soñaba casarse. Pero, al fin, se marchó a un país lejano, donde gastó su
propia vida al servicio de los más pobres de entre los pobres. Se desató en aquel país
una persecución, de resultas de la cual fue detenido, falsamente acusado, torturado y
condenado a muerte.
Y el Señor le dijo: «Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por el valor
de mil talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de
tu Señor!».
La respuesta del más joven fue mucho menos generosa. Decidió ignorar la
llamada, seguir su camino y casarse con la muchacha a la que amaba. Disfrutó de un
feliz matrimonio, le fue bien en los negocios y llegó a ser rico y próspero. De vez en
cuando daba una limosna a algún mendigo o se mostraba bondadoso con su mujer y
sus hijos. También de vez en cuando enviaba una pequeña suma de dinero a su
hermano mayor, que se hallaba en un remoto país, adjuntándole una nota en la que
decía: «Tal vez con esto puedas ayudar mejor a aquellos pobres diablos».
Cuando le llegó la hora, el Señor le dijo.: «Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me
has servido por valor de diez talentos. Voy a recompensarte con mil millones de
talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!».
El hermano mayor se sorprendió al oír que su hermano iba a recibir la misma
recompensa que él. Pero le agradó sobremanera. Y dijo: «Señor, aun sabiendo esto, si
tuviera que nacer de nuevo y volver a vivir, haría
por ti exactamente lo mismo que he hecho».
Esta sí que es una Buena Noticia: un Señor generoso y un discípulo que le sirve por
el mero gozo de servir con amor.
JONEYED Y EL BARBERO
El santo Joneyed acudió a La Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio cómo un
barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle al barbero que le afeitara a él, el
barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a afeitar a Joneyed. Y al acabar
no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo fue dar además a Joneyed una limosna.
Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las limosnas que
pudiera recoger aquel día.
Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una bolsa
de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oró al barbero.
Pero el barbero le gritó: «¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza
pretender pagar un servicio hecho con amor?».
A veces se oye decir a la gente: «Señor, he hecho mucho por Ti. ¿Qué recompensa
me vas a dar?».
* * *
Siempre que se ofrece o se busca una recompensa, el amor se hace mercenario.
Una fantasía:
El discípulo clamó al Señor: «¿Qué clase de Dios eres? ¿No te da vergüenza
pretender recompensar un servicio hecho con amor?». .
El Señor sonrió y dijo: «Yo no recompenso a nadie; lo único que hago es
regocijarme con tu amor».
EL HIJO MAYOR
El tema del sermón era el del hijo pródigo. El predicador hablaba con honda
emoción del increíble amor del Padre. Pero ¿qué había de asombroso en el amor del
Padre? Hay miles de padres humanos (y probablemente más madres aún) capaces de
amar de semejante modo.
La parábola realmente pretendía ser una indirecta dirigida a los fariseos:
Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a El para oírle; y los fariseos y
los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos».
Entonces les dijo esta parábola...
(Lc 15, 1-2)
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¡El protestón! ¡El fariseo! ¡El hijo mayor! Ahí está la finalidad de la parábola.
Estaba Dios un día paseando por el cielo cuando, para su sorpresa, se encontró
con que todo el mundo se hallaba allí. Ni una sola alma había sido enviada al infierno.
Esto le inquietó, porque ¿acaso no tenía obligación para consigo mismo de ser justo?
Además, ¿para qué había sido creado el infierno, si no se iba a usar?
De modo que dijo al ángel Gabriel: «Reúne a todo el mundo ante mi trono y léeles
los Diez Mandamientos».
Todo el mundo acudió y leyó Gabriel el primer mandamiento. Entonces dijo Dios:
«Todo el que haya pecado contra este mandamiento deberá trasladarse al infierno
inmediatamente». Algunas personas se separaron de la multitud y se fueron llenas de
tristeza al infierno.
Lo mismo se hizo con el segundo mandamiento, con el tercero, el cuarto, el quinto...
Para entonces, la población del cielo había decrecido considerablemente. Tras ser
leído el sexto mandamiento, todo el mundo se fue al infierno, a excepción de un solo
individuo gordo, viejo y calvo. Le miró Dios y dijo a Gabriel: «¿Es ésta la única
persona que ha quedado en el cielo?». «Sí», respondió Gabriel.
«¡Vaya!», dijo Dios, «se ha quedado bastante solo, ¿no es verdad? Anda y di a
todos que vuelvan».
Cuando el gordo, viejo y calvo individuo oyó que todos iban a ser perdonados, se
indignó y gritó a Dios: «¡Eso es injusto! ¿Por qué no me lo dijiste antes?».
¡Ajá! ¡Otro fariseo a la vista! ¡Otro hijo mayor! ¡El hombre que cree en
recompensas y castigos y que es un fanático de la más estricta justicia!
LA RELIGIÓN DE LA VIEJA DAMA
A una vieja dama de mentalidad muy religiosa, a la que no satisfacía ninguna de
las religiones existentes, se le ocurrió fundar su. propia religión. Un periodista, que
deseaba sinceramente comprender el punto de vista de dicha anciana, le preguntó un
día: «¿De veras cree usted, como dice la gente, que nadie irá al cielo, a excepción de
usted misma y de su criada?».
La vieja dama reflexionó unos instantes y respondió: «Bueno... de la pobre María
no estoy tan segura».
LA FALTA DE MEMORIA DEL AMOR
«¿Por qué no dejas nunca de hablar de mis pasados errores?», le preguntó el
marido a su mujer. «Yo pensaba que habías perdonado y olvidado».
«Y es cierto. He perdonado y olvidado», respondió la mujer. «Pero quiero estar
segura de que tú no olvides que yo he perdonado y olvidado».
Un diálogo:
El discípulo: «;No te acuerdes de mis pecados, Señor!».
El Señor.: «¿Pecados? ¿Qué pecados? Como tú no me los recuerdes... Yo los he
olvidado hace siglos».
El Amor no lleva cuenta de las ofensas.
EL LOTO
Mi amigo me tenía totalmente asombrado. Estaba decidido a demostrar a toda la
vecindad lo santo que era. Incluso se había puesto un ropaje adecuado a dicho
propósito. Yo siempre había creído que cuando un hombre es auténticamente santo,
resulta evidente para los demás, sin necesidad de ayudarles a que lo vean. Pero mi
amigo estaba determinado a proporcionar esta ayuda a sus vecinos. Llegó incluso a
organizar un pequeño grupo de discípulos que demostraran ante todo el mundo esa
pretendida santidad. Lo llamaban 'dar testimonio'.
Al pasar por el estanque, vi un loto en flor e instintivamente le dije: «¡Qué hermoso
eres, querido loto! ¡Y qué hermoso debe de ser Dios, que te ha creado!».
El loto se ruborizó, porque jamás había tenido la menor conciencia de su gran
hermosura. Pero le encantó que Dios fuera glorificado.
Era mucho más hermoso por el hecho de ser tan inconsciente de su belleza. Y me
atraía irresistiblemente porque en modo alguno pretendía impresionarme.
En otro estanque situado un poco más allá pude ver cómo otro loto desplegaba sus
pétalos ante mí con absoluto descaro y me decía: «Fíjate en mi belleza y glorifica a mi
Hacedor».
Y me marché con mal sabor de boca.
Cuando trato de edificar, estoy tratando de impresionar a los demás. ¡Cuidado con
el fariseo bienintencionado!
LA TORTUGA
Era el «líder» de un grupo religioso. Una especie de gurú. Venerado, respetado y
hasta amado. Pero se me quejaba de que había perdido el calor de la compañía humana.
La gente le buscaba para obtener ayuda y consejo, pero no se le acercaba como a un ser
humano. No se 'relajaba' en su compañía.
¿Y cómo iban a hacerlo? Me fijé en él: era un hombre equilibrado, con perfecto
dominio de sí, solemne, perfecto. Y le dije: «Tienes que hacer una difícil elección: ser
una persona viva-y atractiva o equilibrada y respetada. No puedes ser ambas cosas». Se
alejó de mí con tristeza. Me dijo que su situación no le permitía ser una persona activa
y vitalista, ser él mismo en definitiva. Tenía que desempeñar un papel y ser respetado.
Parece ser que Jesús fue un hombre vivo y libre, no una persona superequilibrada y
respetada. Sabemos con certeza que sus palabras y su conducta chocaban a muchas
personas respetables.
El emperador de China oyó hablar de la sabiduría de un eremita que vivía en las
montañas del Norte y envió a él mensajeros para ofrecerle el cargo de Primer Ministro
del reino.
Al cabo de muchos días de viaje, llegaron allá los mensajeros y encontraron al
eremita medio desnudo, sentado sobre una roca y enfrascado en la pesca. Al principio
dudaron de que pudiera ser aquél el hombre a quien en tan alto concepto tenía el
emperador, pero, tras inquirir en la aldea cercana,
se convencieron de que realmente se trataba de él. De modo que se presentaron en
la ribera del río y le llamaron con sumo respeto.
El eremita caminó por el agua hasta la orilla, recibió los ricos presentes de los
mensajeros y escuchó su extraña petición. Cuando, al fin, comprendió que el
emperador le requería a él, al eremita, para ser Primer Ministro del reino, echó la
cabeza atrás y estalló en carcajadas. Y una vez que consiguió refrenar sus risas, dijo a
los desconcertados mensajeros: «¿Veis aquella tortuga, cómo mueve su cola en el
estiércol?».
«Sí, venerable señor», respondieron los mensajeros.
«Pues bien, decidme: ¿es cierto que cada día se reúne la corte del emperador en la
capilla real para rendir homenaje a una tortuga disecada que se halla encerrada
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encima del altar mayor, una tortuga divina cuyo caparazón está incrustado de
diamantes, rubíes y otras piedras preciosas?».
«Sí, es cierto, honorable señor», dijeron los mensajeros.
«Pues bien, ¿pensáis que aquel pobre bicho que mueve su cola en el estiércol
podría reemplazar a la divina tortuga?».
«No, venerable señor», respondieron los mensajeros.
«Entonces id a decir al emperador que tampoco yo puedo. Prefiero mil veces estar
vivo entre estas montañas que muerto en su palacio. Porque nadie puede vivir en un
palacio y estar vivo».
BAYAZID QUEBRANTA LA NORMA
Bayazid, el santo musulmán, actuaba a veces deliberadamente en contra de las
formas y ritos externos del Islam. Sucedió una vez que, volviendo de La Meca, se
detuvo en la ciudad iraní de Rey. Los ciudadanos, que le veneraban, acudieron en
tropel a darle la bienvenida y ocasionaron un gran revuelo en toda la ciudad. Bayazid,
que estaba harto de tanta adulación, aguantó hasta llegar ala plaza del mercado. Una
vez allí, compró una hogaza de pan y se puso a comerla a la vista de sus
enfervorizados seguidores. Era un día de ayuno del mes de Ramadán, pero Bayazid
consideró que su viaje justificaba plenamente la ruptura de la ley religiosa.
Pero no pensaban igual sus seguidores, que de tal modo se escandalizaron de su
conducta que inmediatamente le abandonaron y se fueron a sus casas. Bayazid le dijo
con satisfacción a uno de sus discípulos: «Fíjate cómo, en el momento en que he hecho
algo contrario a lo que esperaban de mí, ha desaparecido la veneración que me
profesaban».
Jesús escandalizó completamente a sus seguidores por parecidos motivos.
Las multitudes necesitan un santo a quien venerar, un gurú a quien consultar.
Existe un contrato tácito: Tú has de responder a nuestras expectativas y, a cambio,
nosotros te ofrecemos nuestra veneración. ¡El juego de la santidad!
PUREZA DE CORAZÓN
Se trataba de dos ermitaños que vivían en un islote cada uno de ellos. El ermitaño joven se había hecho muy célebre y gozaba de gran reputación, en tanto que el anciano era un desconocido. Un día, el anciano tomó una barca y se desplazó hasta el islote del afamado ermitaño. Le rindió honores y le pidió instrucción espiritual. El joven le entregó un mantra y le facilitó las instrucciones necesarias para la repetición del mismo. Agradecido, el anciano volvió a tomar la barca para dirigirse a su islote, mientras su compañero de búsqueda se sentía muy orgulloso por haber sido reclamado espiritualmente. El anciano se sentía muy feliz con el mantra.
Era una persona sencilla y de corazón puro. Toda su vida no había hecho otra cosa que ser un hombre de buenos sentimientos y ahora, ya en su ancianidad, quería hacer alguna práctica metódica.
Estaba el joven ermitaño leyendo las escrituras, cuando, a las pocas horas de marcharse, el anciano regresó. Estaba compungido, y dijo:
--Venerable asceta, resulta que he olvidado las palabras exactas del mantra. Siento ser un pobre ignorante. ¿Puedes indicármelo otra vez?
El joven miró al anciano con condescendencia y le repitió el mantra.
Lleno de orgullo, se dijo interiormente: “Poco podrá este pobre hombre avanzar por la senda hacia la Realidad si ni siquiera es capaz de retener un mantra”. Pero su sorpresa fue extraordinaria cuando de repente vio que el anciano partía hacia su islote caminando sobre las aguas.
*El Maestro dice: No hay mayor logro que la pureza de corazón. ¿Qué no puede obtenerse con un corazón limpio?
LA NIÑA Y EL ACRÓBATA
Era una niña de ojos grandes como lunas, con la sonrisa suave del amanecer. Huérfana siempre desde que ella recordara, se había asociado a un acróbata con el que recorría, de aquí para allá, los pueblos hospitalarios de la India. Ambos se habían especializado en un número circense que consistía en que la niña trepaba por un largo palo que el hombre sostenía sobre sus hombros. La prueba no estaba ni mucho menos exenta de riesgos.
Por eso, el hombre le indicó a la niña:
--Amiguita, para evitar que pueda ocurrirnos un accidente, lo mejor será que, mientras hacemos nuestro número, yo me ocupe de lo que tú estás haciendo y tú de lo que estoy haciendo yo.
De ese modo no correremos peligro, pequeña.
Pero la niña, clavando sus ojos enormes y expresivos en los de su compañero, replicó:
--No, Babu, eso no es lo acertado. Yo me ocuparé de mí y tú te ocuparás de ti, y así, estando cada uno muy pendiente de lo que uno mismo hace, evitaremos cualquier accidente.
*El Maestro dice: Permanece vigilante de ti y libra tus propias batallas en lugar de intervenir en las de otros. Atento de ti mismo, así avanzarás seguro por la vía hacia la Liberación definitiva.
SOY TÚ
Era un discípulo honesto. Moraba en su corazón el afán de perfeccionamiento. Un anochecer, cuando las chicharras quebraban el silencio de la tarde, acudió a la modesta casita de un yogui y llamó a la puerta.
--¿Quién es? -preguntó el yogui.
--Soy yo, respetado maestro. He venido para que me proporciones instrucción espiritual.
--No estás lo suficientemente maduro -replicó el yogui sin abrir la puerta-. Retírate un año a una cueva y medita. Medita sin descanso.
Luego, regresa y te daré instrucción. Al principio, el discípulo se desanimó, pero era un verdadero buscador, de esos que no ceden en su empeño y rastrean la verdad aun a riesgo de su vida. Así que obedeció al yogui.
Buscó una cueva en la falda de la montaña y durante un año se sumió en meditación profunda. Aprendió a estar consigo mismo; se ejercitó en el Ser.
Sobrevinieron las lluvias del monzón. Por ellas supo el discípulo que había transcurrido un año desde que llegara a la cueva. Abandonó la misma y se puso en marcha hacia la casita del maestro. Llamó a la puerta.
--¿Quién es? -preguntó el yogui.
--Soy tú -repuso el discípulo.
--Si es así -dijo el yogui-, entra. No había lugar en esta casa para dos yoes.
*El Maestro dice: Más allá de la mente y el pensamiento está el Ser.
Y en el Ser todos los seres.
LA ELOCUENCIA DEL SILENCIO
Un padre deseaba para sus dos hijos la mejor formación mística posible.
Por ese motivo, los envió a adiestrarse espiritualmente con un reputado maestro de la filosofía vedanta. Después de un año, los hijos regresaron al hogar paterno. El padre preguntó a uno de ellos sobre el Brahmán, y el hijo se extendió sobre la Deidad haciendo todo tipo de ilustradas referencias a las escrituras, textos filosóficos y enseñanzas metafísicas. Después, el padre preguntó sobre el Brahmán al otro hijo, y éste se limitó a guardar silencio.
Entonces el padre, dirigiéndose a este último, declaró:
--Hijo, tú sí que sabes realmente lo que es el Brahmán.
*El Maestro dice: La palabra es limitada y no puede nombrar lo innombrable.
EL BARQUERO INCULTO
Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:
--Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
--No, señor -repuso el barquero.
--Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.
Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:
--Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
--No, señor, no sé nada de plantas.
--Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó el petulante joven.
El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:
--Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas.
?Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua?
--No, señor, nada sé al respecto.
No sé nada de estas aguas ni de otras.
--¡Oh, amigo! -exclamó el joven-.
De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.
Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:
--Señor, ¿sabes nadar?
--No -repuso el joven.
--Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.
*El Maestro dice: No es a través del intelecto como se alcanza el Ser: el pensamiento no puede comprender al pensador y el conocimiento erudito no tiene nada que ver con la Sabiduría*.
LAS PESCADORAS
Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la faena, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.
Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al cultivo y venta de flores. Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.
Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.
Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las flores: “!Qué peste! No hay quien soporte este olor. Así no hay quien pueda dormir”. Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus compañeras:
--No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio, no vamos a poder pegar un ojo. Coged las canastas de pescado y utilizadlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.
Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas. Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.
*El Maestro dice: Por ignorancia y ausencia de entendimiento correcto, el ser humano se pierde en las apariencias y no percibe lo Real.
NI TÚ NI YO SOMOS LOS MISMOS
El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.
Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.
Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.
Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
--¿No estás enfadado, señor?
--No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
--¿Por qué?
Y el Buda dijo:
--Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.
*El Maestro dice: Para el que sabe ver, todo es transitorio: para el que sabe amar, todo es perdonable.
EL COOLI DE CALCUTA
Un buscador occidental llegó a Calcuta. En su país había recibido noticias de un elevado maestro espiritual llamado Baba Gitananda. Después de un agotador viaje en tren de Delhi a Calcuta, en cuanto abandonó la abigarrada estación de la ciudad, se dirigió a un cooli para preguntarle sobre Baba Gitananda. El cooli nunca había oído hablar de este hombre.
El occidental preguntó a otros coolíes, pero tampoco habían escuchado nunca ese nombre. Por fortuna, y finalmente, un cooli, al ser inquirido, le contestó:
--Sí, señor, conozco al maestro espiritual por el que preguntáis.
El extranjero contempló al cooli.
Era un hombre muy sencillo, de edad avanzada y aspecto de pordiosero.
--¿Estás seguro de que conoces a Baba Gitananda? -preguntó, insistiendo.
--Sí, lo conozco bien -repuso el cooli.
--Entonces, llévame hasta él.
El buscador occidental se acomodó en el carrito y el cooli comenzó a tirar del mismo. Mientras era transportado por las atestadas calles de la ciudad, el extranjero se decía para sus adentros: “Este pobre hombre no tiene aspecto de conocer a ningún maestro espiritual y mucho menos a Baba Gitananda. Ya veremos dónde termina por llevarme”.
Después de un largo trayecto, el cooli se detuvo en una callejuela tan estrecha por la que apenas podía casi pasar el carrito. Jadeante por el esfuerzo y con voz entrecortada, dijo:
--Señor, voy a mirar dentro de la casa. Entrad en unos instantes.
El occidental estaba realmente sorprendido. ¿Le habría conducido hasta allí para robarle o, aún peor, incluso para que tal vez le golpearan o quitaran la vida? Era en verdad una callejuela inmunda. ¿Cómo iba a vivir allí Baba Gitananda ni ningún mentor espiritual? Vaciló e incluso pensó en huir. Pero, recurriendo a todo su coraje, se decidió a bajar del carrito y entrar en la casa por la que había penetrado el cooli. Tenía miedo, pero trataba de sobreponerse. Atravesó un pasillo que desembocaba en una sala que estaba en semipenumbra y donde olía a sándalo. Al fondo de la misma, vio la silueta de un hombre en meditación profunda. Lentamente se fue aproximando al yogui, sentado en posición de loto sobre una piel de antílope y en actitud de meditación.
!Cuál no sería su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el cooli que le había conducido hasta allí! A pesar de la escasa luz de la estancia, el occidental pudo ver los ojos amorosos y calmos del cooli, y contemplar el lento movimiento de sus labios al decir:
--Yo soy Baba Gitananda. Aquí me tienes, amigo mío.
*El Maestro dice: Porque tenemos la mente llena de prejuicios, convencionalismo y toda clase de ideas preconcebidas, se perturba nuestra visión y se distorsiona nuestro discernimiento.
EL VIAJERO SEDIENTO
Lentamente, el sol se había ido ocultando y la noche había caído por completo. Por la inmensa planicie de la India se deslizaba un tren como una descomunal serpiente quejumbrosa.
Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban muchas horas para llegar al destino, decidieron apagar la luz y ponerse a dormir. El tren proseguía su marcha. Transcurrieron los minutos y los viajeros empezaron a conciliar el sueño. Llevaban ya un buen número de horas de viaje y estaban muy cansados. De repente, empezó a escucharse una voz que decía:
--¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!
Así una y otra vez, insistente y monótonamente. Era uno de los viajeros que no cesaba de quejarse de su sed, impidiendo dormir al resto de sus compañeros. Ya resultaba tan molesta y repetitiva su queja, que uno de los viajeros se levantó, salió del departamento, fue al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento bebió con avidez el agua. Todos se echaron de nuevo. Otra vez se apagó la luz. Los viajeros, reconfortados, se dispusieron a dormir. Transcurrieron unos minutos. Y, de repente, la misma voz de antes comenzó a decir:
--¡Ay, qué sed tenía, pero qué sed tenía!
*El Maestro dice: La mente siempre tiene problemas. Cuando no tiene problemas reales, fabrica problemas imaginarios y ficticios, teniendo incluso que buscar soluciones imaginarias y ficticias.
EL TIGRE QUE BALABA
Al atacar a un rebaño, una tigresa dio a luz y poco después murió. El cachorro creció entre las ovejas y llegó él mismo a tomarse por una de ellas, y como una oveja llegó a ser considerado y tratado por el rebaño.
Era sumamente apacible, pacía y balaba, ignorando por completo su verdadera naturaleza. Así transcurrieron algunos años.
Un día llegó un tigre hasta el rebaño y lo atacó. Se quedó estupefacto cuando comprobó que entre las ovejas había un tigre que se comportaba como una oveja más. No pudo por menos que decirle:
--Oye, ¿por qué te comportas como una oveja, si tú eres un tigre?
Pero el tigre-oveja baló asustado.
Entonces el tigre lo condujo ante un lago y le mostró su propia imagen.
Pero el tigre-oveja seguía creyéndose una oveja, hasta tal punto que cuando el tigre recién llegado le dio un trozo de carne ni siquiera quiso probarla.
--Pruébala -le ordenó el tigre.
Asustado, sin dejar de balar, el tigre-oveja probó la carne. En ese momento la carne cruda desató sus instintos de tigre y reconoció de golpe su verdadera y propia naturaleza.
*El Maestro dice: El ser humano común está tan identificado con la burda máscara de su personalidad y su ego que desconoce su genuina y real naturaleza.
LA LLAVE DE LA FELICIDAD
El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él.
Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo. Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no diese con ella. Tenía, desde luego, que esconderla en un lugar recóndito donde el hombre no pudiese hallarla. Primero pensó en ocultarla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; después, en un remotísimo confín del espacio sideral. Pero no se sintió satisfecho con estos lugares. Pasó toda la noche en vela, preguntándose cual sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad. Pensó que el hombre terminaría descendiendo a lo más abismal de los océanos y que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta de los Himalayas, porque antes o después hallaría esas tierras. Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque un día el hombre exploraría todo el universo. “?Dónde ocultarla?”, continuaba preguntándose al amanecer. Y cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina, al Divino se le ocurrió de súbito el único lugar en el que el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior colocó la llave de la felicidad.
*El Maestro dice: Busca dentro de ti mismo. “Desafía” a Dios y róbale la suprema felicidad.
EL ZAPATERO FELIZ
Todavía perdura el recuerdo, en una ciudad de Europa, de un alegre zapatero. Era, probablemente, una de las personas más felices de la tierra a pesar de su gran humildad.
Un día el zapatero fue visitado por uno de sus vecinos, un banquero muy rico, que al observar la gran alegría del zapatero entre tanta miseria, no pudo dejar de preguntar:
Señor zapatero, si no es molestia, ¿podría decirme cuánto gana usted con su humilde trabajo?
Es tan poco dinero, señor, que hasta vergüenza me da decirlo, no se lo tome a mal. Pero dicho dinero me da cada día el pan de mis hijos, y a mí me basta con terminar decentemente el año, aunque tengamos que privarnos, lamentablemente, de muchas cosas. – Respondió el zapatero orgulloso.
Aquella excelente y positiva actitud dejó muy sorprendido al banquero que, poco después, dijo muy conmovido:
Señor zapatero, tome usted estas monedas de oro que le ofrezco desinteresadamente, y guárdelas con esmero para cuando las necesite de verdad.
A partir de entonces la actitud del zapatero cambió, con motivo de sentirse poseedor de una de las mayores riquezas del mundo. Aquella riqueza exigía mucho del zapatero, ya que al haber escondido bajo el suelo de su casa las monedas de oro, era incapaz de descansar y vivir con normalidad. El zapatero había enterrado sin saberlo al mismo tiempo el dinero y su alegría y buen humor, siendo desde entonces huéspedes de su casa, el miedo, la desconfianza, el insomnio y la inquietud. El menor ruido durante la noche, le hacía llenarse de temor ante un posible robo y sus consecuencias.
Hasta que un día, cansado el zapatero de su nueva vida, fue a visitar a su vecino banquero:
Oiga, amable señor; quiero devolverle todo su dinero, pues mi mayor deseo es vivir como lo hacía antes.
Y, de esta sencilla forma, el zapatero recuperó su alegría.
Un cierto mercader famoso y bien relacionado acudió a Bahaudin Naqshband. En asamblea abierta dijo:
"He venido a ofrecerte mi sumisión a ti y a tus enseñanzas, y te ruego que me aceptes como discípulo."
Bahaudin le preguntó:
"¿Por qué piensas que eres capaz de aprovecharte de la enseñanza?"
El mercader contestó:
"Todo lo que he conocido y todo lo que me ha gustado de la poesía y de las enseñanzas de los antiguos , tal como están escritas en sus libros, lo encuentro en ti. Todo lo que otros maestros sufíes predican, alaban y tomas de los Sabios, realmente lo encuentro en ti, y no tan completa y perfectamente en ellos. Te considero uno de los Grandes Sabios*, porque puedo distinguir el aroma de la Verdad en ti y en todo lo que se relaciona contigo."
Bahaudin dijo al hombre que se retirase, prometiéndole que le comunicaría su decisión respecto a su aceptación a su debido tiempo.
Transcurridos seis meses, Bahaudin llamó al mercader a su presencia y dijo:
"¿Estás preparado para aparecer públicamente conmigo en un intercambio de preguntas y respuestas?"
Él respondió:
"Por mi cabeza y por mis ojos que sí."
Cuando la reunión de la mañana iba progresando, Bahaudin llamó a otro hombre del círculo y le pidió que se sentase junto a él. A los oyentes les dijo:
"Éste es el distinguido rey de los mercaderes de esta ciudad. Hace seis meses vino aquí creyendo que podía distinguir el aroma de la verdad en todo lo relacionado conmigo."
El mercader afirmó:
"Este período de prueba y separación, estos seis meses sin un vislumbre del Maestro, este exilio, han hecho que me sumerja aún más en los clásicos, de manera que pueda al menos mantener alguna relación con él, al que deseo servir, Bahaudin El-Shah, que es visiblemente idéntico a los Grandes Sabios."
Bahaudin replicó:
"Han pasado seis meses desde que estuviste aquí. No los has pasado en vano: has estado trabajando en tu tienda y has estado estudiando las vidas de los grandes sufíes. Sin embargo, podías haber estado estudiándome a mí, al que consideras tan idéntico a uno de los Conocedores del pasado, ya que he pasado dos veces por semana por tu tienda. Durante estos seis meses en los que "no hemos estado en contacto", he estado cruenta y ocho veces en tu tienda. Muchas de esas ocasiones transcurrieron haciendo yo algún tipo de transacción contigo, comprando o vendiendo mercancía. Por las mercancías y por un simple cambio de ropa y de apariencia no me reconociste. ¿Es eso "distinguir el aroma de la verdad"?"
El mercader permaneció en silencio.
Bahaudin continuó:
"Cuando llegas cerca del hombre que otros llaman "Bahaudin", puedes sentir que él es la verdad. Cuando te encuentras con el hombre que se llama a sí mismo el mercader Khaja Alavi (uno de los seudónimos de Bahaudin) no puedes distinguir el aroma de la verdad de lo que está conectado con Alavi. Tú encuentras de manera perceptible en Naqshband sólo lo que otros predican y no son. En Alavi no encuentras lo que los Sabios son pero no parecen ser. La poesía y las enseñanzas a las que te has referido son una manifestación externa . Por favor, no llames a esto espritualidad."
Ese mercader era Mahsud Nadimzada, que posteriormente fue un famoso santo , que se hizo discípulo de Bahaudin tras haberse sometido al estudio bajo la dirección del cocinero de la Khanqa, que era casi analfabeto en poesía, charlas o técnicas espirituales.
Una vez dijo:
"Si no hubiera estudiado lo que imaginaba que era un camino espiritual, no tendría que haber olvidado los numerosos errores y superficialidades que Califa-Ashpaz (el cocinero) extirpó de mí al ignorar mis pretensiones."
LES DAMOS LAS BIENVENIDAS A LOS ERUDITOS
"Deben ser discípulos verdaderos de la eterna verdad, discípulos llenos de comprensión y no simplemente imitadores que repiten las ideas o las palabras de otros.
Sean creadores de su propia vida sin forma.
Las gentes en su mayoría adoran una idea y se apegan a su forma y se olvidan del inmenso mundo que vive tras de todas las formas; no se trata de un mundo misterioso o escondido, sino de un mundo que existe dentro de cada uno de nosotros y que es encontrado sólo por cada uno.
Mientras que tu meta sea irreal, la verdad será igualmente irreal, y así crearan barreras innumerables entre ustedes y la eterna meta."
Damos la bienvenida a los eruditos que quieran comprender el Camino.
¿Qué hay de los otros?
Piensan que no les damos la bienvenida, pero en realidad son ellos los que no nos la dan a nosotros.
No pueden hacerlo mientras mantengan tan extrañas concepciones del Camino.
Me refiero a dos actitudes, la de los que dicen:
"Negamos el valor del sufismo", y la de los que dicen:
"Aceptamos el sufismo, pero esto no es sufismo."
De esos dos tipos de personas, los que rechazan a los sufíes son mejores que los que piensan que las personas que a ellos no les gustan no pueden por ello ser sufíes.
Al primer tipo de personas hay otras que los engañan haciéndoles creer que los sufíes son inútiles.
Y cualquiera puede dejarse engañar.
La segunda clase de personas es la de quienes se engañan a sí mismos creyendo algo que no es cierto.
Ningún erudito puede decidir quién es sufí y quién no. Las personas que intentan hacer una cosa que no son capaces de hacer deberían servirnos siempre de lección.
LA PEREZA ACTIVA
Hay un antiguo relato tibetano que; se titula «El
padre de "Famoso Como La Luna"». Un hombre muy pobre,
después de mucho trabajar, consiguió acumular todo un saco de
grano. Se sentía muy orgulloso de sí mismo, y cuando llegó a
casa cogió una cuerda y colgó el saco de una viga para que
estuviera a salvo de ratas y ladrones. Dejándolo allí colgado, se
tendió a dormir justo debajo para mayor seguridad. Mientras
yacía acostado, su mente empezó a divagar: «Si vendo el grano
en pequeñas cantidades obtendré mayor beneficio. Así podré
comprar más grano y repetir el negocio, y muy pronto me haré
rico y seré una persona influyente en la comunidad. Las chicas
se prendarán de mí. Me casaré con una mujer hermosa, y muy
pronto tendremos un hijo. Habrá de ser un niño, pero... ¿qué
nombre vamos a ponerle?». Paseó la mirada por el cuarto y la
detuvo en un ventanuco tras el cual se veía ascender la Luna.
«¡Qué signo más auspicioso!», pensó. Ese sí que es un buen
nombre. Lo llamaré "Famoso Como La Luna"». Ahora bien,
mientras él se entregaba a sus fantasías, una rata logró trepar
hasta el saco de grano y royó la cuerda que lo sostenía. En el
momento en que brotaban de sus labios las palabras «Famoso
Como La Luna», el saco cayó del techo y lo mató al instante.
«Famoso Como La Luna», lógicamente, no llegó a nacer.
¿Cuántos de nosotros, a semejanza del protagonista de este
relato, somos arrastrados por lo que he dado en llamar «pereza
activa»? Naturalmente, existen diversas variedades de pereza. La
pereza de estilo oriental es como la que se ha llevado a la
perfección en India. Consiste en pasarse el día holgazaneando al
sol, sin hacer nada, evitando toda clase de trabajo o actividad
útil, bebiendo tazas de té, escuchando música de películas indias
a todo volumen en los aparatos de radio y charlando con los
amigos. La pereza occidental es muy distinta. Consiste en abarrotar
nuestra vida de actividades compulsivas a fin de que no
quede tiempo para afrontar los verdaderas problemas.
Si contemplamos nuestra vida veremos claramente cuántas
tareas sin importancia, a las que llamamos «responsabilidades»,
se acumulan para llenarla. Un maestro las compara a «hacer la
limpieza de la casa en sueños». Nos decimos que queremos dedicar
tiempo a las cosas importantes de la vida, pero nunca tenemos
tiempo. El mero hecho de levantarnos por la mañana supone
una multitud de tareas: abrir la ventana, hacer la cama, ducharse,
limpiarse los dientes, dar de comer al perro o al gato, fregar los
platos de la noche anterior, descubrir que te has quedado
sin azúcar o café, salir a comprarlo, preparar el desayuno...
Es una lista interminable. Luego hay que buscar la ropa, elegirla,
plancharla, volverla a guardar. ¿Y el cabello? ¿Y el maquillaje?
Desvalidos, vemos cómo se nos llenan los días de llamadas
telefónicas y proyectos triviales, de responsabilidades y responsabilidades...
¿O no deberíamos llamarlas «irresponsabilidades»?
Parece que nuestra vida nos vive, que posee su propio
impulso imprevisible, que se nos lleva; en último término, nos
parece que no tenemos elección ni control sobre ella. Naturalmente,
esto a veces nos hace sentir mal, tenemos pesadillas y
despertamos sudorosos, preguntándonos: «¿Qué estoy haciendo
de mi vida?». Pero nuestros temores sólo duran hasta la hora del
desayuno; aparece el maletín y volvemos a estar donde empezamos.
Pienso en el santo hindú Ramakrishna, que le dijo a uno de
sus discípulos: «Si dedicaras a la práctica espiritual una décima
parte del tiempo que dedicas a distracciones como ir detrás de
las mujeres o hacer dinero, llegarías a la Iluminación en unos
pocos años».
La Historia de "La Última Cena" de Leonardo Da Vinci
Existe una anécdota del gran pintor, escultor e inventor, Leonardo Da Vinci, acerca de su pintura "La Última Cena", una de sus obras más copiadas y vendidas en la actualidad.
Tardó 20 años en hacerla debido a que era muy exigente al buscar a las personas que servirían de modelos. Tuvo problemas en iniciar la pintura porque no encontraba al modelo para representar a Jesús, quien debía reflejar en su rostro pureza, nobleza y los más bellos sentimientos. Así mismo debía poseer una extraordinaria belleza varonil. Por fin, encontró a un joven con esas características, fue el primero que pintó. Después fue localizando a los 11 apóstoles, a quienes pintó juntos, dejando pendiente a Judas Iscariote, pues no daba con el modelo adecuado. Éste debía ser una persona de edad madura y mostrar en el rostro las huellas de la traición y la avaricia. Por lo que el cuadro quedó inconcluso por largo tiempo, hasta que le hablaron de un terrible criminal que habían apresado. Fue a verlo, y era exactamente el Judas que él quería para terminar su obra, por lo que solicitó al alcalde le permitiera al reo que posara para él. El alcalde, conociendo la fama del maestro Da Vinci, aceptó gustoso y llevaron al reo custodiado por 2 guardias y encadenado, al estudio del pintor.
Durante todo el tiempo que posó el reo no dio muestra de emoción alguna por haber sido elegido como modelo, mostrándose demasiado callado y distante. Al final, Da Vinci, satisfecho del resultado, llamó al reo y le mostró la obra; cuando el reo la vio, sumamente impresionado, cayó de rodillas, llorando.
Da Vinci, extrañado, le pregunto el por qué de su actitud, a lo que el preso respondió:
—Maestro Da Vinci, ¿es que acaso no me recuerda?
Da Vinci observándolo fijamente le contesta:
—No, nunca antes lo había visto.
Llorando y pidiendo perdón a Dios, el reo le dijo:
—Maestro, yo soy aquel joven que hace 19 años usted escogió para representar a Jesús en este mismo cuadro.
La moraleja de esta historia es que por más belleza física que se posea, es la belleza interna la que finalmente sale a relucir a través del tiempo en nosotros quedando inevitablemente marcada en nuestro rostro.
La Puerta Sin Cerradura
Un hombre había pintado un lindo cuadro. El día de la presentación al público asistieron las autoridades locales, fotógrafos, periodistas, y mucha gente, pues se trataba de un famoso pintor, reconocido artista. Llegado el momento se tiró el paño que velaba el cuadro. Hubo un caluroso aplauso.
Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta, parecía querer oír si adentro de la casa alguien le respondía.
Todos admiraban aquella preciosa obra de arte. Un observador muy curioso encontró una falla en el cuadro. La puerta no tenía cerradura. Y fue a preguntar al artista:
—¡Su puerta no tiene cerradura! ¿Cómo se hace para abrirla?
El pintor tomo su Biblia, buscó un versículo y le pidió al observador que lo leyera:
Apocalipsis 3, 20: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”
—Así es —respondió el pintor—. Ésta es la puerta del corazón del hombre. Solo se abre por dentro.
El Roble y la Hiedra
De: "Historias para Reflexionar II".
Un hombre edificó su casa. Y la embelleció con un jardín interno. En el centro plantó un roble. Y el roble creció lentamente. Día a día echaba raíces y fortalecía su tallo, para convertirlo en tronco, capaz de resistir los vientos y las tormentas.
Junto a la pared de su casa plantó una hiedra y la hiedra comenzó a levantarse velozmente. Todos los días extendía sus tentáculos llenos de ventosas, y se iba alzando adherida a la pared.
Al cabo de un tiempo la hiedra caminaba sobre los tejados. El roble crecía silenciosa y lentamente.
— ¿Cómo estás, amigo roble?, preguntó una mañana la hiedra.
—Bien, mi amiga, contestó el roble.
—Eso dices porque nunca llegaste hasta esta altura —agregó la hiedra con mucha ironía—. Desde aquí se ve todo tan distinto. A veces me da pena verte siempre allá en el fondo del patio.
—No te burles, amiga —respondió muy humilde el roble—. Recuerda que lo importante no es crecer deprisa, sino con firmeza.
Entonces la hiedra lanzó una carcajada burlona.
Y el tiempo siguió su marcha. El roble creció con su ritmo firme y lento. Las paredes de la casa envejecieron.
Una fuerte tormenta sacudió con un ciclón la casa y su jardín. Fue una noche terrible. El roble se aferró con sus raíces para mantenerse erguido. La hiedra se aferró con sus ventosas al viejo muro para no ser derribada. La lucha fue dura y prolongada.
Al amanecer, el dueño de la casa recorrió su jardín, y vio que la hiedra había sido desprendida de la pared, y estaba enredada sobre sí misma, en el suelo, al pie del roble. Y el hombre arrancó la hiedra, y la quemó.
Mientras tanto el roble reflexionaba:
—Es mejor crecer sobre raíces propias y crear un tronco fuerte, que ganar altura con rapidez, colgados de la seguridad de otros.
El Maestro Vive en Tu Interior
Érase una vez un maestro que hablaba a un grupo de gente y su mensaje resultaba tan maravilloso que todas las personas que estaban allí reunidas se sintieron conmovidas por sus palabras de amor. En medio de esa multitud se encontraba un hombre que había escuchado todas las palabras que el maestro había pronunciado. Era un hombre muy humilde y de gran corazón, que se sintió tan conmovido por las palabras del maestro que sintió la necesidad de invitarlo a su hogar.
Así pues cuando el maestro acabó de hablar, el hombre se abrió paso entre la multitud, se acarreó a él y, mirándole a los ojos, le dijo:
—Sé que está muy ocupado y que todos requieren su atención. También sé que casi no dispone de tiempo ni para escuchar mis palabras, pero mi corazón se siente tan libre y es tanto el amor que siento por usted que me mueve la necesidad de invitarle a mi hogar. Quiero prepararle la mejor de las comidas. No espero que acepte, pero quería que lo supiera.
El maestro le miró a los ojos, y con la más bella de las sonrisas, le contestó:
—Prepáralo todo. Iré.
Entonces el maestro se alejó.
Al oír estas palabras el corazón del hombre se sintió lleno de júbilo. A duras penas podía esperar a que llegase el momento de servir al maestro y expresarle el amor que sentía por él. Sería el día más importante de su vida: el maestro estaría con él. Compró la mejor comida y el mejor vino y buscó las ropas más preciosas para ofrecérselas como regalo. Después corrió hacia su casa a fin de llevar a cabo todos los preparativos para recibir al maestro. Lo limpió todo, preparó una comida deliciosa y decoró bellamente la mesa. Su corazón estaba rebosante de alegría porque el maestro pronto estaría allí.
El hombre esperaba ansioso cuando alguien llamó a la puerta. La abrió con afán pero, en lugar del maestro, se encontró con una anciana. Ésta le miró a los ojos y le dijo:
—Estoy hambrienta. ¿Podrás darme un trozo de pan?
Él se sintió un poco decepcionado al ver que no se trataba del maestro. Miró a la mujer y le dijo:
—Por favor entre a mi casa.
La sentó en el lugar que había preparado para el maestro y le ofreció la comida que había preparado para él. Pero estaba ansioso y esperaba que la mujer se diese prisa en acabar de comer. La anciana se sintió conmovida por la generosidad de estehombre. Le dio las gracias y se marchó.
Apenas hubo acabado de preparar de nuevo la mesa para el maestro cuando alguien volvió a llamar a su puerta. Esta vez se trataba de un desconocido que había viajado a través del desierto. El forastero le miró y le dijo:
—Estoy sediento. ¿Podrías darme algo de beber?
De nuevo se sintió un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero aún así, invitó al desconocido a entrar a su casa, hizo que se sentase en el lugar que había preparado para el maestro y le sirvió el vino que quería ofrecerle a él. Cuando se marchó volvió a preparar de nuevo todas las cosas.
Por tercera vez, alguien llamó a la puerta y cuando la abrió, se encontró con un niño. Éste elevó su mirada hacia él y le dijo:
—Estoy congelado. ¿Podría darme una manta para cubrir mi cuerpo?
Estaba un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero miró al niño a los ojos y sintió amor en su corazón. Rápidamente cogió las ropas que había comprado para el maestro y le cubrió con ellas. El niño le dio las gracias y se marchó.
Volvió a prepararlo todo de nuevo para el maestro y después se dispuso a esperarle hasta que se hizo muy tarde. Cuando comprendió que no acudiría se sintió decepcionado, pero lo perdonó de inmediato. Se dijo a sí mismo: “Sabía que no podía esperar que el maestro viniese a esta humilde casa. Me dijo que lo haría, pero algún asunto de mayor importancia lo habrá llevado a cualquier otra parte. No ha venido, pero al menos aceptó la invitación y eso es suficiente para que mi corazón se sienta feliz.”
Entonces guardó la comida y el vino y se acostó. Aquella noche soñó que el maestro le hacía una visita. Al verlo se sintió feliz sin saber que se trataba de un sueño. “¡Ha venido maestro! Ha mantenido su palabra.”
El maestro le contestó:
—Sí, estoy aquí, pero estuve aquí antes. Estaba hambriento y me diste de comer. Estaba sediento y me ofreciste vino. Tenía frío y me cubriste con ropas. Todo lo que haces por los demás, lo haces por mí.
El hombre se despertó con el corazón rebosante de dicha porque había comprendido la enseñanza del maestro. Lo amaba tanto que había enviado a tres personas para que le transmitiesen la lección más grande: que él vive en el interior de todas las personas. Cuando das de comer al hambriento, de beber al sediento y cubres al que tiene frío, ofreces tu amor al MAESTRO.
SÓLO SE NECESITA MIEDO
Había un rey de corazón puro y muy interesado por la búsqueda espiritual. A menudo se hacía visitar por yoguis y maestros místicos que pudieran proporcionarle prescripciones y métodos para su evolución interna. Le llegaron noticias de un asceta muy sospechoso y entonces decidió hacerlo llamar para ponerlo a prueba.
El asceta se presentó ante el monarca, y éste, sin demora, le dijo:
--¡O demuestras que eres un renunciante auténtico o te haré ahorcar!
El asceta dijo:
--Majestad, os juro y aseguro que tengo visiones muy extrañas y sobrenaturales. Veo un ave dorada en el cielo y demonios bajo la tierra.
!Ahora mismo los estoy viendo! ¡Sí, ahora mismo!
--¿Cómo es posible -inquirió el rey- que a través de estos espesos muros puedas ver lo que dices en el cielo y bajo tierra?
Y el asceta repuso:
--Sólo se necesita miedo.
*El Maestro dice: Caminar hacia la Verdad es más difícil que hacerlo por el filo de la navaja, por eso sólo algunos se comprometen con la Búsqueda.
¿AVISARÍAS A LOS PERSONAJES DE TU SUEÑO?
El discípulo se reunió con su mentor espiritual para indagar algunos aspectos de la Liberación y de aquellos que la alcanzan. Departieron durante horas. Por último, el discípulo le preguntó al maestro:
--¿Cómo es posible que un ser humano liberado pueda permanecer tan sereno a pesar de las terribles tragedias que padece la humanidad?
El mentor tomó entre las suyas las manos del perplejo discípulo, y le explicó:
--Tú estás durmiendo. Supóntelo.
Sueñas que vas en un barco con otros muchos pasajeros. De repente, el barco encalla y comienza a hundirse. Angustiado, te despiertas. Y la pregunta que yo te hago es: ¿Acaso te duermes rápidamente de nuevo para avisar a los personajes de tu sueño?
*El Maestro dice: El ser liberado es como una flor que no deja de exhalar su aroma y, suceda lo que suceda, no se marchita.
EL EREMITA ASTUTO
Era un eremita de muy avanzada edad. Sus cabellos eran blancos como la espuma, y su rostro aparecía surcado con las profundas arrugas de más de un siglo de vida. Pero su mente continuaba siendo sagaz y despierta y su cuerpo flexible como un lirio. Sometiéndose a toda suerte de disciplinas y austeridades, había obtenido un asombroso dominio sobre sus facultades y desarrollado portentosos poderes psíquicos. Pero, a pesar de ello, no había logrado debilitar su arrogante ego. La muerte no perdona a nadie, y cierto día, Yama, el Señor de la Muerte, envió a uno de sus emisarios para que atrapase al eremita y lo condujese a su reino. El ermitaño, con su desarrollado poder clarividente, intuyó las intenciones del emisario de la muerte y, experto en el arte de la ubicuidad, proyectó treinta y nueve formas idénticas a la suya. Cuando llegó el emisario de la muerte, contempló, estupefacto, cuarenta cuerpos iguales y, siéndole imposible detectar el cuerpo verdadero, no pudo apresar al astuto eremita y llevárselo consigo. Fracasado el emisario de la muerte, regresó junto a Yama y le expuso lo acontecido.
Yama, el poderoso Señor de la Muerte, se quedó pensativo durante unos instantes. Acercó sus labios al oído del emisario y le dio algunas instrucciones de gran precisión. Una sonrisa asomó en el rostro habitualmente circunspecto del emisario, que se puso seguidamente en marcha hacia donde habitaba el ermitaño. De nuevo, el eremita, con su tercer ojo altamente desarrollado y perceptivo, intuyó que se aproximaba el emisario. En unos instantes, reprodujo el truco al que ya había recurrido anteriormente y recreó treinta y nueve formas idénticas a la suya.
El emisario de la muerte se encontró con cuarenta formas iguales.
Siguiendo las instrucciones de Yama, exclamó:
--Muy bien, pero que muy bien.
!Qué gran proeza!
Y tras un breve silencio, agregó:
--Pero, indudablemente, hay un pequeño fallo.
Entonces el eremita, herido en su orgullo, se apresuró a preguntar:
--¿Cuál?
Y el emisario de la muerte pudo atrapar el cuerpo real del ermitaño y conducirlo sin demora a las tenebrosas esferas de la muerte.
*El Maestro dice: El ego abre el camino hacia la muerte y nos hace vivir de espaldas a la realidad del Ser. Sin ego, eres el que jamás has dejado de ser.
SÉ COMO UN MUERTO
Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó:
--Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.
El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.
--¿Qué te respondieron los muertos? -preguntó el maestro.
--Nada dijeron.
--En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos.
El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante:
--¿Qué te han respondido los muertos?
--De nuevo nada dijeron -repuso el discípulo.
Y el maestro concluyó:
--Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.
*El Maestro dice: Quien hoy te halaga, mañana te puede insultar y quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en ti mismo más allá de unos y de otros.
UNA BROMA DEL MAESTRO
Había en un pueblo de la India un hombre de gran santidad. A los aldeanos les parecía una persona notable a la vez que extravagante. La verdad es que ese hombre les llamaba la atención al mismo tiempo que los confundía. El caso es que le pidieron que les predicase. El hombre, que siempre estaba en disponibilidad para los demás, no dudó en aceptar. El día señalado para la prédica, no obstante, tuvo la intuición de que la actitud de los asistentes no era sincera y de que debían recibir una lección. Llegó el momento de la charla y todos los aldeanos se dispusieron a escuchar al hombre santo confiados en pasar un buen rato a su costa. El maestro se presentó ante ellos. Tras una breve pausa de silencio, preguntó:
--Amigos, ¿sabéis de qué voy a hablaros?
--No -contestaron.
--En ese caso -dijo-, no voy a decirles nada. Son tan ignorantes que de nada podría hablarles que mereciera la pena. En tanto no sepan de qué voy a hablarles, no les dirigiré la palabra.
Los asistentes, desorientados, se fueron a sus casas. Se reunieron al día siguiente y decidieron reclamar nuevamente las palabras del santo.
El hombre no dudó en acudir hasta ellos y les preguntó:
--¿Sabéis de qué voy a hablaros?
--Sí, lo sabemos -repusieron los aldeanos.
--Siendo así -dijo el santo-, no tengo nada que deciros, porque ya lo sabéis. Que paséis una buena noche, amigos.
Los aldeanos se sintieron burlados y experimentaron mucha indignación.
No se dieron por vencidos, desde luego, y convocaron de nuevo al hombre santo. El santo miró a los asistentes en silencio y calma. Después, preguntó:
--¿Sabéis, amigos, de qué voy a hablaros?
No queriendo dejarse atrapar de nuevo, los aldeanos ya habían convenido la respuesta:
--Algunos lo sabemos y otros no.
Y el hombre santo dijo:
--En tal caso, que los que saben transmitan su conocimiento a los que no saben.
Dicho esto, el hombre santo se marchó de nuevo al bosque.
*El Maestro dice: Sin acritud, pero con firmeza, el ser humano debe velar por sí mismo.
PUREZA DE CORAZÓN
Se trataba de dos ermitaños que vivían en un islote cada uno de ellos. El ermitaño joven se había hecho muy célebre y gozaba de gran reputación, en tanto que el anciano era un desconocido. Un día, el anciano tomó una barca y se desplazó hasta el islote del afamado ermitaño. Le rindió honores y le pidió instrucción espiritual. El joven le entregó un mantra y le facilitó las instrucciones necesarias para la repetición del mismo. Agradecido, el anciano volvió a tomar la barca para dirigirse a su islote, mientras su compañero de búsqueda se sentía muy orgulloso por haber sido reclamado espiritualmente. El anciano se sentía muy feliz con el mantra.
Era una persona sencilla y de corazón puro. Toda su vida no había hecho otra cosa que ser un hombre de buenos sentimientos y ahora, ya en su ancianidad, quería hacer alguna práctica metódica.
Estaba el joven ermitaño leyendo las escrituras, cuando, a las pocas horas de marcharse, el anciano regresó. Estaba compungido, y dijo:
--Venerable asceta, resulta que he olvidado las palabras exactas del mantra. Siento ser un pobre ignorante. ¿Puedes indicármelo otra vez?
El joven miró al anciano con condescendencia y le repitió el mantra.
Lleno de orgullo, se dijo interiormente: “Poco podrá este pobre hombre avanzar por la senda hacia la Realidad si ni siquiera es capaz de retener un mantra”. Pero su sorpresa fue extraordinaria cuando de repente vio que el anciano partía hacia su islote caminando sobre las aguas.
*El Maestro dice: No hay mayor logro que la pureza de corazón. ¿Qué no puede obtenerse con un corazón limpio?
LA NIÑA Y EL ACRÓBATA
Era una niña de ojos grandes como lunas, con la sonrisa suave del amanecer. Huérfana siempre desde que ella recordara, se había asociado a un acróbata con el que recorría, de aquí para allá, los pueblos hospitalarios de la India. Ambos se habían especializado en un número circense que consistía en que la niña trepaba por un largo palo que el hombre sostenía sobre sus hombros. La prueba no estaba ni mucho menos exenta de riesgos.
Por eso, el hombre le indicó a la niña:
--Amiguita, para evitar que pueda ocurrirnos un accidente, lo mejor será que, mientras hacemos nuestro número, yo me ocupe de lo que tú estás haciendo y tú de lo que estoy haciendo yo.
De ese modo no correremos peligro, pequeña.
Pero la niña, clavando sus ojos enormes y expresivos en los de su compañero, replicó:
--No, Babu, eso no es lo acertado. Yo me ocuparé de mí y tú te ocuparás de ti, y así, estando cada uno muy pendiente de lo que uno mismo hace, evitaremos cualquier accidente.
*El Maestro dice: Permanece vigilante de ti y libra tus propias batallas en lugar de intervenir en las de otros. Atento de ti mismo, así avanzarás seguro por la vía hacia la Liberación definitiva.
AHRAR Y LA PAREJA DE RICOS
Emirudin Arosi, procedente de una familia conocida por su apega a las creencias de una secta de
entusiastas, encontró a un sabio y le dijo:
“Durante muchos años, mi mujer y yo hemos intentado con determinación seguir la vía derviche.
Conscientes de que sabíamos menos que muchos otros, nos hemos contentado durante largo tiempo con
gastar nuestra riqueza en la causa de la verdad. Hemos seguido a personas que han asumido la
responsabilidad de la enseñanza, y de los que ahora dudamos. Sentimos pena, no por lo que hemos
perdido en donaciones para empresas comerciales, derrochadas a manos de nuestros últimos mentores en
nombre de la Tarea, sino más bien por el desperdicio de tiempo y esfuerzo, así como por las personas que
todavía se encuentran sometidas a quienes de forma engañosa se autodenominan maestros, personas que
viven con total despreocupación en una casa que llevan dos falsos sufíes, en un ambiente de anormalidad.”
El sabio, al que la tradición llama Khwaja Ahrar, el Señor de lo Libre, respondió:
“Os habéis arrepentido de vuestra adhesión a esos “maestros” de imitación, pero todavía no os habéis
arrepentido de vuestro amor propio, que os hace experimentar una responsabilidad hacia los prisioneros
de lo falso. Muchos de los prisioneros también están atrapados en la telaraña del engaño, porque desean
un conocimiento fácil.”
“¿Qué tenemos que hacer?”
“Venid a mí con un corazón abierto y sin condiciones, aunque esas condiciones sean el servicio a la
humanidad o que yo me muestre a vosotros como un ser razonable”, dijo el Maestro, “porque la liberación
de vuestros compañeros es asunto de especialistas, no de vosotros. Incluso vuestra capacidad para
formaros una opinión sobre mí está deteriorada, y yo por lo menos me niego a depender de ella”.
Pero, sin prestar mucha atención, Arosi y su mujer, temerosos de estar equivocándose de nuevo,
siguieron adelante, buscando a otra persona; alguien que pudiera consolarles. Y lo consiguieron. Se trataba
de otro fraude.
Volvieron a pasar los años, y la pareja volvió a casa de Khwaja Ahrar.
“Hemos venido, en total sumisión”, dijeron al guardián de la puerta, “a ponernos en manos del Señor
de lo Libre, como si fuéramos cadáveres en las manos del que lava a los muertos”.
“Buena gente”, respondió el portero, “vuestra decisión es magnífica, propia de personas que el Señor
de lo Libre no dudaría en aceptar como discípulos. Pero no tendréis en esta vida una segunda oportunidad,
porque Khwaja Ahrar está muerto”.
BAHAUDIN Y EL CAMINANTE
Bahaudin el-Shah, gran maestro de los derviches Naqshbandi, encontró un día a un compañero en la
gran plaza de Bujara.
El recién llegado era un kalendar* errante de los Malamati, los “Censurables”, Bahaudin estaba rodeado
por sus discípulos.
“¿De dónde vienes?”, le preguntó el viajero, con la expresión sufí habitual.
“No tengo ni idea”, dijo el otro, riendo estúpidamente.
Algunos de los discípulos de Bahaudin murmuraron su desaprobación por esta falta de respeto.
“¿Adónde vas?”, prosiguió Bahaudin.
“No sé”, gritó el derviche.
“¿Qué es el Bien?”
Para entonces ya se había reunido una gran multitud.
“No lo sé.”
“¿Qué es el mal?”
“No tengo ni idea.”
“¿Qué es lo Correcto?”
“Todo lo que es bueno para mí.”
¿Qué es lo Equivocado?”
“Todo lo que es malo para mí.”
Las gentes, agotada su paciencia e irritada por este derviche, lo apartaron. Éste se fue caminando
decididamente a grandes pasos en una dirección que no llevaba a ninguna parte, muy lejos.
“¡Idiotas!”, dijo Bahaudin Naqshband, “este hombre estaba representando el papel dela humanidad.
Mientras vosotros le despreciabais, él estaba mostrando deliberadamente la falta de atención que todos
vosotros mostráis, de forma inconsciente, todos los días de vuestras vidas”.
"Esto es demasiado sombrío, " Dijeron otros,"Porque podríamos haber encontrado caras largas en cualquier lugar".
Y hubo otras opiniones, expresadas o no.
El sabio, cuando el tiempo de la reflexión terminó, envió a todos estos visitantes lejos.
Mucho más tarde, un pequeño número regresó y buscó su interpretación de lo que habían experimentado.
Se presentaron en la entrada y miraron hacia el patio. El maestro se sentó allí, solo, sin deleitarse ni meditar. Sus discípulos no estaban ahora en ninguna parte.
"Por fin puedes escuchar toda la historia" , dijo, "porque he podido despedir a mis alumnos, ya que la tarea está terminada".
"Cuando llegaste por primera vez, esa clase de la mía había sido demasiado seria: estaba en proceso de aplicar el correctivo. La segunda vez que viniste, habían sido muy felices: estaba aplicando el correctivo.
"Cuando un hombre está trabajando, no siempre se explica a los visitantes casuales, por más interesados ??que puedan estar los visitantes. Cuando una acción está en progreso, lo que cuenta es la operación correcta de esa acción. En estas circunstancias, la evaluación externa se convierte en una preocupación secundaria.
* Derviche errante. En otros textos sufíes aparece con distinta grafía, como “kalandar”. (N. del T.)
LA COMIDA Y LAS PLUMAS
Había una vez (y ésta es una historia verdadera) un estudiante que solía ir todos los días a sentarse a los
pies de un maestro sufí, para anotar en un papel todo lo que ésta decía.
Estaba tan inmerso en sus estudios, que era incapaz de realizar ninguna actividad de provecho. Una
noche, cuando llegó a casa, su mujer le puso por delante un cuenco tapado con una servilleta. El la cogió y
se la puso en el cuello, y entonces vio que el cuenco estaba lleno de... papel y plumas.
“Como esto es lo que haces todo el día”, le dijo su mujer, “intenta comértelo”.
A la mañana siguiente, como de costumbre, el estudiante fue a aprender de su maestro. Aunque las
palabras de su mujer le habían afligido, no se puso a buscar un empleo, sino que se dispuso a continuar con
sus estudios.
Después de unos minutos de estar escribiendo, se dio cuenta de que su pluma no funcionaba bien. “No
importa”, dijo el maestro, “ve a ese rincón. Coge la caja que hay ahí y ponla delante de ti”.
Cuando se sentó con la caja y abrió la tapa, descubrió que estaba llena de... comida.
EL BRILLO DEL PODER
Un derviche que había estudiado con un gran maestro sufí recibió la instrucción de perfeccionar su
conocimiento sobre el ejercicio de la percepción, y después volver con él para continuar con el aprendizaje.
Entonces se retiró a un bosque y se concentró en la meditación interior con una gran fuerza y aplicación,
hasta conseguir que casi nada le molestara.
Sin embargo, no se concentró lo suficiente en la necesidad de guardar en el corazón todos sus objetivos
dela misma forma, y su empeño en tener éxito es ese ejercicio resultó más fuerte que su resolución de
volver a la escuela desde la que se le había enviado a meditar.
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Un día, cuando estaba concentrándose en su yo interior, un ligero sonido penetró en sus oídos. Molesto
por esto, el derviche dirigió la mirada hacia las ramas del árbol del que parecía provenir el sonido y vio un
pájaro. Por su mente cruzó el pensamiento de que este pájaro no tenía derecho a interrumpir los ejercicios
de una persona tan consagrada a su tarea. Tan pronto como concibió esta idea, el pájaro cayó muerto a sus
pies.
Ahora bien, el derviche no había avanzado lo suficiente en la senda del sufismo para darse cuenta de
que existen pruebas a lo largo de todo el camino. Todo lo que pudo ver en aquel momento fue que había
alcanzado un poder como nunca antes había tenido. Él podía matar a un ser vivo; o tal vez el pájaro hubiera
resultado muerto por una fuerza distinta a la de su interior, ¡y todo porque él había interrumpido sus
oraciones!
“Realmente debo de ser un gran sufí”, pensó el derviche.
Se levantó y se puso a caminar hacia la ciudad más cercana. Cuando llegó, vio una casa elegante y
decidió pedir allí algo de comer. Llamó a la puerta y le abrió una mujer; entonces el derviche dijo:
“Mujer, tráeme comida, porque soy un derviche superior, y es bueno dar de comer a los que están en el
Camino.”
“Ahora mismo, venerable sabio”, respondió la mujer, y desapareció dentro de la casa.
Pero pasó mucho tiempo, y la mujer no regresaba. A cada momento que pasaba, el derviche se
impacientaba más. Cuando la mujer volvió, el derviche le dijo:
“Considérate afortunada porque no descargo sobre ti la ira de los derviches, ¿o no sabe todo el mundo
que la desgracia puede abatirse sobre quienes desobedecen a los Elegidos?”
“Es cierto que la desgracia puede llegar, a no ser que uno sea incapaz de resistirla gracias a ciertas
personales”, dijo la mujer.
“¡Cómo te atreves a contestarme de esa manera!”, gritó el derviche, “y, en todo caso, ¿qué quieres
decir?”.
“Sólo quiero decir”, respondió la mujer, “que no soy pájaro en un claro del bosque”.
Al oír estas palabras, el derviche se quedó estupefacto. “Mi ira no te está haciendo daño, y además
puedes leer mis pensamientos”, farfulló.
Y le rogó a la mujer que fuera su maestra.
“Si has desobedecido a tu propio maestro, también me dejarás a mí”, respondió la mujer.
“Bueno, por lo menos dime cómo has alcanzado un estadio del. conocimiento mucho más elevado que
el mío”, pidió el derviche.
“Obedeciendo a mi maestro. Cuando me llamó, me dijo que escuchara sus charlas y practicara sus
ejercicios; por otra parte, tenía que atender tanto a los ejercicios como a mis tareas mundanas. De esta
forma, aunque hace años que no sé nada de él, mi vida interior se ha expandido constantemente, dándome
poderes tales como el que tú has visto, además de muchos otros.”
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El derviche regresó a la tekkia de su maestro para seguir aprendiendo. El maestro no le permitió hablar
sobre nada de lo sucedido, y se limitó a decirle cuando apareció:
“Ve a servir al barrendero que limpia las calles de tal ciudad.”
Como el derviche tenía a su maestro en muy alta consideración, fue a aquella ciudad. Pero cuando llegó
al lugar en que trabajaba el barrendero y le vio allí cubierto de basura, le dio asco acercarse a él y no era
capaz de imaginarse a sí mismo como su criado.
Estaba allí de pie sin reaccionar, cuando el barrendero dijo, llamándolo por su nombre:
“Lajaward, ¿qué pájaro has matado hoy? Lajaward, ¿qué mujer ha leído tus pensamientos hoy?
Lajaward, ¿qué asqueroso deber te impondrá tu maestro mañana?”
Lajaward le respondió:
“¿Cómo puedes ver dentro de mi mente? ¿Cómo puede un basurero hacer cosas que no puede hacer
un piadoso ermitaño? ¿Quién eres tú?”
El barrendero dijo:
“Algunos ermitaños piadosos pueden hacer estas cosas, pero no las hacen para ti, porque tienen otras
cosas que hacer. A ti te parezco un barrendero porque ésa es mi ocupación. Como no te gusta la profesión,
no te gusta la persona. Como te crees que la santidad consiste en lavarse, sentarse y ponerse a meditar,
nunca la alcanzarás. Yo he conseguido las facultades que ahora tengo porque nunca he pensado en la
santidad: he pensado siempre en el deber. Cuando te enseñan a cumplir los deberes para con tu maestro, o
lo deberes hacia lo sagrado, lo que te están enseñando es el deber en sí, estúpido. Lo único que ves son los
deberes “para con alguien” o los deberes “con el templo”. Como eres incapaz de concentrarte en la idea del
deber en sí, estás perdido.”
Y Lajaward, cuando fue capaz de olvidar que era el criado de un barrendero, y se dio cuenta de que ser
un criado era un deber, se convirtió en el hombre que conocemos como el Iluminado, el Hacedor de
Milagros, el Maravillosamente Perfumado Sheik Abdurrazaq Lajawardi de Badakhshan.
A CADA HOMBRE SEGÚN SU MERECIMIENTO
Una persona tendrá acceso a la experiencia y al conocimiento superiores en estrecha correspondencia
con su valía, su capacidad y sus merecimientos. De ahí que si un asno ve un melón, se come la cáscara; las
hormigas se comen todo lo que pueden; el ser humano consume sin saber qué ha consumido.
Nuestro objetivo es adquirir, mediante la comprensión del Origen, el Conocimiento que procede de la
experiencia.
Esto lo consiguen, como en un viaje, sólo quienes ya conocen el Camino.
La justicia de esta situación es la mayor que existe: porque este conocimiento no puede negarse a quien
lo merece, pero no puede concederse a quien no es digno de él.
LA FÓRMULA
El místico regresó del desierto. «Cuéntanos», le dijeron con avidez, «¿cómo es
Dios?».
Pero ¿cómo podría él expresar con palabras lo que había experimentado en lo más
profundo de su corazón? ¿Acaso se puede expresar la Verdad con palabras?
Al fin les confió una fórmula -inexacta, eso sí, e insuficiente-, en la esperanza de
que alguno de ellos pudiera, a través de ella, sentir la tentación de experimentar por sí
mismo lo que él había experimentado. Ellos aprendieron la fórmula y la convirtieron
en un texto sagrado. Y se la impusieron a todos como si se tratara de un dogma.
Incluso se tomaran el esfuerzo de difundirla en países extranjeros. Y algunos llegaron
a dar su vida por ella.
Y el místico quedó triste. Tal vez habría sido mejor que no hubiera dicho nada.
EL EXPLORADOR
El explorador había regresado junto a los suyos, que estaban ansiosos por saberlo
todo acerca del Amazonas. Pero ¿cómo podía él expresar con palabras la sensación
que había inundado su corazón cuando contempló aquellas flores de sobrecogedora
belleza y escuchó los sonidos nocturnos de la selva? ¿Cómo comunicar lo que sintió en
su corazón cuando se dio cuenta del peligro de las fieras o cuando conducía su canoa
por las inciertas aguas del río?
Y les dijo: «Id y descubridlo vosotros mismos. Nada puede sustituir al riesgo y a la
experiencia personales». Pero, para orientarles, les hizo un mapa del Amazonas.
Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en el Ayuntamiento. E hicieron copias de él
para cada uno. Y todo el que tenía una copia se consideraba un experto en el
Amazonas, pues ¿no conocía acaso cada vuelta y cada recodo del río, y cuán ancho y
profundo era, y dónde había rápidos y dónde se hallaban las cascadas?
El explorador se lamentó toda su vida de haber hecho aquel mapa. Habría sido
preferible no haberlo hecho.
Cuentan que Buda se negaba resueltamente a hablar de Dios. Probablemente sabía
los peligros de hacer mapas para expertos en potencia.
TOMÁS DE AQUINO DEJA DE ESCRIBIR
Cuentan las crónicas que Tomás de Aquino, uno de los teólogos más portentosos de
la historia, hacia el final de su vida dejó de Pronto de escribir. Cuando su secretario se
le quejaba de que su obra estaba sin concluir, Tomás le replicó: «Hermano Reginaldo,
hace unos meses, celebrando la liturgia, experimenté algo de lo Divino. Aquel día perdí
todas las ganas que tenía de escribir. En realidad, todo lo que he escrito acerca de Dios
me parece ahora como si no fuera más que paja».
¿Cómo puede ser de otra manera cuando el intelectual se hace místico?
Cuando el místico bajó de la montaña se le acercó. el ateo, el cual le dijo con aire
sarcástico:
«¿Qué nos has traído del jardín de las delicias en el que has estado?».
Y el místico 'le respondió: «En realidad tuve intención de llenar mi faldón de flores
para, a mi regreso, regalar algunas de ellas a mis amigos. Pero estando allí, de tal
forma me embriagó la fragancia del jardín que hasta
me olvidé del faldón».
Los Maestros de Zen lo expresan más concisamente: «El que sabe no habla. El que
habla no sabe»
EL ESCOZOR DEL DERVICHE.
Estaba pacíficamente sentado un derviche a la orilla de un río cuando un
transeúnte que pasó por allí, al ver la parte posterior de su cuello desnudo, no pudo
resistir la tentación de darle un sonoro golpe. Y quedó encantado del sonido que su
golpe había producido en el cuello del derviche, pero éste se dolía del escozor y se
levantó
para devolverle el golpe.
«Espera un momento», dijo el agresor. «Puedes devolverme el golpe si quieres,
pero responde primero a la pregunta que quiero hacerte: ¿Qué es lo que ha producido
el ruido: mi mano o tu cuello?
Y replicó el derviche: «Respóndete tú mismo. A mí, el dolor no me permite teorizar.
Tú puedes hacerlo porque no sientes lo mismo que yo».
Cuando se experimenta lo divino, se reducen considerablemente las ganas de
teorizar.
EL HELECHO Y EL BAMBU
Un día decidí darme por vencido…renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para hablar con un anciano que decían era muy sabio.
-¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido? Le pregunté.
-Mira a tu alrededor, me respondió, ¿ves el helecho y el bambú?
-Sí, respondí.
-Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú.
-En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante.
-El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.
-¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Le dijo el anciano y continuó…
-El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.
-Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida, le dijo el anciano y continuó…
-La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante…
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes… quizá sólo estés echando raíces…
Anónimo
Anecdota de Buda
Descansaba una vez Buda bajo a un árbol cercano a un estanque. Cuando vino a el un joven y le pregunto. MAESTRO ¿que debo hacer para encontrar la verdad? -sin responder, el Buda se le acerco y de un empujón lo arrojo en el estanque, manteniéndole después sumergida la cabeza.
Lucho el joven infructuosamente por liberarse y cuando ya daba muestras de desvanecimiento.
El Maestro le permitió salir. Una vez repuesta de la sorpresa, El Buda le inquirió: Cuando estabas bajo el Agua,
¿pensaste en bellas mujeres?
-NO, dijo el joven.
¿Pensaste en Ricos manjares o en viajes por el mundo?
Una vez más la respuesta fue negativa.
Cuando anheles hallar la verdad con la misma vehemencia con que deseabas respirar, agregó el Buda, cuando tan profundamente lo anheles en tu ALMA, ese día seguro la encontraras.
EL AHORA
Un guerrero japonés fue capturado y encarcelado por sus enemigos. Aquella noche no podía dormir, porque sabía que al día siguiente iba a ser torturado y ejecutado. Entonces surgieron en su mente las palabras de su maestro Zen: “El mañana no es real. Es una ilusión. La única realidad es el Ahora. El verdadero sufrimiento es vivir ignorando este Dharma (enseñanza)”
En medio de su terror, súbitamente comprendió el sentido de estas palabras, se sintió en paz y durmió tranquilamente
La Serpiente
Como todas las noches regresaba a su casa. El calor era agobiante. La calle estaba silenciosa, dio vuelta a la esquina y caminó unos metros cuando a lo lejos divisó un bulto, bastaron unos pasos más para que notara que ese bulto era una víbora, una de las tantas que de vez en cuando aparecían. Todavía no podía distinguir que tipo de víbora era. Se puso tenso, la respiración comenzó a ser dificultosa, y los latidos del corazón se agolpaban en su garganta. Las manos comenzaron a sudar. Su mente se dispuso a tejer posibilidades: seguro que era una… no, era una coral aunque ya no podía distinguir con claridad¿Y si al pasar no acertaba la distancia necesaria y la víbora lo picaba? ¿Y si el veneno se esparcía rápidamente sin darle tiempo a nada? Miró a su alrededor en busca de una piedra, de algo que le permitiera defenderse, nada. Ya se estaba aproximando, sus piernas comenzaron a temblar y hasta podía sentir con anticipación la picadura que la víbora tenía reservada para él. Caminó unos pasos más, los suficientes para darse cuenta que la víbora tan temida era una gruesa cuerda. Respiro.
Disipando un fantasma
La esposa de un hombre se puso muy enferma, y en su lecho de muerte le dijo, “¡Te amo tanto! No quiero dejarte, y no quisiera que me traicionaras. Prométeme que no verás a ninguna otra mujer después que muera, o volveré y me apareceré.”
Durante varios meses después de su muerte, el marido evitó a otras mujeres, pero entonces conoció a alguien, y se enamoró. La noche en que se comprometían para casarse, el fantasma de su ex esposa se le apareció. Lo culpó por no mantener la promesa, y después, cada noche volvió para fastidiarlo. El fantasma le rememoraba todo lo que hacía durante el día con su prometida, hasta el punto de repetir, palabra por palabra, sus conversaciones. Le afectó tanto, que no podía dormir.
Desesperado, pidió consejo a un maestro del Zen que vivía cerca de la aldea. “Este es un fantasma muy listo”, dijo el maestro luego de escuchar la historia del hombre. “¡Sí, lo es!”, contestó el hombre, “recuerda cada detalle de lo que digo y hago. ¡Lo sabe todo!” El maestro sonrió, ”Usted debería admirar a un fantasma como éste; pero le diré qué tiene que hacer la próxima vez que lo vea.”
Esa noche el fantasma volvió y el hombre hizo exactamente como el maestro le había aconsejado. “Eres un fantasma tan sabio”, dijo, “Sabes que no puedo ocultarte nada. Si puedes contestarme una pregunta, interrumpiré mi compromiso y me quedaré solo por el resto de mi vida”. “Haz tu pregunta”, contestó el fantasma. El hombre recogió un puñado de frijoles de una gran bolsa que estaba en el piso, “Dime exactamente cuántos frijoles hay en mi mano.”
En ese momento el fantasma desapareció y nunca más regresó.
Buscando a Buda
Un monje partió a un largo peregrinaje para encontrar al Buda. Dedicó muchos años a su búsqueda hasta que finalmente alcanzó la tierra donde se decía que el Buda vivía. Mientras cruzaba el río a ese país el monje miraba alrededor, al tiempo que el barquero remaba. Notó algo flotando hacia ellos.
A medida que se acercaba, se dio cuenta que era el cadáver de una persona. Cuando estuvo tan cerca que podía casi tocarlo, reconoció repentinamente el cuerpo muerto, ¡era el suyo!. Perdió el control y se lamentó al mirarse, inmóvil y sin vida, arrastrado a lo largo de la corriente del río.
Ese momento fue el principio de su liberación.
No era idiota
Yagyu Tajima no Kami tenía un mono como mascota. Éste asistía a menudo a los entrenamientos de los discípulos. Siendo por naturaleza extremadamente imitador, este mono aprendió la manera de coger un sable y de utilizarlo. Se había convertido en un experto, en su género.
Un día, un Ronin (Guerrero errante) expresó su deseo amistoso de confrontar su habilidad en el manejo de la lanza con Tajima. El Maestro le sugirió que combatiera primero con el mono. El visitante se sintió amargamente humillado. Pero el encuentro tuvo lugar.
Armado con su lanza, el Ronin atacó rápidamente al mono que manejaba un shinai (sable de bambú). El animal evitó ágilmente los golpes de la lanza. Pasando al contraataque, el mono consiguió acercarse a su adversario y golpearlo. El Ronin retrocedió y puso su arma en una guardia defensiva. Aprovechando la ocasión, el mono saltó sobre el mango de la lanza y desarmó al hombre. Cuando el Ronin volvió avergonzado a ver a Tajima éste le hizo la siguiente observación:
- Desde el principio sabía que usted no era capaz de vencer al mono.
El Ronin dejó de visitar al Maestro desde ese día. Habían pasado varios meses cuando apareció de nuevo. Volvió a expresar su deseo de combatir con el mono. El Maestro, adivinando que el Ronin se había entrenado intensamente, presintió que el mono se negaría a combatir. Por lo tanto no aceptó la petición de su visitante.
Pero éste insistió y el Maestro acabó por ceder.
En el mismo instante en el que el mono se puso frente al hombre, arrojó su sable y emprendió la huida gritando.
Tajima no Kami terminó por concluir:
- ¿No se lo dije? No lo iba a vencer...
Poco tiempo después, gracias a su recomendación, el Ronin entró al servicio de uno de sus amigos.
El cantero
Había una vez un cantero que estaba insatisfecho consigo mismo y con su posición en la vida. Un día pasó por la casa de un rico comerciante. A través de la entrada abierta, vio muchas finas posesiones e importantes visitantes. "¡Cuán poderoso debe ser el comerciante!", pensó el cortador de piedra. Se puso muy envidioso y deseó que pudiera ser como el comerciante. Para su gran sorpresa, se convirtió repentinamente en el comerciante, gozando de más lujos y poder de lo que siempre había imaginado, pero envidiado y detestado por aquellos menos ricos que él.
Pronto un alto funcionario pasó cerca, llevado en una silla de manos, acompañado por asistentes y escoltado por soldados batiendo gongos. Todos, sin importar cuan rico, tenían que hacer una reverencia ante la procesión. "¡Cuán poderoso es ese funcionario!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser un alto funcionario!".
Entonces se convirtió en el alto funcionario, llevado por todas partes en su bordada silla de manos, temido y odiado por la gente de todo alrededor. Era un día caluroso de verano, por eso el funcionario se sentía muy incómodo en la pegajosa silla. Levantó la mirada al sol. Brillaba orgulloso en el cielo, no afectado por su presencia. "¡Cuán poderoso es el sol!" pensó. "¡Deseo que pudiera ser el sol!".
Entonces se convirtió en el sol, brillando ferozmente sobre todos, abrasando los campos, maldecido por los granjeros y los trabajadores. Pero una enorme nube negra se interpuso entre él y la tierra, de modo que su luz no pudo brillar más sobre todo allá abajo. "¡Cuán poderosa es esa nube de tormenta!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser una nube!".
Entonces se convirtió en la nube, inundando los campos y las aldeas, increpado por todos. Pero pronto descubrió que estaba siendo empujado lejos por cierta gran fuerza, y se dio cuenta de que era el viento. "¡Cuán poderoso es!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser el viento!".
Entonces se convirtió en el viento, llevándose tejas de los techos de las casas, arrancando árboles, temido y odiado por todos debajo de él. Pero después de un rato, se izó en contra de algo que no movería, no importa cuan fuertemente soplara en contra de ella, una enorme y altísima roca. "¡Cuán poderosa es esa roca!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser una roca!".
Entonces se convirtió en la roca, más poderosa que nada más en la tierra. Pero mientras estaba parado allí, oyó el sonido de un martillo golpeando un cincel en la dura superficie, y sintió que estaba siendo cambiado. "¿Qué podría ser más poderoso que yo, la roca?", pensó. Bajó la mirada y vio lejos debajo de él, la figura de un cantero.
El camino del cielo y del infierno
Publicado por Cuentos Zen en 4:11
Un guerrero de fama y fuerte crácter luego de recorrer un largo camino se dirige a una escarpada montaña,
lugar de habitación de un solitario y sabio maestro del budismo (probablemente un sacerdote)
Cuando llega a la morada del sabio luego de una agotadora jornada saluda respetuosamente al monje, el cual guarda silencio sin moverse de su posición.
Luego le dice: He venido hasta aquí desde muy lejos para saber de un sabio como Usted ¿cuál es el camino hacia el cielo y el infierno?. El monje impasible mantuvo el silencio sin mirarlo siquiera. El guerrero algo irritado le increpa diciendo: ¡He subido esta escarpada montaña, he recorrido un largo camino en busca de sabiduría y quiero que me responda ¿cuál es el camino entre el cielo y el infierno?!. El monje no mostró siquiera un cambio de actitud, como si fuera una escultura.
El guerrero reaccionó sulfurado e iracundo diciendo: ¡¡ He hecho un gran esfuerzo por estar aquí, no permitiré que me faltes así el respeto!! y levantó su espada con la cierta intención de darle muerte. En ese momento el monje levanta su mano indicando con su dedo índice al guerrero y exclama con voz firme: ¡Ese es el camino del infierno! Sorprendido y avergonzado el guerrero envaina lentamente espada. El monje con voz tranquila le dice: Ese es el camino del cielo.
* EL VALOR DE LAS COSAS*
?Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
-El maestro, sin mirarlo, le dijo:-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…
-y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.-
-Encantado, maestro...
-Titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas
.-Bien-asintió el maestro.Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó-toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decíalo que pretendía por el anillo.Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas-y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa monedade oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.Entró en la habitación.-Maestro -dijo-lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestósonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas.Vuelve aquí con mi anillo.El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.-Sí -replicó el joyero-Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé…si la venta es urgente…
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces porla vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda...
*NI TU NI YO SOMOS LO MISMO*
El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuestoa matarlo. Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabarcon su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de los sucedido y permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Devadatta preguntó: -¿No estás enfadado, señor?-No, claro que no. Sin salir de su asombro, inquirió:-¿Por qué? Y el Buda dijo:-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando fue arrojada. El Maestro dice: Para el que sabe ver, todo es transitorio; para el que sabe amar, todo es perdonable.....
*LA ANCIANA MENDIGA*
En la época de Buda vivió una anciana mendiga llamada " Confiar en la alegría". Esta mujer observaba cómo reyes, principes y demás personas hacían ofrendas a Buda y sus discípulos, y nada le habría gustado más que poder hacer ella lo mismo.
Así que, salió a mendigar, y después de un día entero sólo había conseguido una monedita. Fue al vendedor de aceite, para comprarle un poco, pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada.
Sin embargo, al saber que quería aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y le dio lo que quería.
La anciana fue con el aceite al monasterio y allí encendió una lamparilla, que depositó delante de Buda mientras expresaba este deseo:
-No puedo ofrecerte más que esta minúscula lámpara. Pero, por la gracia de esta ofrenda, en el futuro ea yo bendecida con la lámpara de la sabiduría.
Pueda yo liberar a todos los seres de sus tinieblas. Pueda purificar todos sus oscurecimientos y conducirlos a la "iluminación"...
A lo largo de la noche se agotó el aceite de todas las lamparillas, pero la de la anciana mendiga aún seguía ardiendo al amanecer cuando llegó Maudgalyayana, discípulo de Buda, para retirarlas.
Se dió cuenta de que la lámpara de la anciana continuaba encendida, llena de aceite y con una mecha nueva, pensó: -No hay motivo para que esta lámpara permanezca encendida durante todo el día, y trato de apagarla de un soplido. Pero la lámpara continuó encendida. Trato de extinguirla con sus dedos, pero siguió brillando. Trató de extinguirla con su túnica, pero aún así siguió ardiendo.
Buda, que había estado contemplando la escena, le dijo: -¿Quieres apagar esa lámpara, Maudgalyayana? No podrás. No podrías ni siquiera moverla y mucho menos apagarla. Ni si derramases toda el agua del océano sobre ella, lograrías apargarla. El agua de todos los ríos y lagos del mundo no bastaría para extinguirla. -¿Por qué no? -Porqué esta lámpara fue ofrecida con devoción y con pureza de mente y corazón. Y esa motivación la ha hecho enormemente beneficiosa. Cuando Buda terminó de hablar, la mujer se le acercó. y el profetizo que en el futuro llegaría a convertirse en un Buda perfecto llamado "Luz de lámpara". Así pues, es nuestra motivación, ya sea buena o mala, la que determinó el fruto de nuestros actos.
Shantideva dijo: " Toda la dicha que hay en este mundo, proviene de desear que los demás seas felices y todo el sufrimiento que hay en este mundo proviene de desear ser feliz yo" Puesto que la ley del Karma es inevitable e infalible, cada vez que perjudicamos a otros nos perjudicamos directamente a nosotros mismos, y cada vez que proporcionamos felicidad a otros, nos proporcionamos a nosotros mismos felicidad futura.
EL HELECHO Y EL BAMBU
Un día decidí darme por vencido…renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para hablar con un anciano que decían era muy sabio.
-¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido? Le pregunté.
-Mira a tu alrededor, me respondió, ¿ves el helecho y el bambú?
-Sí, respondí.
-Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú.
-En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
-En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante.
-El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.
-¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Le dijo el anciano y continuó…
-El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.
-Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida, le dijo el anciano y continuó…
-La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante…
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes… quizá sólo estés echando raíces…
Anónimo
Anecdota de Buda
Descansaba una vez Buda bajo a un árbol cercano a un estanque. Cuando vino a el un joven y le pregunto. MAESTRO ¿que debo hacer para encontrar la verdad? -sin responder, el Buda se le acerco y de un empujón lo arrojo en el estanque, manteniéndole después sumergida la cabeza.
Lucho el joven infructuosamente por liberarse y cuando ya daba muestras de desvanecimiento.
El Maestro le permitió salir. Una vez repuesta de la sorpresa, El Buda le inquirió: Cuando estabas bajo el Agua,
¿pensaste en bellas mujeres?
-NO, dijo el joven.
¿Pensaste en Ricos manjares o en viajes por el mundo?
Una vez más la respuesta fue negativa.
Cuando anheles hallar la verdad con la misma vehemencia con que deseabas respirar, agregó el Buda, cuando tan profundamente lo anheles en tu ALMA, ese día seguro la encontraras.
EL AHORA
Un guerrero japonés fue capturado y encarcelado por sus enemigos. Aquella noche no podía dormir, porque sabía que al día siguiente iba a ser torturado y ejecutado. Entonces surgieron en su mente las palabras de su maestro Zen: “El mañana no es real. Es una ilusión. La única realidad es el Ahora. El verdadero sufrimiento es vivir ignorando este Dharma (enseñanza)”
En medio de su terror, súbitamente comprendió el sentido de estas palabras, se sintió en paz y durmió tranquilamente
La Serpiente
Como todas las noches regresaba a su casa. El calor era agobiante. La calle estaba silenciosa, dio vuelta a la esquina y caminó unos metros cuando a lo lejos divisó un bulto, bastaron unos pasos más para que notara que ese bulto era una víbora, una de las tantas que de vez en cuando aparecían. Todavía no podía distinguir que tipo de víbora era. Se puso tenso, la respiración comenzó a ser dificultosa, y los latidos del corazón se agolpaban en su garganta. Las manos comenzaron a sudar. Su mente se dispuso a tejer posibilidades: seguro que era una… no, era una coral aunque ya no podía distinguir con claridad¿Y si al pasar no acertaba la distancia necesaria y la víbora lo picaba? ¿Y si el veneno se esparcía rápidamente sin darle tiempo a nada? Miró a su alrededor en busca de una piedra, de algo que le permitiera defenderse, nada. Ya se estaba aproximando, sus piernas comenzaron a temblar y hasta podía sentir con anticipación la picadura que la víbora tenía reservada para él. Caminó unos pasos más, los suficientes para darse cuenta que la víbora tan temida era una gruesa cuerda. Respiro.
Disipando un fantasma
La esposa de un hombre se puso muy enferma, y en su lecho de muerte le dijo, “¡Te amo tanto! No quiero dejarte, y no quisiera que me traicionaras. Prométeme que no verás a ninguna otra mujer después que muera, o volveré y me apareceré.”
Durante varios meses después de su muerte, el marido evitó a otras mujeres, pero entonces conoció a alguien, y se enamoró. La noche en que se comprometían para casarse, el fantasma de su ex esposa se le apareció. Lo culpó por no mantener la promesa, y después, cada noche volvió para fastidiarlo. El fantasma le rememoraba todo lo que hacía durante el día con su prometida, hasta el punto de repetir, palabra por palabra, sus conversaciones. Le afectó tanto, que no podía dormir.
Desesperado, pidió consejo a un maestro del Zen que vivía cerca de la aldea. “Este es un fantasma muy listo”, dijo el maestro luego de escuchar la historia del hombre. “¡Sí, lo es!”, contestó el hombre, “recuerda cada detalle de lo que digo y hago. ¡Lo sabe todo!” El maestro sonrió, ”Usted debería admirar a un fantasma como éste; pero le diré qué tiene que hacer la próxima vez que lo vea.”
Esa noche el fantasma volvió y el hombre hizo exactamente como el maestro le había aconsejado. “Eres un fantasma tan sabio”, dijo, “Sabes que no puedo ocultarte nada. Si puedes contestarme una pregunta, interrumpiré mi compromiso y me quedaré solo por el resto de mi vida”. “Haz tu pregunta”, contestó el fantasma. El hombre recogió un puñado de frijoles de una gran bolsa que estaba en el piso, “Dime exactamente cuántos frijoles hay en mi mano.”
En ese momento el fantasma desapareció y nunca más regresó.
Buscando a Buda
Publicado por Cuentos Zen en 4:18
Un monje partió a un largo peregrinaje para encontrar al Buda. Dedicó muchos años a su búsqueda hasta que finalmente alcanzó la tierra donde se decía que el Buda vivía. Mientras cruzaba el río a ese país el monje miraba alrededor, al tiempo que el barquero remaba. Notó algo flotando hacia ellos.
A medida que se acercaba, se dio cuenta que era el cadáver de una persona. Cuando estuvo tan cerca que podía casi tocarlo, reconoció repentinamente el cuerpo muerto, ¡era el suyo!. Perdió el control y se lamentó al mirarse, inmóvil y sin vida, arrastrado a lo largo de la corriente del río.
Ese momento fue el principio de su liberación.
No era idiota
Yagyu Tajima no Kami tenía un mono como mascota. Éste asistía a menudo a los entrenamientos de los discípulos. Siendo por naturaleza extremadamente imitador, este mono aprendió la manera de coger un sable y de utilizarlo. Se había convertido en un experto, en su género.
Un día, un Ronin (Guerrero errante) expresó su deseo amistoso de confrontar su habilidad en el manejo de la lanza con Tajima. El Maestro le sugirió que combatiera primero con el mono. El visitante se sintió amargamente humillado. Pero el encuentro tuvo lugar.
Armado con su lanza, el Ronin atacó rápidamente al mono que manejaba un shinai (sable de bambú). El animal evitó ágilmente los golpes de la lanza. Pasando al contraataque, el mono consiguió acercarse a su adversario y golpearlo. El Ronin retrocedió y puso su arma en una guardia defensiva. Aprovechando la ocasión, el mono saltó sobre el mango de la lanza y desarmó al hombre. Cuando el Ronin volvió avergonzado a ver a Tajima éste le hizo la siguiente observación:
- Desde el principio sabía que usted no era capaz de vencer al mono.
El Ronin dejó de visitar al Maestro desde ese día. Habían pasado varios meses cuando apareció de nuevo. Volvió a expresar su deseo de combatir con el mono. El Maestro, adivinando que el Ronin se había entrenado intensamente, presintió que el mono se negaría a combatir. Por lo tanto no aceptó la petición de su visitante.
Pero éste insistió y el Maestro acabó por ceder.
En el mismo instante en el que el mono se puso frente al hombre, arrojó su sable y emprendió la huida gritando.
Tajima no Kami terminó por concluir:
- ¿No se lo dije? No lo iba a vencer...
Poco tiempo después, gracias a su recomendación, el Ronin entró al servicio de uno de sus amigos.
El cantero
Había una vez un cantero que estaba insatisfecho consigo mismo y con su posición en la vida. Un día pasó por la casa de un rico comerciante. A través de la entrada abierta, vio muchas finas posesiones e importantes visitantes. "¡Cuán poderoso debe ser el comerciante!", pensó el cortador de piedra. Se puso muy envidioso y deseó que pudiera ser como el comerciante. Para su gran sorpresa, se convirtió repentinamente en el comerciante, gozando de más lujos y poder de lo que siempre había imaginado, pero envidiado y detestado por aquellos menos ricos que él.
Pronto un alto funcionario pasó cerca, llevado en una silla de manos, acompañado por asistentes y escoltado por soldados batiendo gongos. Todos, sin importar cuan rico, tenían que hacer una reverencia ante la procesión. "¡Cuán poderoso es ese funcionario!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser un alto funcionario!".
Entonces se convirtió en el alto funcionario, llevado por todas partes en su bordada silla de manos, temido y odiado por la gente de todo alrededor. Era un día caluroso de verano, por eso el funcionario se sentía muy incómodo en la pegajosa silla. Levantó la mirada al sol. Brillaba orgulloso en el cielo, no afectado por su presencia. "¡Cuán poderoso es el sol!" pensó. "¡Deseo que pudiera ser el sol!".
Entonces se convirtió en el sol, brillando ferozmente sobre todos, abrasando los campos, maldecido por los granjeros y los trabajadores. Pero una enorme nube negra se interpuso entre él y la tierra, de modo que su luz no pudo brillar más sobre todo allá abajo. "¡Cuán poderosa es esa nube de tormenta!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser una nube!".
Entonces se convirtió en la nube, inundando los campos y las aldeas, increpado por todos. Pero pronto descubrió que estaba siendo empujado lejos por cierta gran fuerza, y se dio cuenta de que era el viento. "¡Cuán poderoso es!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser el viento!".
Entonces se convirtió en el viento, llevándose tejas de los techos de las casas, arrancando árboles, temido y odiado por todos debajo de él. Pero después de un rato, se izó en contra de algo que no movería, no importa cuan fuertemente soplara en contra de ella, una enorme y altísima roca. "¡Cuán poderosa es esa roca!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser una roca!".
Entonces se convirtió en la roca, más poderosa que nada más en la tierra. Pero mientras estaba parado allí, oyó el sonido de un martillo golpeando un cincel en la dura superficie, y sintió que estaba siendo cambiado. "¿Qué podría ser más poderoso que yo, la roca?", pensó. Bajó la mirada y vio lejos debajo de él, la figura de un cantero.
El camino del cielo y del infierno
Publicado por Cuentos Zen en 4:11
Un guerrero de fama y fuerte crácter luego de recorrer un largo camino se dirige a una escarpada montaña,
lugar de habitación de un solitario y sabio maestro del budismo (probablemente un sacerdote)
Cuando llega a la morada del sabio luego de una agotadora jornada saluda respetuosamente al monje, el cual guarda silencio sin moverse de su posición.
Luego le dice: He venido hasta aquí desde muy lejos para saber de un sabio como Usted ¿cuál es el camino hacia el cielo y el infierno?. El monje impasible mantuvo el silencio sin mirarlo siquiera. El guerrero algo irritado le increpa diciendo: ¡He subido esta escarpada montaña, he recorrido un largo camino en busca de sabiduría y quiero que me responda ¿cuál es el camino entre el cielo y el infierno?!. El monje no mostró siquiera un cambio de actitud, como si fuera una escultura.
El guerrero reaccionó sulfurado e iracundo diciendo: ¡¡ He hecho un gran esfuerzo por estar aquí, no permitiré que me faltes así el respeto!! y levantó su espada con la cierta intención de darle muerte. En ese momento el monje levanta su mano indicando con su dedo índice al guerrero y exclama con voz firme: ¡Ese es el camino del infierno! Sorprendido y avergonzado el guerrero envaina lentamente espada. El monje con voz tranquila le dice: Ese es el camino del cielo.
* EL VALOR DE LAS COSAS*
?Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
-El maestro, sin mirarlo, le dijo:-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…
-y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.-
-Encantado, maestro...
-Titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas
.-Bien-asintió el maestro.Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó-toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decíalo que pretendía por el anillo.Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas-y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa monedade oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.Entró en la habitación.-Maestro -dijo-lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestósonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas.Vuelve aquí con mi anillo.El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.-¡¿58 monedas?!-exclamó el joven.-Sí -replicó el joyero-Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé…si la venta es urgente…
El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces porla vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda...
*NI TU NI YO SOMOS LO MISMO*
El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuestoa matarlo. Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabarcon su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de los sucedido y permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Devadatta preguntó: -¿No estás enfadado, señor?-No, claro que no. Sin salir de su asombro, inquirió:-¿Por qué? Y el Buda dijo:-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando fue arrojada. El Maestro dice: Para el que sabe ver, todo es transitorio; para el que sabe amar, todo es perdonable.....
*LA ANCIANA MENDIGA*
En la época de Buda vivió una anciana mendiga llamada " Confiar en la alegría". Esta mujer observaba cómo reyes, principes y demás personas hacían ofrendas a Buda y sus discípulos, y nada le habría gustado más que poder hacer ella lo mismo.
Así que, salió a mendigar, y después de un día entero sólo había conseguido una monedita. Fue al vendedor de aceite, para comprarle un poco, pero el hombre le dijo que con tan poco dinero no podía comprar nada.
Sin embargo, al saber que quería aceite para ofrecérselo a Buda, se compadeció de ella y le dio lo que quería.
La anciana fue con el aceite al monasterio y allí encendió una lamparilla, que depositó delante de Buda mientras expresaba este deseo:
-No puedo ofrecerte más que esta minúscula lámpara. Pero, por la gracia de esta ofrenda, en el futuro ea yo bendecida con la lámpara de la sabiduría.
Pueda yo liberar a todos los seres de sus tinieblas. Pueda purificar todos sus oscurecimientos y conducirlos a la "iluminación"...
A lo largo de la noche se agotó el aceite de todas las lamparillas, pero la de la anciana mendiga aún seguía ardiendo al amanecer cuando llegó Maudgalyayana, discípulo de Buda, para retirarlas.
Se dió cuenta de que la lámpara de la anciana continuaba encendida, llena de aceite y con una mecha nueva, pensó: -No hay motivo para que esta lámpara permanezca encendida durante todo el día, y trato de apagarla de un soplido. Pero la lámpara continuó encendida. Trato de extinguirla con sus dedos, pero siguió brillando. Trató de extinguirla con su túnica, pero aún así siguió ardiendo.
Buda, que había estado contemplando la escena, le dijo: -¿Quieres apagar esa lámpara, Maudgalyayana? No podrás. No podrías ni siquiera moverla y mucho menos apagarla. Ni si derramases toda el agua del océano sobre ella, lograrías apargarla. El agua de todos los ríos y lagos del mundo no bastaría para extinguirla. -¿Por qué no? -Porqué esta lámpara fue ofrecida con devoción y con pureza de mente y corazón. Y esa motivación la ha hecho enormemente beneficiosa. Cuando Buda terminó de hablar, la mujer se le acercó. y el profetizo que en el futuro llegaría a convertirse en un Buda perfecto llamado "Luz de lámpara". Así pues, es nuestra motivación, ya sea buena o mala, la que determinó el fruto de nuestros actos.
Shantideva dijo: " Toda la dicha que hay en este mundo, proviene de desear que los demás seas felices y todo el sufrimiento que hay en este mundo proviene de desear ser feliz yo" Puesto que la ley del Karma es inevitable e infalible, cada vez que perjudicamos a otros nos perjudicamos directamente a nosotros mismos, y cada vez que proporcionamos felicidad a otros, nos proporcionamos a nosotros mismos felicidad futura.
LA FÁBULA DEL TONTO
Se cuenta que en un pueblo, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un
pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños mandados y limosnas.
Diariamente algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger
entre dos monedas: una de tamaño grande de 40 reales y otra de menor tamaño, pero de 200
reales. Él siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.
Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, le llamó aparte y le
preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le
respondió: Lo sé, no soy tan tonto, vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el
jueguito acaba y no voy a ganar más mi moneda.
Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias
conclusiones:
- La primera: Quien parece tonto, no siempre lo es.
- La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos tontos de la historia?
- La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos. Pero la
conclusión más interesante es:
Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros
mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa
de sí mismo. "El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto, delante de un
tonto que aparenta ser inteligente".
LAS DOS VASIJAS
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un
palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras
que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el
arroyo hasta la casa de su patrón; pero cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del
agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente; desde luego, la vasija perfecta estaba
muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada.
Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía
miserable, porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habla al aguador diciéndole:
-Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes
entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.
El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente:
-Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del
camino.
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchas flores hermosas a lo largo, pero de todos modos se
sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de ella la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces:
-¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de
tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del
camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger
estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todo
y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.
En la vida cada uno de nosotros tiene sus propias grietas personales. Todos a veces somos
como vasijas agrietadas y con defectos, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad
de poder aprovechar nuestros puntos débiles para lograr buenos resultados.
LA ESTATUA DE BUDA
La estatua del Buda de barro alcanzaba casi tres metros de altura. Durante generaciones había
sido considerada sagrada por los habitantes del lugar.
Un día, debido al crecimiento de la ciudad, decidieron trasladarla a un sitio más apropiado.
Esta delicada tarea le fue encomendada a un reconocido monje, quien, después de planificar
detenidamente, comenzó su misión. Fue tan mala su fortuna que, al mover la estatua, ésta se
deslizó y cayó, agrietándose en varias partes.
Compungidos, el monje y su equipo decidieron pasar la noche meditando sobre las
alternativas. Fueron unas horas largas, oscuras y lluviosas. El monje, en vez de desesperarse,
se enfocó en encontrar una salida. De repente, al observar la escultura resquebrajada, cayó en
cuenta que la luz de su vela se reflejaba a través de las grietas de la estatua. Pensó que eran
las gotas de lluvia. Se acercó a la grieta y observó que detrás del barro había algo, pero no
estaba seguro qué.
Lo consultó con sus colegas y decidió tomar un riesgo que parecía una locura:
Pidió un martillo y comenzó a romper el barro, descubriendo que debajo se escondía un Buda
de oro sólido de casi tres metros de altura. Durante siglos este hermoso tesoro había sido
cubierto por el ordinario barro.
Los historiadores hallaron pruebas que demostraban que, en una época, el pueblo iba a ser
atacado por bandidos. Los pobladores, para proteger su tesoro, lo cubrieron
con barro para que pareciera común y ordinario. El pueblo fue atacado y saqueado, pero el
Buda fue ignorado por los bandidos.
Después, los sobrevivientes pensaron que era mejor seguir ocultándolo detrás del barro. Con
el tiempo, la gente comenzó a pensar que el Buda de Oro era una leyenda o un invento de los
viejos. Hasta que, finalmente, todos olvidaron el verdadero tesoro porque pensaron que algo
tan hermoso no podía ser cierto.
Pedro, nuestros tesoros son nuestra capacidad de dar, disfrutar, agradecer, reír; de perdonar,
de soñar en grande, de pasar por encima de las pequeñeces y de valorar en uno mismo y en
otros lo que verdaderamente es importante.
Arriésgate a ver tu vida a través del barro y te darás cuenta de que eres un tesoro rodeado de riquezas.
1.- NASRUDIN SIEMPRE ESCOGE MAL
Todos los días Nasrudin iba a pedir limosna a la feria, y a la gente le encantaba hacerlo tonto con el siguiente truco: le mostraban dos monedas,una valiendo diez veces más que la otra. Nasrudin siempre escogía la de menor valor.
La historia se hizo conocida por todo el condado. Día tras día grupos de hombres y mujeres le mostraban las dos monedas, y Nasrudin siempre se quedaba con la de menor valor. Hasta que apareció un señor generoso, cansado de ver a Nasrudin siendo ridiculizado de aquella manera. Lo llamó a un rincón de la plaza y le dijo:
—Siempre que te ofrezcan dos monedas, escoge la de mayor valor. Así tendrás más dinero y no serás considerado un idiota por los demás. —Usted parece tener razón —respondió Nasrudin—. Pero si yo elijo la moneda mayor, la gente va a dejar de ofrecerme dinero para probar que soy más idiota que ellos. Usted no se imagina la cantidad de dinero que ya gané usando este truco. No hay nada malo en hacerse pasar por tonto si en realidad se está siendo inteligente.
2.- NASRUDIN Y EL SABIO GRAMATICO
A veces Nasrudín trasladaba pasajeros en su bote. Un día, un exigente y solemne sabio alquiló sus servicios para que lo transportara hasta la orilla opuesta de un ancho río. Al comenzar el cruce, el erudito le preguntó si el viaje sería muy movido.
-Eso depende talvez según…- le contestó Nasrudín.
-¿Nunca aprendió usted gramática?
- No- dijo el Mulah Nasrudín.
- En ese caso, ha desperdiciado la mitad de su vida.
El Mulah no respondió.
Al rato se levantó una terrible tormenta y el imperfecto bote de Nasrudín comenzó a llenarse de agua. Nasrudín se inclinó hacia su pasajero:
- Aprendió usted alguna vez a nadar?
- No – contestó el sabio gramático.
- En ese caso, amigo, ha desperdiciado TODA su vida, porque nos estamos hundiendo!!!
3.- ¿POR QUÉ ESTOY AQUI?
Una noche Mulla Nasrudin caminaba por una calle. La calle estaba solitaria y de repente se dio cuenta de que unos hombres a caballo, una especie de tropa se dirigían hacia él. Su mente comenzó a trabajar. Pensó que podían ser asaltantes, que podían matarle. O que podían ser soldados del rey y que podían llevárselo para que prestara el servicio militar o cualquier otra cosa. Se asustó y cuando los caballos y el ruido que formaban se le acercaron, se puso a correr y entró en un cementerio, y para poder esconderse se tumbó en una fosa abierta.
Al ver a aquel hombre corriendo, los jinetes, que eran simples viajantes, se dieron cuenta de lo que había sucedido. Corrieron tras Mulla Nasrudin y se acercaron a la tumba en que estaba. El yacía con los ojos cerrados como si estuviera muerto. « ¿Qué te sucede? ¿Por qué te has asustado tanto de repente? ¿Qué pasa?» Entonces Mulla Nasrudin se dio cuenta de que se había asustado a sí mismo sin motivo. Abrió sus ojos y dijo, «Es algo muy complejo, muy complicado. Si insistís en preguntarme porqué estoy aquí, os lo diré. Estoy aquí por vuestra culpa y vosotros estáis aquí por la mía».
4.- CREO QUE USTED TIENE RAZÓN
El Mullah fue nombrado juez. Durante su primer caso, el demandante expuso con tanta persuasión que le hizo exclamar: "¡Creo que usted tiene razón!"
El secretario del tribunal le rogó que demorara su decisión, pues el acusado no había depuesto aún. Nasrudín se sintió tan conmovido por la elocuencia del demandado que al terminar éste su defensa exclamó: "¡Creo que usted tiene razón!"
El secretario no podía aceptarlo: "Vuestra señoría, ambos no pueden tener razón. "-¡Creo que también usted tiene razón!" -dijo Nasrudín.
5.- LA BANDEJA DE HOJALDRE
Un sabio forastero llegó a Aksehir. Deseaba desafiar al hombre más docto de la ciudad y le presentaron a Nasrudin. El sabio trazó un círculo en el suelo con un palo. Nasrudín cogió el mismo palo y dividió el círculo en dos partes iguales. El sabio trazó otra línea vertical para dividirlo en cuatro partes iguales. Nasrudín hizo un gesto como si tomara las tres partes para sí y dejara la cuarta para el otro. El sabio sacudió la mano hacia el suelo. Nasrudín hizo lo contrario.
Se acabó la competencia y el sabio explicó:
- ¡Este señor es increíble!, le dije que el mundo es redondo, me contestó que pasa el ecuador terrestre por el medio. Lo dividí en cuatro partes, me dijo "las tres partes son de agua, la cuarta es de tierra". Le pregunté "¿por qué llueve?", me contestó "el agua se evapora, sube al cielo y se convierte en nubes".
Los ciudadanos deseaban conocer la versión de Nasrudín: - ¡Qué tipo más glotón!, me dijo: "si tuviéramos una bandeja de dulce de hojaldre", yo le dije "la mitad es para mí". Me preguntó "¿si lo dividiéramos en cuatro partes?", yo le contesté "me comeré las tres partes". Me propuso "¿si le echáramos pistachos molidos?", yo le dije "buena idea, pero se necesita un fuego alto. Quedó vencido y se fue...."
6.- LA RAZON DE LA INACCION
De entre todos los pueblos que el Mullah Nasrudín visitó en sus viajes, había uno que era especialmente famoso porque a sus habitantes se les daban muy bien los números. Nasrudín encontró alojamiento en la casa de un granjero. A la mañana siguiente, se dio cuenta de que el pueblo no tenía pozo. Cada mañana, alguien de cada familia del pueblo cargaba uno o dos burros con garrafas vacías y se iban a un riachuelo que estaba a una hora de camino, llenaban las garrafas y las traían de vuelta al pueblo, lo que les llevaba otra hora más.
"¿No sería mejor si tuvierais agua en el pueblo?", preguntó el Mullah al granjero de la casa en la que se alojaba.
"¡Por supuesto que sería mucho mejor!", dijo el granjero. "El agua me cuesta cada día dos horas de trabajo para un burro y un chico que lleva el burro. Eso hace al año mil cuatrocientas sesenta horas, si cuentas tanto las horas del burro como las del chico. Pero si el burro y el chico estuvieran trabajando en el campo todo ese tiempo, yo podría, por ejemplo, plantar todo un campo de calabazas y cosechar cuatrocientas cincuenta y siete calabazas más cada año, que al precio actual alcanzarían para comprar vaca y media".
"Veo que lo tienes todo bien calculado", dijo Nasrudín admirado. "¿Por qué, entonces, no construyes un canal para traer el agua al río?"
"¡Eso no es bien simple!", dijo el granjero. "En el camino hay una colina que deberíamos atravesar. Si pusiera a mi burro y a mi chico a construir un canal en vez de enviarlos por el agua, les llevaría quinientos años si trabajasen dos horas al día. Sólo me quedan otros treinta años más de vida, meses más, meses menos, u otros 6 y 3/4 si dejo el tabaco. Así que me es más barato enviarles por el agua."
"Sí, pero, ¿es que serías tú el único responsable de construir un canal? Sois muchas familias en el pueblo."
"Claro que sí", dijo el granjero. "Hay cien familias en el pueblo. Si cada familia enviase cada día dos horas un burro y un chico, el canal estaría hecho en cinco años. Y si trabajasen diez horas al día, estaría acabado un año".
"Entonces, ¿por qué no se lo comentas a tus vecinos y les sugieres que todos juntos construyáis el canal?"
"Pues... - prendiendo otro cigarro - ... Mira, si yo tengo que hablar de cosas importantes con un vecino, tengo que invitarle a mi casa, ofrecerle té y azúcar, hablar con él del tiempo y de la nueva cosecha, luego de su familia, sus hijos, sus hijas, sus nietos. Después le tengo que dar de comer y después otro té con galletas y él tiene que preguntarme entonces sobre mi granja y sobre mi familia para finalmente llegar con tranquilidad al tema y tratarlo con cautela. Eso lleva un día entero. Como somos cien familias en el pueblo, tendría que hablar con noventa y nueve cabezas de familia. Estarás de acuerdo conmigo que yo no puedo estar noventa y nueve días seguidos discutiendo con los vecinos. Mi granja se vendría abajo. Lo máximo que podría hacer sería invitar a un vecino a mi casa por semana. Como un año tiene sólo cincuenta y dos semanas, eso significa que me llevaría casi dos años hablar con mis vecinos.
Conociendo a mis vecinos como les conozco, te aseguro que todos estarían de acuerdo con hacer llegar el agua al pueblo, porque todos ellos son buenos con los números. Y como les conozco, te aseguro, cada uno prometería participar si los otros participasen también. Entonces, después de dos años, tendría que volver a empezar otra vez desde el principio, invitándoles de nuevo a mi casa y diciéndoles que todos están dispuestos a participar".
"Vale", dijo el Hodja, "pero entonces en cuatro años estaríais preparados para comenzar el trabajo. ¡Y al año siguiente, el canal estaría construido!"
"Hay otro problema", dijo el granjero. "Estarás de acuerdo conmigo que una vez que el canal esté construido, cualquiera podrá servirse del agua, tanto si ha o no contribuido con su parte de trabajo correspondiente."
"Lo entiendo", dijo Nasrudín. "Incluso si quisierais, no podríais vigilar todo el canal."
"Pues no", dijo el granjero. "Cualquier avispado que se hubiera librado de trabajar, se beneficiaría de la misma manera que los demás y sin costo alguno".
"Tengo que admitir que tienes razón", dijo Nasrudín.
"Así que como a cada uno de nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escabullirnos. Un día el burro no tendrá fuerzas, otro día el chico de alguien tendrá tos, otro la mujer de alguien estará enferma, y el niño y el burro tendrán que ir a buscar al médico...
Como a nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escurrir el bulto. Y como cada uno de nosotros sabe que los demás no harán lo que deben, ninguno mandará a su burro o a su chico a trabajar. Así que la construcción del canal ni siquiera se empezará..."
"Tengo que reconocer que tus razones suenan muy convincentes", dijo Nasrudín que se quedó pensativo por un momento, pero de repente exclamó: "Conozco un pueblo al otro lado de la montaña que tenía el mismo problema que vosotros tenéis. Pero ellos tienen un canal desde hace ya veinte años."
"Efectivamente", dijo el granjero, "pero a ellos no se les dan bien los números... "
7.- LA FARMACIA
Nasrudín estaba sin trabajo y preguntó a algunos amigos a qué profesión podía dedicarse. Ellos le dijeron: - Bueno, Nasrudín, tú eres muy capaz y sabes mucho sobre las propiedades medicinales de las hierbas. Podrías abrir una farmacia.
Se fue a casa, pensó en ello y dijo: - Sí, es una buena idea, creo que soy capaz de ser farmacéutico. Claro que Nasrudín estaba pasando por uno de esos momentos en los que deseaba ser muy prominente y muy importante: - No voy a abrir solamente un herbolario o una farmacia que se ocupe de hierbas, voy a abrir algo enorme y a producir un impacto significativo.
Compró una tienda, instaló las estanterías y vitrinas, y cuando llegó el momento de pintar el exterior colocó un andamio, lo cubrió con sábanas y trabajó detrás de él. No le dejó ver a nadie qué nombre le iba a poner a la farmacia, ni cómo estaba pintando el exterior.
Después de varios días, distribuyó folletos que decían: "La gran inauguración es mañana a las nueve". Todas las personas del pueblo y de los pueblos de los alrededores vinieron y se quedaron de pie esperando frente a la nueva tienda. A las nueve en punto salió Nasrudín, y con gesto teatral quitó la sábana que cubría la fachada de la tienda, y había allí un enorme cartel que decía:
"FARMACIA CÓSMICA Y GALÁCTICA DE NASRUDÍN", y debajo, con letras más pequeñas: "Armonizada con influencias planetarias".
Muchas personas quedaron muy impresionadas, y él hizo muy buenos negocios ese día. Por la tarde, el maestro de la escuela local fue y le dijo: - Francamente, Nasrudín, esas afirmaciones que usted hace son un poco dudosas. - No, no, - dijo Nasrudín -. Todas las afirmaciones que hago acerca de influencias planetarias son absolutamente ciertas: cuando el sol se levanta, abro la farmacia y cuando el sol se pone, la cierro.
DAR VIDA A LA VIDA
En un lejano paraje de sol y de paz, se hallaba un escritor de nombre
Cronom que vivía junto a un pequeño poblado de pescadores. Su vida
era tranquila y de todos era conocido que gozaba del respeto y la
estima de las personas que lo conocían.
Cronom, amante de los silencios y de la contemplación de la naturaleza,
todas las mañanas solía caminar al alba por la orilla del mar, observando
el disco solar que pleno de vida y fuerza le enviaba las más bellas
inspiraciones.
Sucedió que un día, aparentemente como todos, encontrándose
paseando por aquella desierta playa, de pronto, divisó a una joven que,
por sus movimientos, parecía estar bailando sobre la orilla. Poco a poco,
conforme se fue acercando, comprobó que se trataba de una hermosa
muchacha que recogía las estrellas de mar que hallaba en la arena y, las
devolvía al Océano con gracia y ligereza.
"¿Por qué hace eso?" Preguntó el escritor un tanto intrigado.
"¿No se da usted cuenta?" Replicó la joven. "Con este sol de verano, si
las estrellas se quedan aquí en la playa, se secarán y morirán."
El escritor no pudiendo reprimir una sonrisa, contestó: "Joven, existen
miles de kilómetros de costa y centenares de miles de estrellas de
mar... ¿Qué consigue con eso? Usted sólo devuelve unas pocas al
océano"
La joven tomando otra estrella en su mano y mirándola fijamente, dijo:
"Tal vez, pero para ésta ya he conseguido algo..." y la lanzó al mar. Al
instante le dedicó una amplia sonrisa y siguió su camino.
Aquella noche, el escritor no pudo dormir... Finalmente cuando llegó el
alba, salió de su casa, buscó a la joven a lo largo de aquella playa
dorada, se reunió con ella y, sin decir palabra,
Comenzó a recoger estrellas y devolverlas al mar.
EL AGUA DE RESERVA
Érase una vez, hace muchas, muchas lunas, que en un reino más allá de
los mares, vivía el anciano Khor, un ser que gozaba de gran fama por
sus lúcidas intuiciones acerca de los acontecimientos que se
avecinaban.
Un día, el anciano Khor ascendió a la montaña y desde lo alto dirigió a
todo el género humano una advertencia:
"En cierta fecha", dijo, "todas las aguas del mundo, desaparecerán
para, más tarde, volver nuevamente a fluir, pero ¡Atención! Desde
entonces, brotará un agua diferente, un agua que al ser bebida,
enloquecerá y desviará a los hombres de su coherencia fundamental.
Acrón y Turak, dos hermanos artesanos que permanecían atentos a las
inspiradas palabras de los ancianos, prestaron oídos al significado de
esta advertencia, así que comenzaron a recoger agua de su manantial y
depositarla en grandes tinajas a fin de guardarla en lugar seguro. Con
esta medida, los dos hermanos pretendían mantener la cordura
mientras fluyese el agua contaminada que el sabio había anunciado.
Y efectivamente, en la fecha indicada, los torrentes dejaron de
correr, los pozos se secaron, y tras tres días de sequía e inquietud, de
nuevo las aguas comenzaron a correr. Acrón y Turak, viendo lo que
estaba ocurriendo, se dirigieron a su refugio y bebieron del agua que
habían guardado.
Al cabo de dos semanas, decidieron visitar el poblado y pasear por sus
calles para observar lo ocurrido entre sus habitantes. Tras recorrer
las plazas y los mercados, comprobaron asombrados que las gentes
pensaban y hablaban de forma totalmente diferente a la anterior. Ni
siquiera tenían memoria de lo que había sucedido. Tampoco recordaban
haber sido prevenidos. Y además, cuando los dos jóvenes trataban de
comunicarse con cualquiera de ellos, recibían respuestas absurdas e
incoherentes.
Acrón y Turak, no tardaron en darse cuenta de que todos los
habitantes de aquel poblado se habían vuelto locos. Aquellas gentes
parecían perturbadas y mostraban hostilidad o compasión en lugar de
la lógica habitual que los dos jóvenes esperaban.
Acrón y TuraK regresaron rápido a su refugio y durante las primeras
semanas bebieron del agua que habían guardado en sus tinajas. Pero
finalmente, al cabo de 40 días de soledad y resistencia, Turak no
aguantando más, tomó la decisión de beber de la nueva agua por
contaminada que estuviese. Turak reconocía no poder soportar su
aislamiento por la diferencia de orientación entre su mentalidad y la
del resto del mundo.
Aquella mañana, Turak se despidió de un Acrón que había decidido
permanecer, esperar y permanecer fiel a sus Valores, atestiguando lo
que sucediese.
Al poco, Turak sació su sed con la nueva agua y, de repente, se volvió
como los demás.
Al poco, se produjo la transformación. Turak olvidó completamente
todo lo referente al agua especial que tenía almacenada, y cuando
volvió al poblado y se entremezcló con sus amigos y vecinos, todos
comenzaron a mirarlo asombrados y decir con júbilo:
¡Mirad! Es la primera vez que un loco ha sido restituido
milagrosamente a la cordura.
CIELO E INFIERNO
Érase una vez, en un lejano reino de Oriente, que se encontraban dos
amigos cuya curiosidad y deseo de saber acerca del Bien y del Mal, los
hizo un día dirigirse a la cabaña del sabio Lang con ánimo de
interrogarle.
Una vez en su interior y junto a otras gentes allí reunidas, preguntaron
al sabio:
“Dinos anciano ¿Qué diferencia existe entre el Infierno y el Cielo?”
El sabio contestó: "Veo una montaña de arroz recién cocinado,
humeante y sabroso. A su alrededor, hay muchos hombres y mujeres
famélicos y hambrientos, víctimas de expectativa y frustración. Sus
palillos son más largos que sus brazos y por ello, cuando prenden el
arroz no pueden hacerlo llegar a sus bocas ansiosas".
Un rumor exclamó entre los allí reunidos...
Más tarde el sabio prosiguió y dijo: "Veo también otra montaña de
arroz recién cocinado, humeante y sabroso. A su alrededor, hay
muchos seres humanos alegres y sanos que sonríen con satisfacción y
benevolencia. Sus palillos son también más largos que sus brazos.
"SIN EMBARGO,
HAN DECIDIDO DARSE LA COMIDA
LOS UNOS A LOS OTROS"
LAS PESCADORAS
Se trataba de un grupo de pescadoras. Después de concluida la faena, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas. El trayecto era largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.
Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al cultivo y venta de flores. Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.
Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.
Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma de las flores: “!Qué peste! No hay quien soporte este olor. Así no hay quien pueda dormir”. Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus compañeras:
--No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio, no vamos a poder pegar un ojo. Coged las canastas de pescado y utilizadlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.
Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas. Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.
*El Maestro dice: Por ignorancia y ausencia de entendimiento correcto, el ser humano se pierde en las apariencias y no percibe lo Real.
NI TÚ NI YO SOMOS LOS MISMOS
El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.
Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.
Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.
Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
--¿No estás enfadado, señor?
--No, claro que no.
Sin salir de su asombro, inquirió:
--¿Por qué?
Y el Buda dijo:
--Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.
*El Maestro dice: Para el que sabe ver, todo es transitorio: para el que sabe amar, todo es perdonable.
EL COOLI DE CALCUTA
Un buscador occidental llegó a Calcuta. En su país había recibido noticias de un elevado maestro espiritual llamado Baba Gitananda. Después de un agotador viaje en tren de Delhi a Calcuta, en cuanto abandonó la abigarrada estación de la ciudad, se dirigió a un cooli para preguntarle sobre Baba Gitananda. El cooli nunca había oído hablar de este hombre.
El occidental preguntó a otros coolíes, pero tampoco habían escuchado nunca ese nombre. Por fortuna, y finalmente, un cooli, al ser inquirido, le contestó:
--Sí, señor, conozco al maestro espiritual por el que preguntáis.
El extranjero contempló al cooli.
Era un hombre muy sencillo, de edad avanzada y aspecto de pordiosero.
--¿Estás seguro de que conoces a Baba Gitananda? -preguntó, insistiendo.
--Sí, lo conozco bien -repuso el cooli.
--Entonces, llévame hasta él.
El buscador occidental se acomodó en el carrito y el cooli comenzó a tirar del mismo. Mientras era transportado por las atestadas calles de la ciudad, el extranjero se decía para sus adentros: “Este pobre hombre no tiene aspecto de conocer a ningún maestro espiritual y mucho menos a Baba Gitananda. Ya veremos dónde termina por llevarme”.
Después de un largo trayecto, el cooli se detuvo en una callejuela tan estrecha por la que apenas podía casi pasar el carrito. Jadeante por el esfuerzo y con voz entrecortada, dijo:
--Señor, voy a mirar dentro de la casa. Entrad en unos instantes.
El occidental estaba realmente sorprendido. ¿Le habría conducido hasta allí para robarle o, aún peor, incluso para que tal vez le golpearan o quitaran la vida? Era en verdad una callejuela inmunda. ¿Cómo iba a vivir allí Baba Gitananda ni ningún mentor espiritual? Vaciló e incluso pensó en huir. Pero, recurriendo a todo su coraje, se decidió a bajar del carrito y entrar en la casa por la que había penetrado el cooli. Tenía miedo, pero trataba de sobreponerse. Atravesó un pasillo que desembocaba en una sala que estaba en semipenumbra y donde olía a sándalo. Al fondo de la misma, vio la silueta de un hombre en meditación profunda. Lentamente se fue aproximando al yogui, sentado en posición de loto sobre una piel de antílope y en actitud de meditación.
!Cuál no sería su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el cooli que le había conducido hasta allí! A pesar de la escasa luz de la estancia, el occidental pudo ver los ojos amorosos y calmos del cooli, y contemplar el lento movimiento de sus labios al decir:
--Yo soy Baba Gitananda. Aquí me tienes, amigo mío.
*El Maestro dice: Porque tenemos la mente llena de prejuicios, convencionalismo y toda clase de ideas preconcebidas, se perturba nuestra visión y se distorsiona nuestro discernimiento.
EL VIAJERO SEDIENTO
Lentamente, el sol se había ido ocultando y la noche había caído por completo. Por la inmensa planicie de la India se deslizaba un tren como una descomunal serpiente quejumbrosa.
Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban muchas horas para llegar al destino, decidieron apagar la luz y ponerse a dormir. El tren proseguía su marcha. Transcurrieron los minutos y los viajeros empezaron a conciliar el sueño. Llevaban ya un buen número de horas de viaje y estaban muy cansados. De repente, empezó a escucharse una voz que decía:
--¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!
Así una y otra vez, insistente y monótonamente. Era uno de los viajeros que no cesaba de quejarse de su sed, impidiendo dormir al resto de sus compañeros. Ya resultaba tan molesta y repetitiva su queja, que uno de los viajeros se levantó, salió del departamento, fue al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento bebió con avidez el agua. Todos se echaron de nuevo. Otra vez se apagó la luz. Los viajeros, reconfortados, se dispusieron a dormir. Transcurrieron unos minutos. Y, de repente, la misma voz de antes comenzó a decir:
--¡Ay, qué sed tenía, pero qué sed tenía!
*El Maestro dice: La mente siempre tiene problemas. Cuando no tiene problemas reales, fabrica problemas imaginarios y ficticios, teniendo incluso que buscar soluciones imaginarias y ficticias.
EL TIGRE QUE BALABA
Al atacar a un rebaño, una tigresa dio a luz y poco después murió. El cachorro creció entre las ovejas y llegó él mismo a tomarse por una de ellas, y como una oveja llegó a ser considerado y tratado por el rebaño.
Era sumamente apacible, pacía y balaba, ignorando por completo su verdadera naturaleza. Así transcurrieron algunos años.
Un día llegó un tigre hasta el rebaño y lo atacó. Se quedó estupefacto cuando comprobó que entre las ovejas había un tigre que se comportaba como una oveja más. No pudo por menos que decirle:
--Oye, ¿por qué te comportas como una oveja, si tú eres un tigre?
Pero el tigre-oveja baló asustado.
Entonces el tigre lo condujo ante un lago y le mostró su propia imagen.
Pero el tigre-oveja seguía creyéndose una oveja, hasta tal punto que cuando el tigre recién llegado le dio un trozo de carne ni siquiera quiso probarla.
--Pruébala -le ordenó el tigre.
Asustado, sin dejar de balar, el tigre-oveja probó la carne. En ese momento la carne cruda desató sus instintos de tigre y reconoció de golpe su verdadera y propia naturaleza.
*El Maestro dice: El ser humano común está tan identificado con la burda máscara de su personalidad y su ego que desconoce su genuina y real naturaleza.
LA LLAVE DE LA FELICIDAD
El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él.
Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo. Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no diese con ella. Tenía, desde luego, que esconderla en un lugar recóndito donde el hombre no pudiese hallarla. Primero pensó en ocultarla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; después, en un remotísimo confín del espacio sideral. Pero no se sintió satisfecho con estos lugares. Pasó toda la noche en vela, preguntándose cual sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad. Pensó que el hombre terminaría descendiendo a lo más abismal de los océanos y que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta de los Himalayas, porque antes o después hallaría esas tierras. Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque un día el hombre exploraría todo el universo. “?Dónde ocultarla?”, continuaba preguntándose al amanecer. Y cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina, al Divino se le ocurrió de súbito el único lugar en el que el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior colocó la llave de la felicidad.
*El Maestro dice: Busca dentro de ti mismo. “Desafía” a Dios y róbale la suprema felicidad.
UN PRESO SINGULAR
Era un hombre que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco, y, cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas, estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no pudo por menos que preguntar al preso:
--Oye, hombre, ¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día?
Y el preso contestó:
--¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que hay ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas?
*El Maestro dice: Por falta de discernimiento puro, no sólo estás en cautiverio, sino que ni siquiera llegas a darte cuenta de que lo estás.
¿QUÉ PUEDE MATAR EL AMOR?
Hubo una vez en la historia del mundo un día terrible en el que el odio, que es el rey de los
malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con
todos ellos.
Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano
llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito.
Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo:
- "Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien".
Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio que estaba hablando y él siempre
quiere matar a alguien, sin embargo todos se preguntaban entre sí quien seria tan difícil de
matar para que el Odio los necesitara a todos.
- "Quiero que maten al Amor", dijo.
Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno le tenía ganas. El primer voluntario fue el
Mal Carácter, quien dijo:
- " Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto, provocaré tal discordia y rabia
que no lo soportará".
Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter quedaron tan
decepcionados.
- "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba
y salía adelante".
Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder
dijo:
- "En vista de que El Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo
por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará".
Y empezó la ambición el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida pero
después de luchar por salir adelante renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de
nuevo.
Furioso el Odio, por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos
inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con
dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor confundido lloró, y pensó, que no quería morir y
con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció.
Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la
frialdad, al egoísmo, a la indiferencia, a la pobreza, a la enfermedad y a muchos otros que
fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y
todo lo superaba.
El Odio convencido de que el Amor era invencible les dijo los demás:
- "Nada que hacer. El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo
logramos".
De pronto de un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido, que vestía todo de
negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era
fúnebre como el de la muerte.
- "Yo mataré el Amor, dijo con seguridad".
Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El
Odio dijo:
- "Ve y hazlo".
Tan solo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles después de mucho esperar por fin EL AMOR HABIA MUERTO.
Todos estaban felices pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló:
- "Ahí les entrego el Amor totalmente muerto y destrozado y sin decir mas se marchó".
- "Espera dijo el Odio, en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no
hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres?
El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo:
SOY LA RUTINA"
NUNCA TE ATES
Una vez un guerrero indígena muy respetado y la hija de una mujer que había sido matrona de
la tribu, se enamoraron y se amaban profundamente. Habían pensado en casarse, para lo cual
tenían el permiso del cacique de la tribu.
Pero antes de formalizar el casamiento fueron a ver al Brujo, un hombre muy sabio y muy
poderoso, que tenía elixires, y conjuros, hierbas increíbles, para saber si los astros estaban a
su favor y si los Dioses los iban a proteger.
El brujo, les dijo que ellos eran buenos muchachos, jóvenes y que no había ninguna razón para
que los dioses se opongan. Entonces ellos le dijeron que querían hacer algún conjuro que les
diera la formula para ser felices siempre...
El brujo les dijo:
- Bueno hay un conjuro que podemos hacer, pero no sé si están dispuestos porque es bastante
trabajoso.
- Sí, claro-, le dijeron.
Entonces el brujo le pidió al guerrero que: escale la montaña más alta, busque allí al halcón
más vigoroso, el que vuele más alto, el que le parezca más fuerte, el que tenga el pico más
afilado, y que vivo, se lo traiga.
Y el brujo le dijo a ella: a ti no te va a ser tan fácil, vas a tener que internarte en el Monte,
buscar el águila que te parezca que es la mejor cazadora, la que vuele más alto, la que sea
más fuerte, la de mejor mirada, vas a tener que cazarla sola, sin que nadie te ayude y vas a
tener que traerla viva aquí.
Cada uno salió a cumplir su tarea.
Cuatro días después volvieron con el ave que se les había encomendado, y le preguntaron al
brujo:
- ¿Ahora qué hacemos?, ¿las cocinamos?, ¿las comemos?, ¿tomamos su sangre?, ¿qué
hacemos con ellas?"
El brujo les dijo:
- "Vamos a hacer el conjuro. ¿Volaban alto?", preguntó.
- "Sí", le dijeron.
- "¿Eran fuertes sus alas, eran sanas, independientes?"
- "Sí", contestaron.
- "Muy bien", dijo el brujo, "Ahora átenlas entre sí por las patas y suéltenlas para que
vuelen"...
Entonces el águila y el halcón comenzaron a tropezarse, intentaron volar, pero lo único que
lograban, era revolcarse en el piso, y se hacían daño mutuamente, hasta que empezaron a
picotearse entre sí.
Entonces el brujo de la tribu les dijo:
- "Este es el conjuro: Si ustedes quieren ser felices para siempre:
VUELEN INDEPENDIENTES Y JAMÁS SE ATEN EL UNO AL OTRO"
LAS DOS VASIJAS
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un
palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras
que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el
arroyo hasta la casa de su patrón; pero cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del
agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente; desde luego, la vasija perfecta estaba
muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada.
Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía
miserable, porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habla al aguador diciéndole:
-Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes
entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.
El aguador, apesadumbrado, le dijo compasivamente:
-Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del
camino.
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchas flores hermosas a lo largo, pero de todos modos se
sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de ella la mitad del agua que debía llevar.
El aguador le dijo entonces:
-¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de
tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del
camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger
estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todo
y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.
En la vida cada uno de nosotros tiene sus propias grietas personales. Todos a veces somos
como vasijas agrietadas y con defectos, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad
de poder aprovechar nuestros puntos débiles para lograr buenos resultados.
El vacío del guerrero
Un célebre espadachín japonés, que se decía adepto al zen, fue al encuentro del maestro Dokuon y le dijo, no sin un leve aire de triunfo, que todo lo que existía era el vacío, que nada distinguía al yo del tú, etc.
El maestro lo escuchó un momento en silencio, luego cogió su pipa y golpeó ocn fuerza al soldado en el cráneo.
El hombre saltó, cogió su sable y amenazó al monje.
- Vaya – dijo éste muy tranquilo -, el vacío no tarda en montar en cólera.
EL MELÓN
Un maestro zen le ofreció un melón a su discípulo y le preguntó:
- ¿Qué te parece este melón? ¿Está bueno?
- Sí, sabe muy bien – contestó el discípulo.
- ¿Dónde está ese sabor? – le preguntó luego el maestro -. ¿En el melón o en tu lengua?
El discípulo reflexionó y se lanzó a dar complicadas explicaciones:
- Este sabor procede de una interdependencia entre el melón y mi lengua, porque mi lengua sola, sin el melón, no puede…
El maestro lo interrumpió bruscamente:
- ¡Idiota! ¡Más que idiota! ¿Qué pretendes? Este melón está bueno. Eso basta.
Sabiduría en cuentos... Para Reflexionar ... Pepe....
Pepe era el tipo de persona que te encantaría ser. Siempre estaba de buen humor y siempre tenía algo positivo que decir. Cuando alguien le preguntaba cómo le iba, el respondía:
- Me va de maravilla, no podría estar mejor. Era un gerente único porque tenía varias camareras que lo habían seguido de restaurante en restaurante. La razón por la que las camareras seguían a Pepe era por su actitud. El era un motivador natural; si un empleado tenía un mal día, Pepe estaba ahí para decirle al empleado como ver el lado positivo de la situación. Realmente me causó curiosidad, así que un día fui a buscar a Pepe y le pregunté:
- No lo entiendo... no es posible ser una persona positiva todo el tiempo ¿Cómo lo haces?
Pepe respondió: - Cada mañana me despierto y me digo a mi mismo: Pepe, tienes dos opciones hoy, puedes escoger estar de buen humor o puedes escoger estar de mal humor; escojo estar de buen humor. Cada vez que sucede algo malo, puedo escoger entre ser una víctima o aprender de ello; escojo aprender de ello. Cada vez que alguien viene a mí para quejarse, puedo aceptar su queja o puedo señalarle el lado positivo de la vida; escojo señalarle el lado positivo de la
vida.- Si, claro, pero no es tan fácil -protesté.
- Si lo es, -dijo Pepe- todo en la vida se basa en elecciones. Cuando quitas todo lo demás, cada situación es una elección. Tú eliges cómo reaccionas ante cada situación; tú eliges cómo afectará la gente tu estado de ánimo; tu eliges estar de buen humor o mal humor; en resumen, tú eliges cómo vivir la vida.
Reflexioné en lo que Pepe me dijo... Poco tiempo después deje la industria hotelera para iniciar mi propio negocio. Perdimos contacto, pero con frecuencia pensaba en Pepe, cuando tenía que hacer una elección en la vida, en vez de reaccionar contra ella.
Varios años más tarde, me enteré que Pepe hizo algo que nunca debe hacerse en un negocio de restaurante: dejó la puerta de atrás abierta y una mañana fue asaltado por tres ladrones armados. Mientras trataba de abrir la caja fuerte, su mano, temblando por el nerviosismo, resbaló de la combinación. Los asaltantes sintieron pánico y le dispararon. Con mucha suerte, Pepe fue encontrado relativamente pronto y llevado de emergencia a una clínica y después de ocho horas de cirugía y semanas de terapia intensiva, Pepe fue dado de alta, aún con fragmentos de bala en su cuerpo.
Me encontré con Pepe seis meses después del accidente y cuando le pregunté cómo estaba, me respondió:
- Estoy de maravilla, no podría estar mejor.
Le pregunté que pasó por su mente en el momento del asalto y contestó: - Lo primero que vino a mi mente fue que debí haber cerrado con llave la puerta de atrás. Cuando estaba tirado en el piso, recordé que tenía dos opciones: podía elegir vivir o podía elegir morir; elegí vivir.
- ¿No sentiste miedo? -Le pregunté y Pepe continuó:
- Los médicos fueron geniales. No dejaban de decirme que iba a estar bien, pero cuando me llevaron al quirófano y vi las expresiones en las caras de los médicos y enfermeras, realmente me asusté. Podía leer en sus ojos: es hombre muerto. Supe entonces que debía tomar una decisión.
- ¿Qué hiciste? -pregunté.
- Bueno, uno de los médicos me preguntó si era alérgico a algo y respirando profundo grité: Si, a las balas. Mientras reían, les dije: estoy escogiendo vivir, opérenme como si estuviera vivo, no muerto.
Pepe vivió por la maestría de los médicos, pero sobre todo por su asombrosa actitud. Aprendió que cada día tenemos la elección de vivir plenamente, la actitud, al final, lo es todo. Ahora tienes dos elecciones:
Y recuerda, sólo se frustran aquellos que dejan de ver la parte positiva de sus resultados y de la vida.
EL AGUA DE RESERVA
Érase una vez, hace muchas, muchas lunas, que en un reino más allá de
los mares, vivía el anciano Khor, un ser que gozaba de gran fama por
sus lúcidas intuiciones acerca de los acontecimientos que se
avecinaban.
Un día, el anciano Khor ascendió a la montaña y desde lo alto dirigió a
todo el género humano una advertencia:
"En cierta fecha", dijo, "todas las aguas del mundo, desaparecerán
para, más tarde, volver nuevamente a fluir, pero ¡Atención! Desde
entonces, brotará un agua diferente, un agua que al ser bebida,
enloquecerá y desviará a los hombres de su coherencia fundamental.
Acrón y Turak, dos hermanos artesanos que permanecían atentos a las
inspiradas palabras de los ancianos, prestaron oídos al significado de
esta advertencia, así que comenzaron a recoger agua de su manantial y
depositarla en grandes tinajas a fin de guardarla en lugar seguro. Con
esta medida, los dos hermanos pretendían mantener la cordura
mientras fluyese el agua contaminada que el sabio había anunciado.
Y efectivamente, en la fecha indicada, los torrentes dejaron de
correr, los pozos se secaron, y tras tres días de sequía e inquietud, de
nuevo las aguas comenzaron a correr. Acrón y Turak, viendo lo que
estaba ocurriendo, se dirigieron a su refugio y bebieron del agua que
habían guardado.
Al cabo de dos semanas, decidieron visitar el poblado y pasear por sus
calles para observar lo ocurrido entre sus habitantes. Tras recorrer
las plazas y los mercados, comprobaron asombrados que las gentes
pensaban y hablaban de forma totalmente diferente a la anterior. Ni
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siquiera tenían memoria de lo que había sucedido. Tampoco recordaban
haber sido prevenidos. Y además, cuando los dos jóvenes trataban de
comunicarse con cualquiera de ellos, recibían respuestas absurdas e
incoherentes.
Acrón y Turak, no tardaron en darse cuenta de que todos los
habitantes de aquel poblado se habían vuelto locos. Aquellas gentes
parecían perturbadas y mostraban hostilidad o compasión en lugar de
la lógica habitual que los dos jóvenes esperaban.
Acrón y TuraK regresaron rápido a su refugio y durante las primeras
semanas bebieron del agua que habían guardado en sus tinajas. Pero
finalmente, al cabo de 40 días de soledad y resistencia, Turak no
aguantando más, tomó la decisión de beber de la nueva agua por
contaminada que estuviese. Turak reconocía no poder soportar su
aislamiento por la diferencia de orientación entre su mentalidad y la
del resto del mundo.
Aquella mañana, Turak se despidió de un Acrón que había decidido
permanecer, esperar y permanecer fiel a sus Valores, atestiguando lo
que sucediese.
Al poco, Turak sació su sed con la nueva agua y, de repente, se volvió
como los demás.
Al poco, se produjo la transformación. Turak olvidó completamente
todo lo referente al agua especial que tenía almacenada, y cuando
volvió al poblado y se entremezcló con sus amigos y vecinos, todos
comenzaron a mirarlo asombrados y decir con júbilo:
¡Mirad! Es la primera vez que un loco ha sido restituido
milagrosamente a la cordura.
El Buda de Oro
La estatua del Buda de barro alcanzaba casi tres metros de altura. Durante generaciones había sido considerada sagrada por los habitantes del lugar. Un día, debido al crecimiento de la ciudad, decidieron trasladarla a un sitio más apropiado. Esta delicada tarea le fue encomendada a un reconocido monje, quien, después de planificar detenidamente, comenzó su misión. Fue tan mala su fortuna que, al mover laestatua, ésta se deslizó y cayó, agrietándose en varias partes.
Compungidos, el monje y su equipo decidieron pasar la noche meditando sobre las alternativas. Fueron unas horas largas, oscuras y lluviosas. El monje, en vez de desesperarse, se enfocó en encontrar una salida. De repente, al observar la escultura resquebrajada, cayó en cuenta que la luz de su vela se reflejaba a través de las grietas de la estatua. Pensó que eran las gotas de lluvia. Se acercó a la grieta y observó que detrás del barro había algo, pero no estaba seguro qué.
Lo consultó con sus colegas y decidió tomar un riesgo que parecía una locura: Pidió un martillo y comenzó a romper el barro, descubriendo que debajo se escondía un Buda de oro sólido de casi tres metros de altura. Durante siglos este hermoso tesoro había sido cubierto por el ordinario barro. Los historiadores hallaron pruebas que demostraban que, en una época, el pueblo iba a ser atacado por bandidos. Los pobladores, para proteger su tesoro, lo cubrieron con barro para que pareciera común y ordinario. El pueblo fue atacado y saqueado, pero el Buda fue ignorado por los bandidos. Después, los sobrevivientes pensaron que era mejor seguir ocultándolo detrás del barro. Con el tiempo, la gente comenzó a pensar que el Buda de Oro era una leyenda o un invento de los viejos.
Hasta que, finalmente, todos olvidaron el verdadero tesoro porque pensaron que algo tan hermoso no podía ser cierto.
Pero, nuestros tesoros son nuestra capacidad de dar, disfrutar, agradecer, reír; deperdonar, de soñar en grande, de pasar por encima de las pequeñeces y de valorar en uno mismo y en otros lo que verdaderamente es importante. Arriésgate a ver tu vida a través del barro y te darás cuenta de que eres un tesoro rodeado de riquezas.
Diamantes
Una noche un grupo de nómadas se prestaban a retirarse a dormir cuando de repente los rodeó una luz. Comprendieron que estaban en presencia de un ser celestial y con gran ansiedad esperaban un mensaje divino de gran importancia que sabían habría de ser especial para ellos.
Finalmente se escuchó una voz que les dijo:
—Reúnan todos los guijarros que encuentren en el suelo y póngalos en sus alforjas, mañana viajen todo el día, así la noche los hallará contentos pero tristes...
Después de despedirse los nómadas compartieron su decepción y su enojo. Esperaban la revelación de una gran verdad universal que les permitiera generar riqueza, salud y propósitos para el mundo. Pero lo que habían recibido era en cambio una tarea insignificante, "carente de sentido" para ellos. No obstante, el recuerdo del esplendor del visitante hizo que cada uno de ellos recogiera algunos guijarros y los depositara en su alforja, no sin dejar de expresar su desconcierto.
Viajaron durante todo el día y esa noche, mientras armaban el campamento, revisaron sus alforjas y descubrieron que cada guijarro recogido se había convertido en un diamante. Estaban contentos por tener diamantes pero estaban tristes por no haber recogido muchos más guijarros.
Así es: La vida está llena de tantas cosas "carentes de sentido" que no le damos la importancia que ellas tienen. Una palabra, un abrazo, un beso, una sonrisa, un apretón de manos, una caricia, una flor, un saludo, un te quiero, un guiño, unas gracias,parecen guijarros, ¡pero realmente son diamantes!
El Violín Desafinado
Esta historia es sobre un hombre que reflejaba en su forma de vestir la derrota, y en su forma de actuar la mediocridad total.
Ocurrió en París, en una calle céntrica aunque secundaria. Este hombre, sucio y maloliente, tocaba un viejo violín. Frente a él y sobre el suelo colocaba su boina, con la esperanza de que los transeúntes se apiadaran de su condición y le arrojaran algunas monedas para llevar a casa.
El pobre hombre trataba de sacar una melodía, pero era del todo imposible identificarla debido a lo desafinado del instrumento, y a la forma displicente y aburrida con que tocaba ese violín.
Un famoso concertista, que junto con su esposa y unos amigos salía de un teatro cercano, pasó frente al mendigo musical. Todos arrugaron la cara al oír aquellos sonidos tan discordantes. Y no pudieron menos que reír de buena gana.
La esposa le pidió, al concertista, que tocara algo. El hombre echó una mirada a las pocas monedas en el interior de la boina del mendigo, y decidió hacer algo.
Le solicitó el violín. Y el mendigo musical se lo prestó con cierto resquemor.
Lo primero que hizo el concertista fue afinar sus cuerdas. Y entonces, vigorosamente y con gran maestría arrancó una melodía fascinante del viejo instrumento. Los amigos comenzaron a aplaudir y los transeúntes comenzaron a arremolinarse para ver el improvisado espectáculo.
Al escuchar la música, la gente de la cercana calle principal acudió también y pronto había una pequeña multitud escuchando arrobada el extraño concierto. La boina se llenó no solamente de monedas, sino de muchos billetes de todas las denominaciones, mientras el maestro sacaba una melodía tras otra, con tanta alegría.
El mendigo musical estaba aún más feliz por ver lo que ocurría, y no cesaba de dar saltos de contento y repetir orgulloso a todos: "¡¡Ese es mi violín!!, ¡¡Ese es mi violín!!". Lo cual, por supuesto, era rigurosamente cierto.
En la vida todos tenemos "un violín": Son nuestros conocimientos, nuestras habilidades y nuestras actitudes. Y tenemos libertad absoluta de tocar "ese violín" como nos plazca.
Se nos ha dicho que Dios nos concede libre albedrío, es decir, la facultad de decidir lo que haremos de nuestra vida. Y esto, claro, es tanto un maravilloso derecho, como una formidable responsabilidad.
Algunos, por pereza, ni siquiera afinan ese violín. No perciben que en el mundo actual hay que prepararse, aprender, desarrollar habilidades y mejorar constantemente actitudes si queremos ejecutar un buen concierto.
Pretenden una boina llena de dinero, y lo que entregan es una discordante melodía que no gusta a nadie. Esa es la gente que hace su trabajo de la forma: "ahí te va...", Que piensa en términos de "me vale...", y que cree que la humanidad tiene la obligación de retribuirle su pésima ejecución, cubriendo sus necesidades. Es la gente que piensa solamente en sus derechos, pero no siente ninguna obligación de ganárselos.
La verdad, por dura que pueda parecernos, es otra. Tú y yo, y cualquier otra persona, tenemos que aprender tarde o temprano, que los mejores lugares son para aquellos que no solamente afinan bien ese violín, sino que aprenden con el tiempo también a tocarlo con maestría. Por eso debemos estar dispuestos a hacer bien nuestro trabajo diario, sea cual sea. Y aspirar siempre a prepararnos para ser capaces de realizar otras cosas que nos gustarían.
La historia está llena de ejemplos de gente que aún con dificultades iniciales llegaron a ser buenos concertistas con sus violines (sus vidas). Y también, por desgracia, registra los casos de muchos otros, que teniendo grandes oportunidades, decidieron con ese violín, ser mendigos musicales.
La verdad es que Dios nos concedió "libre albedrío". Tú puedes hacer algo grande de tu vida, o hacer de ella una miseria. Esa es tu decisión personal.
Y para agregar algo más a esta historia, quiero dar una buena noticia: Si alguien, por razones diversas, sean cuales sean, ya no es capaz de afinar su propio "violín", yo le aseguro que al igual que ese famoso violinista afinó el violín del mendigo, Dios está en la mejor disposición de afinar y sacar armoniosas melodías de tu vida. ÉL está tan cerca de ti como una palabra salida por tu boca, pero de lo profundo de tu corazón,expresando tu necesidad, y deseo de cambiar.
Dios te ama y desea lo mejor para ti.
Solo Podemos Traer Amor En el Corazón
En una de las salas de un colegio había varios niños. Uno de ellos preguntó:
—Maestra, ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el sentimiento del amor.
Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
—Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo.
El primer alumno respondió:
—Yo traje esta flor, ¿no es linda?
Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo:
—Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas; la voy a colocar en mi colección.
El tercer alumno completó:
—Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido, hermano: ¿no es gracioso?
Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio.
Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada, y que había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía avergonzada porque no había traído nada. La maestra se dirigió a ella y le preguntó:
—Muy bien, ¿y tú? ¿No has encontrado nada?
La criatura, tímidamente, respondió:
—Disculpe, maestra. Vi la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma por más tiempo. Vi también la mariposa, suave, colorida, pero parecía tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Vi también el pichoncito caído entre las hojas, pero... al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido. Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo mostrar lo que traje?
La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la única que logró percibir que "sólo podemos traer el amor en el corazón."
Sabes, esto me lo envió quien me enseñó que el amor no es: Tomar, Arrancar, Capturar, Forzar, Ganar o Perder.
Amar es llevar en el alma, ...es Recordar, ...es Disfrutar. Amar es ... ser Libre y... dejar ser Libre.
EL POZO DEL LEÓN
Los animales vivían todos con el temor del león. Las grandes selvas y las
vastas praderas les parecían demasiado pequeñas. Se pusieron de acuerdo y
fueron a visitar al león. Le dijeron:
"Deja de perseguirnos. Cada día, uno de nosotros se sacrificará para
servirte de alimento. Así, la hierba que comemos y el agua que bebemos no
tendrán ya este amargor que les encontramos."
El león respondió:
"Si eso no es una astucia vuestra y cumplís esta promesa, entonces estoy
perfectamente de acuerdo. Conozco demasiado las triquiñuelas de los hombres y
el profeta dijo: "El fiel no repite dos veces el mismo error"."
"¡Oh, sabio! -dijeron los animales-, es inútil querer protegerse contra el
destino. No saques tus garras contra él. ¡Ten paciencia y sométete a las
decisiones de Dios para que Él te proteja!"
"Lo que decís es justo -dijo el león-, pero más vale actuar que tener
paciencia, pues el profeta dijo: "¡Es preferible que uno ate su camello!»
Los animales:
"Las criaturas trabajan para el carnicero. No hay nada mejor que la
sumisión. Mira el niño de pecho; para él, sus pies y sus manos no existen pues
son los hombros de su padre los que lo sostienen. Pero cuando crece, es el vigor
de sus pies el que lo obliga a tomarse el trabajo de caminar."
-Es verdad, reconoció el león, pero ¿por qué cojear cuando tenemos pies?
Si el dueño de la casa tiende el hacha a su servidor, éste comprende lo que debe
hacer. Del mismo modo, Dios nos ha provisto de manos y de pies. Someterse
antes de llegar a su lado, me parece una mala cosa. Pues dormir no aprovecha
sino a la sombra de un árbol frutal. Así el viento hace caer la fruta necesaria.
Dormir en medio de un camino por el que pasan bandidos es peligroso. La
paciencia no tiene valor sino una vez que se ha sembrado la semilla."
Los animales respondieron:
"Desde toda la eternidad, miles de hombres fracasan en sus empresas, pues,
si una cosa no se decide en la eternidad, no puede realizarse. Ninguna
precaución resulta útil si Dios no ha dado su consentimiento. Trabajar y adquirir
bienes no debe ser una preocupación para las criaturas."
Así, cada una de las partes desarrolló sus ideas por medio de muchos
argumentos pero, finalmente, el zorro, la gacela, el conejo y el chacal lograron
convencer al león.
Así pues, un animal se presentaba al león cada día y éste no tenía que
preocuparse ya por la caza. Los animales respetaban su compromiso sin que
fuese necesario obligarlos.
Cuando llegó el turno al conejo, éste se puso a lamentarse. Los demás
animales le dijeron:
"Todos los demás han cumplido su palabra. A ti te toca. Ve lo más aprisa
posible junto al león y no intentes trucos con él."
El conejo les dijo:
"¡Oh, amigos míos! Dadme un poco de tiempo para que mis artimañas os
liberen de ese yugo. Eso saldréis ganando, vosotros y vuestros hijos."
-Dinos cuál es tu idea, dijeron los animales.
-Es una triquiñuela, dijo el conejo: cuando se habla ante un espejo, el vaho
empaña la imagen."
Así que el conejo no se apresuró a ir al encuentro del león. Durante ese
tiempo, el león rugía, lleno de impaciencia y de cólera. Se decía:
"¡Me han engañado con sus promesas! Por haberlos escuchado, me veo en
camino de la ruina. Heme aquí herido por una espada de madera. Pero, a partir
de hoy, ya no los escucharé."
Al caer la noche, el conejo fue a casa del león. Cuando lo vio llegar, el león,
dominado por la cólera, era como una bola de fuego. Sin mostrar temor, el
conejo se acercó a él, con gesto amargado y contrariado. Pues unas maneras
tímidas hacen sospechar culpabilidad. El león le dijo:
"Yo he abatido a bueyes y a elefantes. ¿Cómo es que un conejo se atreve a
provocarme?"
El conejo le dijo:
"Permíteme que te explique: he tenido muchas dificultades para llegar
hasta aquí. Había salido incluso con un amigo. Pero, en el camino, hemos sido
perseguidos por otro león. Nosotros le dijimos: "Somos servidores de un sultán "
Pero él rugió: "¿Quién es ese sultán? ¿Es que hay otro sultán que no sea yo?" Le
suplicamos mucho tiempo y, finalmente, se quedó con mi amigo, que era más
hermoso y más gordo que yo. De modo que otro león se ha atravesado en
nuestros acuerdos. Si deseas que mantengamos nuestras promesas, tienes que
despejar el camino y destruir a este enemigo, pues no te tiene ningún temor."
-¿Dónde está? dijo el león. ¡Vamos, muéstrame el camino!"
El conejo condujo al león hacia un pozo que había encontrado antes.
Cuando llegaron al borde del pozo, el conejo se quedó atrás. El león le dijo:
"¿Por qué te detienes? ¡Pasa delante!"
"Tengo miedo, dijo el conejo. ¡Mira qué pálida se ha puesto mi cara!"
-¿De qué tienes miedo?" preguntó el león.
El conejo respondió:
"¡En ese pozo vive el otro león!"
-Adelántate, dijo el león. ¡Echa una ojeada sólo para verificar si está ahí!
-Nunca me atreveré, dijo el conejo, si no estoy protegido por tus brazos."
El león sujetó al conejo contra él y miró al pozo. Vio su reflejo y el del
conejo. Tomando este reflejo por otro león y otro conejo, dejó al conejo a un
lado y se tiró al pozo.
Esta es la suerte de los que escuchan las palabras de sus enemigos. El león
tomó su reflejo por un enemigo y desenvainó contra sí mismo la espada de la
muerte.
LAS AVES
El profeta Salomón tenía como servidoras a todas las aves. Como entendía
su lenguaje, se habían hecho buenos amigos. Existen así Indios y Turcos que se
hacen buenos amigos, aunque hablen lenguas diferentes. También existen
Turcos que hablan la misma lengua y llegan a ser extraños entre sí. La que
importa es la lengua del corazón y más vale ponerse de acuerdo por esa lengua
que por la palabra.
Así, pues, todas las aves se pusieron un día a enumerar sus virtudes y su
ciencia ante el profeta. No actuaban así por presunción, sino sólo para
presentarse a él pues un servidor hace valer ante su amo las cualidades que
puede poner a su servicio. Cuando un esclavo está descontento de su comprador,
finge estar enfermo.
Al llegar el turno a la abubilla se presentó ella en estos términos:
"Yo, mirando desde lo alto del cielo, puedo adivinar la situación de los
arroyos subterráneos. Puedo precisar el color de esta agua y la importancia de su
caudal. Tal facultad puede ser preciosa para tu ejército. ¡Oh, sultán, concédeme
tus favores!" Salomón dijo entonces:
"¡Oh, amiga! Es cierto que el agua es importante para mis soldados.
¡Quedarás, pues, encargada de proveer de agua a mi ejército!"
El cuervo, que estaba celoso de la abubilla, tomó entonces la palabra:
"¡Es vergonzoso sostener semejante extravagancia ante el sultán! Si la
abubilla tuviese realmente el don que pretende tener, vería entonces las trampas
que los hombres le tienden en el suelo.
Pero no sucede eso y más de una abubilla ha ido a parar a las jaulas que los
hombres fabrican para ellas."
Salomón se volvió hacia la abubilla:
"Es verdad, ¡oh, abubilla! Estas palabras pueden aplicársete. ¿Por qué te
atreves a mentir en mi presencia?"
La abubilla respondió:
"¡Oh, sultán! ¡No me avergüences! No escuches las palabras de mis
enemigos. Si he mentido, córtame entonces la cabeza con tu espada. El cuervo es
el que niega el destino. Cuando las circunstancias no enturbian el ojo de mi
inteligencia, veo muy bien las trampas que se me tienden. Pero, a veces, algún
incidente viene a adormecer la ciencia y la inteligencia. Oscurece incluso el sol y
la luna."
EL VIEJO MÚSICO
En tiempos del califa Omar, había un viejo músico que amenizaba las
reuniones de hombres de buen gusto. Con su hermosa voz, incluso al ruiseñor
embriagaba.
Pero pasaba el tiempo y el halcón de su alma se transformaba en mosquito.
Su espalda se curvaba como la pared de una cántara. Su voz, que en otros
tiempos acariciaba las almas, empezaba a arañarlas y a aburrir a todo el mundo.
¿Hay en esta tierra alguna mujer hermosa que no haya sufrido al deteriorarse su
belleza? ¿Hay algún techo que no haya terminado por venirse abajo? Así cayó
nuestro hombre en la penuria y hasta el pan llegó a faltarle. Un día, dijo:
"¡Oh, Señor! Me has concedido una larga vida y me has colmado de tus
favores. Durante setenta años, no he dejado de rebelarme contra ti, pero tú
siempre me has ofrecido con qué subsistir. Hoy, ya no gano nada y soy huésped
tuyo. Por tanto, cantaré y lloraré por ti."
Tomó el camino del cementerio. Allí tocó el laúd y cantó, vertiendo
amargas lágrimas. Luego, el sueño se apoderó de él y, tomando su instrumento
como almohada, se durmió. Su cuerpo quedó liberado de las vicisitudes de este
mundo. Era tan feliz en su sueño que se decía:
"¡Ah! ¡Si pudiera quedarme aquí eternamente!"
Pues bien, en aquel mismo instante, el sueño se apoderó también de Omar,
el califa del Islam, que se dijo:
"No es desde luego hora de dormir, pero acaso haya una razón para esto."
Entonces, una voz de lo Desconocido se dirigió a él y le dijo:
"¡Oh, Omar! ¡Ve a socorrer a uno de mis servidores! Ese pobre está en este
momento en el cementerio. Ve a darle setecientos dinares. Y dile que recobre el
reposo del corazón. Ruégale que acepte esta suma y que vuelva a verte cuando
se haya agotado."
Al despertar, Omar puso la suma indicada en una bolsa y se trasladó al
cementerio. Al no encontrar allí sino a un anciano dormido, se dijo:
"Dios me ha hablado de un hombre puro, de un elegido. No puede ser este
viejo músico."
Y como un león cazando, dio varias veces la vuelta al cementerio. Viendo
que no había nadie, aparte el anciano, se dijo:
"Hay corazones iluminados en los más olvidados rincones."
Se acercó al músico y tosió para despertarlo.
El músico, al ver ante él al califa del Islam, quedó atemorizado y se puso a
temblar pero Omar le dijo:
"¡Oh, anciano! No tengas miedo. Te traigo una buena noticia de parte de
Dios. Él te ha considerado digno de sus favores. Aquí hay algún dinero. Gástalo y
vuelve a verme."
A estas palabras, el anciano se puso a llorar y, tirando su instrumento al
suelo, lo rompió diciendo:
"¡Tú eras el velo entre Dios y yo!"
Omar le dijo:
"Son tus lágrimas las que te han despertado. Es bueno recordar el pasado.
Pero para ti, en adelante, el pasado y el futuro son velos. Tú te has arrepentido
de tu pasado y debes ahora arrepentirte de tu arrepentimiento."
BUSCADOR DE VERDAD
Dakuki era un hombre de amor y prodigioso, muy atento a protegerse de lo
ilícito. Nunca permanecía más de dos días en un mismo lugar, pues se decía:
"Si me quedo más tiempo en una casa, corro el peligro de ver mi corazón
atraído por algo o por alguien."
Caminaba de día y rezaba de noche. Su naturaleza era la de un ángel.
Como él era puro, estaba en continua búsqueda de hombres puros y dirigía a
Dios esta plegaria:
"¡Oh, Señor! ¡Permíteme encontrar a tus fieles servidores!"
Y Dios le respondía:
"¡Oh, hombre puro! ¡Qué sed y qué amor hay en ti! Pero si ese amor me ha
sido consagrado, ¿por qué estás siempre buscando hombres?"
Dakuki:
"¡Oh, Dios mío! ¡Estoy en mitad del océano y busco una cántara de agua!
Los deseos que tengo acerca de tu amor son para mí motivo de orgullo, igual que
mis deseos por el prójimo me son motivo de vergüenza. Desde hace años, viajo
sin cesar, tanto a Oriente como a Occidente. Voy con los pies desnudos por
caminos llenos de guijarros y de espinas. Pero no creas que un enamorado se
desplaza sobre sus pies torturados. No, es con su corazón como viaja. Mi
atracción por el hombre no hace sino aumentar. ¡Quisiera ver la ola del océano
en una gota de agua!"
Un día, Dakuki se encontró dirigiendo la oración en una playa entre un
grupo de fieles. Todo el mundo se puso en fila para la oración cuando, de
pronto, la mirada de Dakuki se dirigió hacia el mar y oyó gritos. Vio, en alta mar,
un barco, sacudido por las olas. Los pasajeros, en la oscuridad, gritaban por
temor a hundirse, pues la tempestad soplaba como Azrael. Incluso los infieles y
los rebeldes habían recobrado su fe en Dios y todos se prosternaban,
desesperados.
Al ver esto, las lágrimas llenaron los ojos de Dakuki.
"¡Oh, Señor! le dijo, ¡perdónalos y socórrelos!"
Esta plegaria fue escuchada y el barco se salvó, pero los pasajeros creyeron
que esto se debía a sus propios esfuerzos. Creían que sus oraciones habían sido
aceptadas. Como el zorro que escapa de las garras del león gracias a sus patas,
pero que sigue estando tan orgulloso de su cola.
En pocas palabras, el barco atracó en el momento mismo en que Dakuki y
los fieles terminaban su oración. Los fieles dijeron:
"¿Quién ha podido hacer este prodigio? ¿Habrá sido el imán, que,
compadecido, haya dirigido esta oración a Dios? ¡Se habría atrevido a
interferirse en la voluntad divina!"
Y cuando Dakuki se volvió, vio que todo el mundo se había marchado.
Habían desaparecido todos, como peces deslizándose en el agua. Dakuki se puso
de nuevo a llorar.
¡Ah! ¡Ahora es cuando caes en la trampa! ¡Hombre inmaduro! Creías, como
todo el mundo, que ellos eran hombres. Tú los has mirado con los ojos de
Satanás, que dice: "Yo fui creado a partir del fuego y Adán a partir del barro."
¡Oh, Dakuki, abre los ojos! Sigue buscando día y noche. Abandona las obras de
este mundo. ¡Busca a los hombres invocando Su nombre!
EL HIJO DE MARÍA
Un día, Jesús, hijo de María, se dirigía corriendo hacia la montaña. Alguien
se puso a seguirlo gritando:
"¡Nadie te persigue! ¿Por qué corres así?"
Jesús, sólo preocupado por su huida, no respondió siquiera a la pregunta.
Pero el otro reiteró su llamada:
"¡En nombre de Dios! ¡Detente! Quisiera solamente saber lo que haces,
pues, aparentemente, no hay motivo de temor."
Jesús respondió:
"¡Huyo de un tonto! No te pongas en mi camino. ¡No retrases mi huida!"
El otro exclamó:
"¿Cómo? ¡Tú que posees el hálito santo! ¡Tú, que has curado a ciegos y a
sordos, Tú, que puedes resucitar a un cadáver soplando sobre él! ¡Tú, que haces
un pájaro de un puñado de barro! ¿Por qué ese temor?"
Jesús respondió:
"Es Dios quien ha creado mi alma y mi carne. Cuando invoco Su nombre, el
ciego y el sordo quedan curados. Cuando invoco Su nombre, la montaña se
dispersa como un almiar. Si murmuro Su nombre al oído de un cadáver,
resucita. Una gota se convierte en un océano por Su nombre. Le he invocado mil
veces ante un tonto, pero no ha habido resultado alguno."
El hombre insistió:
"¿Cómo es que el nombre de Dios, que influye en el sordo, el ciego y la
montaña, no tiene efecto sobre un tonto? Si la tontería es una enfermedad como
las demás, ¿cómo es que no se le encuentra remedio?"
Jesús respondió:
"La tontería es una maldición de Dios mientras que la ceguera no lo es.
Pues se adquiere. Los males que se adquieren merecen piedad, pero la tontería
es nuestra enemiga."
¡Como Jesús, huye de los tontos! La conversación de los tontos hace
disminuir tu fe, igual que el aire hace evaporarse el agua. Si te sientas sobre
rocas húmedas, se va el calor de tu cuerpo y caes enfermo. El tonto enfría tu
naturaleza. No creas que Jesús huía por temor. Estaba protegido por Dios. No,
sólo lo hizo para enseñanza tuya.
EL ABUELO Y SU NIETO
"Erase una vez un abuelito que todos los días iba a recoger a su nieto al colegio. Junto a su cachorro Toby, ambos esperaban al pequeño y, cuando salía de clase, de camino a casa, paraban en el parque para jugar un rato, riendo y saltando hasta la hora de comer. Pero cierta mañana, mientras el pequeño esaba en la escuela, el anciano se dio cuenta de que Toby ya no se movía, ni ladraba, ni podría jugar nunca más. El cachorro había entrado en el Gran Silencio. El hombre, comprendiendo que su nieto era demasiado pequeño para entender lo que era la muerte, deseando evitarle cualquier sufrimiento, ideó un plan. Rápidamente cogió lápiz y papel y escribió una carta que metió en un sobre dibujando algo parecido a la huella de una pata de cachorro en él. Así, con la carta en el bolsillo, fue a recoger al pequeño. El joven, al salir y no ver a su mascota, miró a su abuelo y le preguntó: - Abuelito, ¿dónde está Toby? – No lo sé hijo mío. Esta mañana encontré su caseta vacía y esta carta en su interior. Creo que va dirigida a ti. Quizás deberías leerla – El pequeño, con cara de asombro, abrió la carta y leyó en voz alta: - Hola, soy Toby. Verás, esta mañana pensé que esta caseta se me había quedado demasiado pequeña y sentí mucha curiosidad por ver mundo, así que me he decidido a salir de viaje. No te preocupes por mí, te prometo que cada mes te escribiré una carta y te contaré cosas de todos los lugares donde esté. Te quiere. Toby.– El niño miró a su abuelo y exclamó: - Abuelito, Toby se ha ido de vacaciones… ¿adónde habrá ido? ¿Cuándo regresará?... - Pero el anciano, encogiéndose de hombros, contestó:- Creo que tendremos que esperar una nueva carta para averiguarlo – Así, al cabo de un mes, el pequeño encontró una carta firmada con la huella de un cachorro en el buzón y, muy contento, la abrió y leyó: - Hola, soy Toby. Estoy en Venecia. ¡No te lo vas a creer! Aquí las calles son de agua. Ayer te vi montado en una góndola. Te quiero. Volveré a escribir. Toby – El pequeño buscó al anciano y le enseño la carta: - Mira abuelito, es de Toby. Dice que está en Venecia y que me vio montado allí en una góndola. ¿Cómo puede ser posible si yo no me he movido de aquí? - No lo sé - Contestó el hombre - Creo que tendremos que esperar más cartas de Toby para poder aclarar este misterio – Así, al siguiente mes, el pequeño encontró otra carta en el buzón que decía: - Hola, soy Toby. Estoy en la India. ¡No te lo vas a creer! Aquí la gente se sienta de una forma muy rara. Llevan turbantes en la cabeza y se pintan un lunar rojo en la frente. Te vi ayer cuando te bañabas en las orillas del río Ganges. Te quiero. Te volveré a escribir. Toby.- El joven, intrigado, buscó de nuevo a su abuelo y le enseño la carta: - Mira abuelito, es de Toby. Dice que ahora está en la India y que me vio allí mientras me bañaba en el Ganges. ¿Cómo puede ser posible si yo no me he movido de aquí? - No lo sé hijo mío – Volvió a contestar el anciano -Creo que tendremos que esperar más cartas de Toby para poder aclarar este misterio – De nuevo, al siguiente mes, el pequeño encontró otra carta en el buzón y leyó: - Hola, soy Toby. Estoy en China. ¡No te lo vas a creer! Aquí la gente se levanta muy temprano para practicar en los parques de cualquier ciudad una danza muy bella que llaman Tai-Chi. Te vi ayer cuando danzabas con ellos. Te quiero. Te volveré a escribir. Toby. - Así, todos los meses el pequeño fue recibiendo cartas de su mascota hasta que cierto día, el abuelito cayó muy enfermo y no pudo levantarse más de la cama, por lo que mandó llamar a su nieto y le pidió que abriera el armario. Cuando el niño lo hizo, de su interior salió un pequeño cachorro que pronto empezó a juguetear con él, subiéndose por sus pies y mordisqueando sus calcetines. Muy contento, el pequeño abrazó al perrillo contra su pecho y miró a su abuelito sonriendo -Mira hijo mío – Dijo el anciano débilmente - ¡Es Toby! – Pero el niño, examinando bien al cachorro, replicó: - Abuelito, ¿cómo va a ser éste Toby, si es más pequeño y no se parece en nada a él? – El anciano, gastando sus últimas fuerzas, le preguntó: - ¿Acaso no puedes quererle como le querías a él? – ¡Oh sí abuelito! Por supuesto que le querré mucho – dijo el pequeño –Entonces - siguió el hombre - para ti será como Toby, y tú para él serás su amigo, como también lo eras para Toby. No te fijes en la forma externa, sino en la esencia interna - El pequeño, aun sin comprender del todo, salió de la habitación para jugar con su mascota, pero esa misma noche su abuelito entró en el Gran Silencio y murió. No obstante, al día siguiente, una última carta le esperaba en el buzón. Una carta que ponía: - Hola hijo mío, soy tu abuelo. Verás, como Toby hace unos años, este cuerpo se me ha quedado demasiado pequeño y he tenido que salir de viaje para ver otros mundos. Igual que él, adonde vaya, te veré en otros cuerpos, en otros lugares, incluso en otros tiempos… porque te llevo en mi corazón, y, llevándote en mi corazón, puedo verte en todas partes. Todo en esta vida cambia pero sigue igual, porque el amor verdadero dura para siempre y ve más allá de las formas. Por eso no estés triste, porque, si tú también me quieres, me verás en otros lugares vistiendo tal vez otros vestidos, pero seguiré siendo yo, y te seguiré amando, porque la muerte no puede vencer al amor. Te quiero. Te volveré a escribir. Tu abuelo."
Extracto del libro DEL TAI-CHI AL TAO. Inspirado en la obra KAFKA Y LA MUÑECA VIAJERA
El Canto del Ney
"Le pregunté al ney: - ¿de qué te lamentas? ¿cómo puedes gemir sin poseer lengua? - Y el ney me respondió: - Me han separado del cañaveral y ya no puedo vivir sin gemir y lamentarme -" Djalal al Din Rumi
"Un día el profeta Muhammad confió en privado a su primo Ali los secretos y misterios del Islam. El dolor por la separación de su alma con el Bienamado y el deseo de retornar a Él que quemaba sus entrañas. Al acabar, sin embargo, le advirtió que no divulgase nada de lo que le había confiado. Así, durante cuarenta días, Ali cumplió su promesa, hasta que no pudo más. Un día, arrastrado por su estado espiritual, por la profunda impresión que le habían causado las palabras del Profeta, desapareció en plena naturaleza hasta que, por azar, encontró un pozo. Ali introdujo entonces su cabeza en él y gritó a las entrañas de la tierra, uno por uno, los misterios transmitidos por Muhammad, aquellos que estaban más cargados de tristeza y de pena, aquellos que habían conseguido derretirle el alma. De esta manera, Ali se liberó de aquel peso interior, pero lo cierto es que, al cabo de unos días, pudo verse una larga y solitaria caña que empezó a crecer desde el interior del pozo. Un joven pastor que pasaba por allí la cortó y fabricó con ella un ney, del que empezó a extraer las más bellas melodías jamás oídas anteriormente. La fama del joven neyzan llegó a oídos del propio Profeta, quien mandó que le presentaran al músico. Así, cuando Muhammad le oyó tocar, con lágrimas en los ojos, afirmó: “Las notas de este ney son la interpretación de los misterios sagrados que le he transmitido a Ali. Veo en su triste canto el dolor de mi propia alma.” Aflaki
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Las Brujas de Ávalon y la Búsqueda del Grial
En el extremo oeste de Inglaterra se yergue desde tiempos inmemoriales la pequeña villa de Glastonbury, uno de los lugares más mágicos del planeta, morada de hadas, lugar de encuentro con el misterio y reducto imperecedero de la espiritualidad celta, que se encuentra presente aún hoy en toda la región.
Cuenta la leyenda que aquí terminó la historia del Rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda, cuya tumba, que ampara el cuerpo de un hombre de dos metros y medio de altura, junto al de una mujer de cabellos rubios, la Reina Ginebra, se puede visitar en las ruinas de la antiquísima Abadía del lugar.
Pero todo comenzó cuando José de Arimatea, el hombre justo que solicitó a Pilato el cuerpo de Jesús según las escrituras, fue acusado de robar su cadáver para hacer creer al pueblo que había resucitado, y por tanto enviado a la cárcel sin comida ni bebida para morir de inanición. Sin embargo, durante su encierro, Jesús se le aparecería milagrosamente para entregarle el Santo Grial, la Copa Sagrada que recogió su sangre, además de una oblea con la que mantenerse. Un alimento que, más que físico, era espiritual, pues confirió a este hombre, aparentemente normal, una posición superior a la de cualquier otro de los apóstoles.
Desde aquel momento, José de Arimatea se convertiría en el primer Custodio del Grial, de una sabiduría que debía transmitirse solamente a los que fueran merecedores de ella. El auténtico legado de Jesús de Nazareth que ahora se establecía en una sagrada asamblea de hombres y mujeres perfectos que se llamaría La Mesa del Grial, donde solo unos pocos, tras arduos esfuerzos por tratar de ser mejores personas, eran invitados.
Tiempo después, cuando José es liberado, huyendo de los enemigos de Cristo que también perseguían su muerte, se exiliaría llevando el Grial y el Evangelio Místico, no el credo paulista ni la visión que Pedro estableció en Roma, a Britania, concretamente a Glastonbury, donde fundó la primera iglesia cristiana esotérica.
Curiosamente, cuando san Agustín llegó a este lugar enviado para cristianizar a los paganos, encontró aquí una iglesia muy bien asentada y compleja a la cual no encontró explicación.
Es en Glastonbury donde, cuenta la tradición, José escondería la Copa, donde, como ya hemos dicho, se encuentra actualmente la tumba del Rey Arturo, y donde se ubicó también la mítica Isla de Ávalon, uno de los lugares más increíbles del planeta, en cuyas entrañas duerme el espíritu de Arturo presto para retornar cuando el mundo lo requiera.
Como testigo milagroso de todos estos sucesos podemos encontrar el Espino Blanco, procedente del bastón que José de Arimatea clavó en el suelo al llegar a este lugar, y que solo crece en estas tierras, floreciendo únicamente en Pascua y Navidad.
Sigue contando la leyenda que José escondió el Grial en el pozo que hoy se encuentra a los pies del otero cercano a la abadía de Glastonbury, y que se puede ver dentro de los jardines de Chalice Weell, donde, según parece, las hadas protegen el misterio del Cáliz.
Dentro, el pozo de aguas ferrosas que resuenan como los latidos de un corazón sigue siendo causa de admiración por quienes creen que todo esto viene producido por la sangre de Cristo que contenía el Grial, mientras que, en la parte de atrás de Chalice Well, otra mágica fuente, White Spring, a la derecha del camino que conduce hacia la colina, ofrece aguas de color blanco que, mezcladas con las rojas del Pozo del Cáliz, tienen propiedades curativas.
El otero, que anteriormente estaba rodeado por las aguas y cubierto por la bruma, lo que le daba el aspecto de una isla, en realidad era la entrada al mundo mágico de las hadas, Annun, cuyo rey, Gwyn solía salir a pasear por las inmediaciones antes de que San Collen se encontrara con él y rociara el lugar con agua bendita, haciendo construir una iglesia en la cima de la colina para tapar la entrada al su reino.
Y, aunque la iglesia católica intentó durante décadas remover el recuerdo de los seres mágicos de este lugar, sin embargo la epopeya de Arturo asegura que su hermana, el hada Morgana, junto con algunas otras, trajeron el cuerpo del Rey hasta aquí montado en una barca para velarlo por siempre jamás.
Por otra parte, como las apariciones de seres de luz eran habituales en el otero, para ocultar el legado celta e imponer la visión católica, los monjes consagraron la iglesia a San Miguel Arcángel, haciendo creer a la población que los seres de luz que se aparecían sobre la colina eran ángeles. Sin embargo, el edificio fue sacudido por un extraño terremoto, construyendo no obstante en su lugar la hermosa torre que todavía hoy se puede ver para seguir tapando sin éxito la entrada al reino Astral.
Y hasta allí, al caer la noche, después de haber estado todo el día velando armas en la tumba del rey, quise subir para contemplar el anochecer y rezar a mi buen Dios de una manera que quizás antes, en esta región, jamás se haya visto, pues estoy seguro de que muy pocos son los derviches que han llegado hasta aquí.
Mientras el increíble color verde de la campiña de Somerset iba mudando su color, las decenas de almas que nos reuníamos al amparo de la torre en la cima de la colina, como si la caída del sol hubiese sido la señal para dar comienzo a nuestros rituales, cada uno fue haciendo lo que había venido a hacer.
Mientras yo me preparaba para inclinarme y postrarme ante la Inmensidad, una decena de mujeres se tapaban con capas oscuras y comenzaban a cantar extrañas melodías sentadas en círculo, amparadas por una vela, mientras otra preparaba alguna suerte de brebaje en un caldero que puso encima del fuego de la hoguera que previamente había encendido.
Así, cada quien rezó al Dios que conocía. Yo, a un Dios que no puede ser representado, pero que mi corazón conoce bien, y que me gusta llamar Padre, y ellas a la Naturaleza. Cada uno con respeto hacia el otro mientras venerábamos lo que nos movía el alma.
Y así pasó la noche, bajo un manto de estrellas como pocas veces he visto, sintiendo ellas por mí quizás la misma curiosidad al verme girar, danzar, postrarme e inclinarme, que yo por ellas cuando las veía salmodiar sus letanías y abrazarse junto al fuego. Hasta que por fin, bien entrada la noche, decidí regresar a la oscuridad del sendero para volver a bajar al valle, al calor de las sábanas de la cama del hotel y a la compañía de mi dulce esposa, guardando no obstante todas estas cosas en mi corazón. La imagen quizás de otros tiempos donde los espíritus de la roca, del río y de los árboles no guardaban silencio.
Ahora tan solo me queda soñar con el Grial mientras sigo el rumbo de mi viaje, de mi búsqueda interior. Quizás, como Perceval, Bors y Galahad yo consiga verlo algún día y, junto a Arturo, participar del él en la Mesa del Grial, al servicio del Rey Pescador, sin olvidar que, el secreto del Grial es que solamente puede encontrarlo quien ya no lo necesita… Por tanto, la búsqueda del Grial no terminará cuando encuentre el Grial, sino cuando sea capaz de hacerme Grial a mí mismo para dar de beber así a otros…
SIGNIFICADO DE PINOCHO
El cuento de Pinocho es la historia del alma humana en su viaje de evolución espiritual. Pinocho es creado bajo la influencia de dos personajes, uno masculino y otro femenino (que simbolizan los dos aspectos de Dios.)
Es tallado por el carpintero Geppetto, y el Hada Azul le da vida. Al mismo tiempo, el Hada elige a un grillo llamado Pepito y le encomienda una misión: permanecer junto a Pinocho y ser su conciencia ( Esto significa que Dios pone junto a cada alma la conciencia de la verdad, que la acompaña siempre dentro de si misma.)
El mayor deseo de Geppetto es que Pinocho llegue a ser un niño de verdad. Y sabe que su deseo sólo puede hacerse realidad si Pinocho aprende y crece, por lo que lo envía a la escuela, (nuestro desenvolvimiento es un proceso de aprendizaje permanente.)
Pinocho sale por la puerta principal conducido por su padre, y lo hace cargado de propósitos, con el anhelo profundo de convertirse en algo superior: en un niño de verdad. Pero cuando sale al mundo surgen los problemas. Haciendo uso de su libertad recién descubierta, Pinocho toma algunas decisiones equivocadas, y sucumbe ante la tentación del orgullo. A pesar de las protestas de Pepito Grillo sigue a Juan el Honrado y se une a una compañía de circo. (La característica fundamental del alma es el libre albedrío que podamos en cada momento elegir.)
En su representación teatral Pinocho recibe grandes aplausos, y está muy contento, pero después de la actuación lo encierran en una jaula (El dejarnos llevar por el orgullo, por el "yo", puede darnos placer, pero a la larga siempre produce dolor, porque esclaviza el alma.)
El Hada Azul acude junto a él, preguntándole la causa de su encierro, y Pinocho intenta justificarse ante ella diciendo mentiras; pero con cada mentira que dice le crece la nariz. Entonces Pinocho descubre que el mal no puede ocultarse, y reconoce sus errores con honestidad, arrepintiéndose de ellos (lo mismo ocurre con nosotros; mientras nos auto justificamos y no reconocemos nuestros errores ante Dios y ante nosotros mismos, no podemos aprender.)
El Hada entonces le libera y recibe otra oportunidad. Pepito Grillo está decidido ayudar a Pinocho a no salirse del buen camino, pero tardan poco en presentarse nuevas tentaciones. Vuelve aparecer Juan el Honrado, que le invita a la Isla del Placer, un lugar donde los niños pueden divertirse todo el día y satisfacer todos sus deseos. Pinocho no puede resistir la atracción de viajar a la Isla y se une al grupo. (Nuestra gran tentación es no tener que esforzarnos, recibirlo todo a cambio de nada.)
Y ocurre que cuando Pinocho y los demás niños llevan en la Isla demasiado tiempo, empiezan a convertirse en burros y a olvidarse incluso de hablar. (Lo mismo pasa con el alma humana, cuando se embrutece por la indiferencia y la satisfacción permanente del deseo; se olvida de quién es y de cuál es su misión.)
Pero Pinocho se da cuenta a tiempo. Cuando descubre que les están saliendo orejas y rabo de burro, se dirige a Pepito Grillo para pedirle ayuda. Esto le salva, porque Pepito Grillo sabe cómo puede escaparse de la Isla. En cuanto están libres empiezan a buscar a Geppetto. Pero vuelven a su casa y descubren que ha desaparecido; ha ido a buscar a Pinocho. (Esta imagen tiene una importancia fundamental, pues nos da a entender que no sólo buscamos nosotros a Dios, sino que Dios nos busca a nosotros también.)
Pinocho recibe indicaciones sobre el paradero de su padre. Podrá encontrarlo en el fondo del mar, en el vientre de una gran ballena que se tragó la barca de Geppetto. (El animal marino es un antiguo símbolo de la reconciliación del espíritu y la materia. El mar es un símbolo del inconsciente. Así, el cuento nos dice que encontraremos nuestra inspiración espiritual, nuestra verdadera naturaleza, en nuestro propio yo inconsciente, en el fondo de nosotros mismos.)
Cuando Pinocho y Pepito Grillo buscan a Geppetto en el mar, los traga la misma ballena. En el vientre de ésta tiene lugar una alegre reunión de Pinocho con su padre, pero pronto se dan cuenta que deben escaparse para seguir juntos a la luz del día y en tierra firme. (Dicho de otro modo, nuestro viaje espiritual no termina cuando empezamos a reencontrarnos con nuestras profundidades espirituales en nuestros sueños, en nuestras oraciones, o en nuestras meditaciones. El paso siguiente es llevar este estado superior de la conciencia a la vida diaria, y eso suele ser lo más difícil.)
En el cuento, Pinocho tiene un plan. Se le ocurre un modo de escapar que requiere mucha fuerza y valor, y lo consigue. Pero cuando están en medio del mar, Geppetto parece que se va ahogar y Pinocho se sacrifica para salvarle. (Y esta es precisamente la clave, lo que le va hacer merecedor de ser un niño de verdad; el amor desinteresado. Cuando la necesidad del otro es más importante que la mía, cuando "yo" dejo de ser yo y el centro de mi vida, se abre la puerta que deja paso al milagro.)
Al volver Geppetto en sí en la playa, se encuentra a su lado el cuerpo sin vida de su hijo. Muy afectado se lo lleva a casa y lo deposita en la cama. Pero la acción de amor del niño, dando su vida por su padre, le ha hecho merecedor de ser un niño de verdad. Este resucita y se cumple así su destino; ser un niño verdadero. (Este cuento es el símbolo de nuestro propio viaje de desenvolvimiento espiritual.)
El significado de la vida es que seguimos el proceso de reconocer nuestra verdadera naturaleza en Dios: Conscientes y co-creadores. Toda la clave para ello es el amor, la ofrenda desinteresada, que significa a su vez la renuncia al "yo" personal y egoísta. El propósito de la vida que compartimos todos los hombres es manifestar en lo finito lo infinito, llevar lo divino a lo humano, dar expresión individual a nuestras cualidades espirituales.
LOS HUMANOS CON UNA SOLA ALA
Los Humanos Con Una Sola Ala
Un día un ángel se arrodilló a los pies de Dios y habló:
—Señor, visité toda tu creación. Fui a todos los cantos. Estuve en todos los lugares. Vi que eres parte de todas las cosas. Y por eso vine hasta Ti, Señor, para tratar de entender ¿por qué cada una de las personas sobre a tierra tiene apenas un ala? Los ángeles tenemos dos. Podemos ir hasta el Amor que el Señor representa siempre que lo deseamos. Podemos volar hacia la libertad siempre que queramos. Pero los humanos con su única ala no pueden volar. No podrán volar con apenas un ala...
Dios respondió:
—Sí, Yo sé eso. Sé que hice a los humanos solamente con un ala...
Intrigado el ángel quería entender y preguntó:
—Pero, por qué el Señor dio a los hombres solamente un ala cuando son necesarias dos alas para que puedan volar?
Sin prisa, Dios respondió:
—Ellos pueden volar sí, mi ángel. Di a los humanos apenas una sola ala para que ellos pudiesen volar más y mejor que Yo o vuestros Arcángeles. Para volar, mi pequeño amigo, tú precisas de tus dos alas. Y aunque libre, tú estás solo... Mas los humanos... los humanos con su única ala precisaran siempre dar las manos a alguien a fin de tener sus dos alas. Cada uno ha de tener un par de alas... Cada uno ha de buscar su segunda ala en alguien, en algún lugar del mundo... para que se complete su par. Así todos aprenderán a respetarse y a no quebrar la única ala de la otra persona, porque pueden estar acabando con sus propias chances de volar. Así, mi ángel, ellos aprenderán a amar verdaderamente a la otra persona... Aprenderán que solamente permitiéndose amar ellos podrán volar. Tocando el corazón de otra persona ellos podrán encontrar el ala que les falta y podrán finalmente volar. Solamente a través del amor podrán llegar hasta donde Yo Estoy... así como lo haces tú, mi ángel. Y ellos nunca, nunca estarán solitarios al volar.
Que Usted, si aún no ha encontrado su otra ala, que un día muy cercano, la encuentre. Y se alcen los dos en magnífico vuelo.
EL VALOR DE LA MUJER
El Valor de la Mujer
Cuenta la leyenda que al principio del mundo cuando Dios decidió crear a la mujer encontró que había agotado todos los materiales sólidos en el hombre y no tenía más de que disponer. Ante este dilema y después de profunda meditación, hizo esto:
Tomó la redondez de la luna,
Las suaves curvas de las olas,
La tierna adhesión de la enredadera,
El trémulo movimiento de las hojas,
La esbeltez de la palmera,
El tinte delicado de las flores,
La amorosa mirada del ciervo,
La alegría del sol y las gotas del llanto de las nubes,
La inconstancia del viento y la fidelidad del perro,
La timidez de la tórtola y la vanidad del pavo real,
La suavidad de la pluma de un cisne y la dureza del diamante,
La dulzura de la paloma y la crueldad del tigre,
El ardor del fuego y la frialdad de la nieve.
Mezcló tan desiguales ingredientes, formó a la mujer y se la dio al hombre.
Después de una semana, vino el hombre y le dijo:
—¡¡¡Señor, la criatura que me diste me hace desdichado, quiere toda mi atención, nunca me deja solo, charla incesantemente, llora sin motivo, parece que se divierte al hacerme sufrir y vengo a devolvértela porque no puedo vivir con ella!!!
—Bien, contesto Dios y tomó a la mujer.
Paso otra semana, volvió el hombre y le dijo:
—Señor, me encuentro muy solo desde que te devolví a la criatura que hiciste para mí, ella cantaba y jugaba a mi lado, me miraba con ternura y su mirada era una caricia, reía y su risa era música, era hermosa a la vista y suave al contacto. Me cuidaba y protegía cuando lo necesitaba, me daba dulzura, ternura, comprensión y amor sin condiciones, por favor, Dios, devuélvemela, ¡¡¡porque no puedo vivir sin ella!!!
—Ya veo, dijo Dios, ahora valoras sus cualidades, eso me alegra mucho. Claro que puedes tenerla de nuevo, fue creada para ti, pero no olvides cuidarla, amarla, respetarla y protegerla, porque de no hacerlo corres el riesgo de quedarte de nuevo sin ella...
Las Noches en Estambul (Tomado de "50 cuentos universales para sanar tu vida" Ediciones Cydonia.
Paseo por los alrededores del Bósforo buscando el barrio de Eyub. A veces canto y bailo mientras alguna ancianita, cargada de arrugas, menea la cabeza bajo su pañuelo pensando que estoy ebrio... y lo cierto es que es verdad. He probado el vino del Amor y me he emborrachado ¿Cómo si no podría pasar las noches de ramadán en Estambul rodeado de tanta belleza? En algún lugar alguien llama a la oración y yo acudo ¿Cómo negarme a quien me invita a entrar al Paraíso? Bajo mi frente el cielo huele a alfombras turcas de mil nudos. Cuando salgo de la mezquita, el mundo ya no es el mismo, o soy yo quien ha cambiado. Decía un antiguo refrán sufí que si el viaje no te cambia no es un viaje.
En silencio, deshago mi camino cruzando la ciudad hasta Sultanahmed, lo que me da la oportunidad de pasar por decenas de tumbas de santos y derviches que se reparten por Estambul, algunos casi olvidados incluso por sus propios convecinos. Turquía, en esta época, es un hervidero de gente que se agolpa sobre todo en los parques frente a Aya Sophia, pero a esta hora de la noche todo está en calma y los cientos de personas que han peregrinado hasta aquí, duermen a la vera de la Mezquita Azul esperando el canto del almuédano invitándoles a la oración más madrugadora. Todo el mundo duerme para el corazón que ha despertado.
Bordeando el Palacio de Topkapi, con la mente serena, bajo por el camino que lleva hacia mi hostal. La visión nocturna de los altos minaretes iluminados como agujas que rasgan el cielo nocturno es un canto para el alma y una increíble postal para el recuerdo. Sin embargo, en una de las esquinas que hace la acerca cuando se curva a la derecha, justo detrás de una papelera, la silueta de un niño pequeño, de unos seis o siete años, me hace estremecer el corazón. Acurrucado en la pared, tiene metida la barbilla en el pecho intentando conciliar el sueño.
Mi alma me empieza a hablar a gritos mientras sus ropas, harapientas, no me permiten continuar. - Tengo que hacer algo – recapacité, y sin pensármelo dos veces, saqué la chocolatina que tenía en el bolsillo y, mientras el pequeño abría los ojos, notando mi presencia, me agaché junto a él y se la ofrecí.
Sus ojos eran oscuros y tenía la cara llena de churretes. Debo confesar que tuve que hacer un terrible esfuerzo para no llorar y mostrar mi mejor sonrisa mientras sus manos, temblorosas y desconfiadas, cogían mi regalo. - ¿Qué haces durmiendo aquí? – Me atreví a preguntarle – My father finish in Siria – Dijo con voz entrecortada agachando de nuevo la cabeza, tratando de tragarse su dolor, mientras de sus ojos comenzaban a brotar unas lágrimas que intentaba disimular.
Tratando yo también de digerir aquella información, acaricié su cabecita y le di algún dinero, sin embargo, mientras me alejaba, mi alma no me dejaba de gritar, pero ¿qué podía hacer? En solo unos segundos mis pies habían bajado del cielo a la tierra recogidos a toda prisa por la terrible realidad del sufrimiento, de las lágrimas de un niño pequeño, del dolor de una víctima de la ignorancia humana, la cual consiente en matarse unos a los otros en aras de un Dios que ni siquiera conocen. Un Dios que, en realidad, estaba en ese niño pequeño que había tenido que huir de su país para no morir y ahora se deshacía llorando echado en una esquina junto al Palacio del Sultán. Pero curiosamente, nadie reconocía a este Dios, ni luchaba por Él, quizás porque este Dios no es conveniente a los intereses humanos, y sin embargo no hay más Dios que Él, y quien ve más dioses tiene un problema de visión y de amor.
Arrastrado por mi conciencia, me metí en uno de los restaurantes que permanecían abiertos junto a mi hostal y compré dos kebab. Debo confesar que desandar mis pasos para volver a buscarle fue uno de los momentos más increíbles de mi viaje, donde me encontré a mí mismo, a la persona que quería llegar a ser, pudiendo sentir cómo mi corazón saltaba de alegría dentro del pecho mientras los ángeles me acompañaban en mi camino de regreso. Pero, de repente, un pensamiento me detuvo. ¡Quizás el pequeño ya no estaba allí! Quizás tan solo había sido una alucinación mía, un espejismo de mi alma… Y debo confesar que recé para que todo aquello hubiera sido un delirio de mi mente.
Caminé despacio hasta el recodo de la acera que escondía el lugar donde aquella criatura se había refugiado anteriormente, y deseando ver el hueco vacío, me asomé… pero el pequeño seguía allí. ¡No había sido una alucinación! A pesar de lo que piensen algunos, el dolor ajeno no es una ilusión. E, intentando digerir tantos sentimientos encontrados, disfrutamos juntos de la cena riendo mientras me decía que él era del Barça y yo trataba de convencerle de que el Atlético de Madrid era mejor.
Cuando regresé al hostal aquella noche y llamé a mi mujer, ella me preguntó qué había estado haciendo todo el día. Yo le contesté: - He visto cómo es mi alma cuando está junto a Dios y ahora sé hacia dónde debo conducir mis pasos –
Quien tiene amor en su corazón, lo reparte a quienes le rodean. Quien tiene alegría en su mente, contagia esa alegría al mundo. Quien tiene bondad y compasión, no puede guardarla como el avaro su tesoro. ¡Qué riqueza es tener para poder dar!
Dicen que judíos, cristianos, musulmanes, blancos y negros, somos diferentes, sin embargo, en todos los lugares donde he estado, los niños quieren jugar, las madres se preocupan y los ancianos dan consejos. Por tanto, ¿qué es lo que nos diferencia? ¿Qué nos hace tan distintos para no poder sentir compasión por todos los seres que sufren y tratar de ayudarlos?
Mi religión se llama Amor y mi práctica es tratar de ver la Bondad que se esconde en todos los seres, porque en todos los seres mi Dios se oculta y se reparte. Por tanto, si hiciera daño a uno solo de ellos, aunque fuera el más pequeño, a Dios mismo estaría dañando y faltando al pilar fundamental de mi credo. Sé que esto no será entendido por muchos, pero es que ellos no siguen mi religión. Yo no sé lo que otros creen, pero sé que yo creo en el Amor. Al sordo le da igual que le hables a gritos y al ciego le da igual que le enseñes el Paraíso… pero al amor, solo una mirada le es suficiente.
"Cerré mi boca y te hablé de mil maneras silenciosas." Djalal al Din Rumi.
CONFUCIO EL SABIO
En cierta ocasión le decía Pu Shang a Confucio: «¿Qué clase de sabio eres tú, que
te atreves a decir que Yen Hui te supera en honradez; que Tuan Mu Tsu es superior a ti
a la hora de explicar las cosas; que Chung Yu es más valeroso que tú; y que Chuan
Sun es más elegante que tú?».
En su ansia por obtener respuesta, Pu Shang casi se cae de la tarima en la que
estaban sentados. «Si todo eso es cierto», añadió, «entonces, ¿por qué los cuatro son
discípulos tuyos?». Confucio respondió: «Quédate donde estás y te lo diré. Yen Hui
sabe cómo ser honrado, pero no sabe cómo ser flexible. Tuan Mu Tsu sabe cómo
explicar las cosas, pero no sabe dar un simple 'sí' o un 'no' por respuesta. Chung Yu
sabe cómo ser valeroso, pero no sabe ser prudente. Chuan Sun Shih sabe cómo ser
elegante, pero no sabe ser modesto. Por eso los cuatro están contentos de estudiar
conmigo».
El musulmán Jalal ud-Din Rumi dice: «Una mano que está siempre abierta o
siempre cerrada es una mano paralizada. Un pájaro que no puede abrir y cerrar sus alas,
jamás volará».
«GRACIAS» Y «SÍ»
¿Qué significa amar a Dios? A Dios no se le ama del mismo modo que se ama a las
personas a las que uno puede ver, oír y tocar. Porque Dios no es una persona en el
sentido en que nosotros usamos esta palabra. Dios es el Desconocido. El totalmente
Otro. Dios está por encima de expresiones tales como él o ella, persona o cosa.
Cuando decimos que la audiencia llena la sala y que la voz del cantante llena
también la sala, estamos empleando la misma palabra para referirnos a dos realidades
totalmente diferentes. Cuando decimos que amamos a Dios con todo nuestro corazón y
que amamos al amigo con todo nuestro corazón, estamos también empleando las
mismas palabras para expresar dos realidades totalmente diferentes. Porque la voz del
cantante en realidad no llena la sala. Y no podemos realmente amar a Dios en el sentido
corriente de la palabra.
Amar a Dios con todo el corazón significa decir un «Sí» incondicional a la vida y a
todo lo que la vida trae consigo. Aceptar sin reservas todo lo que Dios ha dispuesto con
relación a la propia vida. Tener la actitud que tenía Jesús cuando dijo: «No se haga mi
voluntad, sino la tuya». Amar a Dios con todo el corazón significa hacer propias las
célebres palabras de Dag Hammarskjold:
Por todo lo que ha sido, gracias. A todo lo que ha de ser, sí.
Esto es lo que únicamente puede darse a Dios. En este terreno Dios no tiene rival. Y
comprender que en esto consiste amar a Dios significa,. al mismo tiempo, comprender
que amar a Dios no es obstáculo para amar incondicional, tierna y apasionadamente a
los amigos.
La voz del cantante inunda la sala y sigue en posesión de la misma, prescindiendo
de lo atestada de gente que la sala pueda estar. La presencia de mayor número de gente
no es para ella ningún obstáculo. La única amenaza podría venir de una voz rival que
pretendiera ahogarla. Dios conserva un dominio indiscutible sobre tu corazón,
prescindiendo del número de personas que quepan en él. Tampoco es obstáculo para
Dios la presencia de dichas personas. La única amenaza podría venir de un intento, por
parte de esas personas, de desvirtuar el «sí» incondicional que tú pronuncias a todos los
planes que Dios pueda tener acerca de tu vida.
SIMÓN PEDRO
Un diálogo tomado del Evangelio:
«Y vosotros», preguntó Jesús, «¿quién decís que soy Yo?».
Tomando la palabra Simón Pedro, respondió: «Tú eres el Mesías,, el Hijo del Dios
vivo». Y Jesús le dijo: «¡Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te ha
revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos!».
Un diálogo de nuestros días:
Jesús: «Y tú ¿quién dices que soy Yo?».
Cristiano: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Jesús: «Muy bien respondido. Pero ¡qué pena que lo hayas aprendido de la carne y
de la sangre, y no te lo haya revelado mi Padre que está en los cielos...!».
Cristiano: «Tienes razón, Señor. He sido engañado. Alguien me dio la respuesta
antes de que tu Padre de los cielos tuviera tiempo de hablar. Y me maravilla la
sabiduría que demostraste al no decir nada a Simón y al dejar que tu Padre hablara
primero»
NO ERA IDIOTA
Yagyu Tajima no Kami tenía un mono como mascota. Éste asistía a menudo a los entrenamientos de los discípulos. Siendo por naturaleza extremadamente imitador, este mono aprendió la manera de coger un sable y de utilizarlo. Se había convertido en un experto, en su género.
Un día, un Ronin (Guerrero errante) expresó su deseo amistoso de confrontar su habilidad en el manejo de la lanza con Tajima. El Maestro le sugirió que combatiera primero con el mono. El visitante se sintió amargamente humillado. Pero el encuentro tuvo lugar.
Armado con su lanza, el Ronin atacó rápidamente al mono que manejaba un shinai (sable de bambú). El animal evitó ágilmente los golpes de la lanza. Pasando al contraataque, el mono consiguió acercarse a su adversario y golpearlo. El Ronin retrocedió y puso su arma en una guardia defensiva. Aprovechando la ocasión, el mono saltó sobre el mango de la lanza y desarmó al hombre. Cuando el Ronin volvió avergonzado a ver a Tajima éste le hizo la siguiente observación:
- Desde el principio sabía que usted no era capaz de vencer al mono.
El Ronin dejó de visitar al Maestro desde ese día. Habían pasado varios meses cuando apareció de nuevo. Volvió a expresar su deseo de combatir con el mono. El Maestro, adivinando que el Ronin se había entrenado intensamente, presintió que el mono se negaría a combatir. Por lo tanto no aceptó la petición de su visitante.
Pero éste insistió y el Maestro acabó por ceder.
En el mismo instante en el que el mono se puso frente al hombre, arrojó su sable y emprendió la huida gritando.
Tajima no Kami terminó por concluir:
- ¿No se lo dije? No lo iba a vencer...
Poco tiempo después, gracias a su recomendación, el Ronin entró al servicio de uno de sus amigos.
UNA VITAL DIFERENCIA
Le preguntaron cierta vez a Uwais, el Sufí: «¿Qué es lo que la Gracia te ha
dado?». Y les respondió:
«Cuando me despierto por las mañanas, me siento como un hombre que no está
seguro de vivir hasta la noche».
Le volvieron a preguntar:
«Pero esto ¿no lo saben todos los hombres?». Y replicó Uwais: «Sí, lo saben, Pero
no todos lo sienten».
Jamás se ha emborrachado nadie a base de comprender intelectualmente la palabra
VINO.
EL CANTO DEL PAJARO
Los discípulos tenían multitud de preguntas que hacer acerca de Dios.
Les dijo el Maestro: «Dios es el Desconocido y el Incognoscible. Cualquier
afirmación acerca de Él, cualquier respuesta a vuestras preguntas, no será más que
una distorsión de la Verdad».
Los discípulos quedaron perplejos: «Entonces, ¿por qué hablas sobre Él?».
«¿Y por qué canta el pájaro?», respondió el Maestro.
El pájaro no canta porque tenga una afirmación que hacer. Canta porque tiene un
canto que expresar.
Las palabras del alumno tienen que ser entendidas. Las del Maestro no tienen que
serlo. Tan sólo tienen que ser escuchadas, del mismo modo que uno escucha el viento
en los árboles y el rumor del río y el canto del pájaro, que despiertan en quien lo
escucha algo que está más allá de todo conocimiento.
LA MANZANA PERFECTA
Apenas había concluido Nasruddin su alocución cuando un bromista de entre los
asistentes le dijo: «En lugar de tejer teorías espirituales, ¿por qué no nos muestras algo
práctico?».
El pobre Nasruddin quedó absolutamente perplejo. «¿Qué clase de cosa práctica
quieres que te muestre?», le preguntó. Satisfecho de haber mortificado al mullah y de
causar impresión a los presentes,
el bromista dijo: «Muéstranos, por ejemplo, una manzana del jardín del Edén».
Nasruddin tomó inmediatamente una manzana y se la presentó al individuo. «Pero
esta manzana», dijo éste, «está mala por un lado. Seguramente una manzana celestial
debería ser perfecta».
«Es verdad. Una manzana celestial debería ser perfecta», dijo el mullah. «Pero,
dadas tus reales posibilidades, esto es lo más parecido que jamás podrás tener a una
manzana celestial».
¿Puede un hombre esperar ver una manzana perfecta con una mirada imperfecta?
¿O detectar la bondad en los demás cuando su propio corazón es egoísta?
EL BARQUERO INCULTO
Érase una vez que había un joven con gran conocimiento en muchas materias y por esta razón creció engreído y despectivo con las personas que le rodeaban y que creía que no estaban a su nivel.
En una ocasión tuvo la necesidad de cruzar un caudaloso rio y se acercó a un barquero para que le ayudara a cruzar, el barquero partió una vez que el joven estuvo acomodado y remo diligentemente hacia la otra orilla.
En un momento sobre ellos paso una bandada de aves y el joven erudito pregunto al barquero:
- Amigo dígame, ¿ha estudiado usted la vida de las aves?
- No señor – repuso el barquero
- Entonces creo señor barquero que ha perdido usted la cuarta parte de su vida.
El viaje siguió tranquilo por una zona donde plantas exóticas crecían en la superficie del rio, entonces el joven burlonamente se dirigió hacia el barquero:
- Dígame amigo barquero, ¿ha estudiado usted botánica?
- No señor – respondió el barquero – no se absolutamente nada de las plantas.
- Pues me equivoque con mi aseveración anterior pues creo que usted ha perdido la mitad de su vida – le dijo petulantemente el joven
Sin embarco el barquero seguía tranquilamente remando mientras el sol de mediodía brillaba sobre las aguas del rio.
- Veo barquero que por tu aspecto llevas muchos años deslizándote por estas aguas, pero dime ¿sabes algo de la naturaleza de estas aguas? ¿su historia?
- No señor – respondió el barquero – nada se al respecto, ni de estas aguas ni de otras que cruce anteriormente.
- ¡Qué pena hombre! – exclamo el joven erudito - de verdad con mucha pena tengo que decirte que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.
De pronto y para sorpresa de los dos navegantes la barca comenzó a hacer agua y los pies se mojaron rápidamente, por mucho que intentaron desaguar con los recipientes que llevaban vieron que era imposible vaciar el bote y la barca poco a poco comenzó a hundirse.
El barquero entonces miro al joven y le pregunto:
- Señor ¿sabes nadar?
- No – repuso asustado el joven mirando cómo se hundía su embarcación.
- Pues me temo señor que hoy has perdido toda tu vida.
“No es a través del intelecto como se alcanza el Ser, el pensamiento no puede comprender al pensador y el conocimiento erudito no tiene nada que ver con la sabiduría”.
CUENTO HINDÚ.LOS SEIS CIEGOS Y EL ELEFANTE
abios
Este cuento hindu es muy ameno y popular en su pais de origen, cuando acaben veran por que.
Hace más de mil años, en el Valle del Río Brahmanputra, vivían seis hombre ciegos que pasaban las horas compitiendo entre ellos para ver quién era de todos el más sabio.
Para demostrar su sabiduría, los sabios explicaban las historias más fantásticas que se les ocurrían y luego decidían de entre ellos quién era el más imaginativo.
Así pues, cada tarde se reunían alrededor de una mesa y mientras el sol se ponía discretamente tras las montañas, y el olor de los espléndidos manjares que les iban a ser servidos empezaba a colarse por debajo de la puerta de la cocina, el primero de los sabios adoptaba una actitud severa y empezaba a relatar la historia que según él, había vivido aquel día. Mientras, los demás le escuchaban entre incrédulos y fascinados, intentando imaginar las escenas que éste les describía con gran detalle.
La historia trataba del modo en que, viéndose libre de ocupaciones aquella mañana, el sabio había decidido salir a dar una paseo por el bosque cercano a la casa, y deleitarse con el cantar de las aves que alegres, silbaban sus delicadas melodías. El sabio contó que, de pronto, en medio de una gran sorpresa, se le había aparecido el Dios Krishna, que sumándose al cantar de los pájaros, tocaba con maestría una bellísima melodía con su flauta. Krishna al recibir los elogios del sabio, había decidido premiarle con la sabiduría que, según él, le situaba por encima de los demás hombres.
Cuando el primero de los sabios acabó su historia, se puso en pie el segundo de los sabios, y poniéndose la mano al pecho, anunció que hablaría del día en que había presenciado él mismo la famosa Ave de Bulbul, con el plumaje rojo que cubre su pecho. Según él, esto ocurrió cuando se hallaba oculto tras un árbol espiando a un tigre que huía despavorido ante un puerco espín malhumorado. La escena era tan cómica que el pecho del pájaro, al contemplarla, estalló de tanto reír, y la sangre había teñido las plumas de su pecho de color carmín.
Para poder estar a la altura de las anteriores historias, el tercer sabio tosía y chasqueaba la lengua como si fuera un lagarto tomando el sol, pegado a la cálida pared de barro de una cabaña. Después de inspirarse de esta forma, el sabio pudo hablar horas y horas de los tiempos de buen rey Vikra Maditya, que había salvado a su hijo de un brahman y tomado como esposa a una bonita pero humilde campesina.
Al acabar, fue el turno del cuarto sabio, después del quinto y finalmente el sexto sabio se sumergió en su relato. De este modo los seis hombres ciegos pasaban las horas más entretenidas y a la vez demostraban su ingenio e inteligencia a los demás.
Sin embargo, llegó el día en que el ambiente de calma se turbó y se volvió enfrentamiento entre los hombres, que no alcanzaban un acuerdo sobre la forma exacta de un elefante. Las posturas eran opuestas y como ninguno de ellos había podido tocarlo nunca, decidieron salir al día siguiente a la busca de un ejemplar, y de este modo poder salir de dudas.
Tan pronto como los primeros pájaros insinuaron su canto, con el sol aún a medio levantarse, los seis ciegos tomaron al joven Dookiram como guía, y puestos en fila con las manos a los hombros de quien les precedía, emprendieron la marcha enfilando la senda que se adentraba en la selva más profunda. No habían andado mucho cuando de pronto, al adentrarse en un claro luminoso, vieron a un gran elefante tumbado sobre su costado apaciblemente. Mientras se acercaban el elefante se incorporó, pero enseguida perdió interés y se preparó para degustar su desayuno de frutas que ya había preparado.
Los seis sabios ciegos estaban llenos de alegría, y se felicitaban unos a otros por su suerte. Finalmente podrían resolver el dilema y decidir cuál era la verdadera forma del animal.
El primero de todos, el más decidido, se abalanzó sobre el elefante preso de una gran ilusión por tocarlo. Sin embargo, las prisas hicieron que su pie tropezara con una rama en el suelo y chocara de frente con el costado del animal.
-¡Oh, hermanos míos! –Exclamó- yo os digo que el elefante es exactamente como una pared de barro secada al sol.
Llegó el turno del segundo de los ciegos, que avanzó con más precaución, con las manos extendidas ante él, para no asustarlo. En esta posición en seguida tocó dos objetos muy largos y puntiagudos, que se curvaban por encima de su cabeza. Eran los colmillos del elefante.
-¡Oh, hermanos míos! ¡Yo os digo que la forma de este animal es exactamente como la de una lanza…sin duda, ésta es!
El resto de los sabios no podían evitar burlarse en voz baja, ya que ninguno se acababa de creer los que los otros decían. El tercer ciego empezó a acercarse al elefante por delante, para tocarlo cuidadosamente. El animal ya algo curioso, se giró hacía él y le envolvió la cintura con su trompa. El ciego agarró la trompa del animal y la resiguió de arriba a abajo notando su forma alargada y estrecha, y cómo se movía a voluntad.
-Escuchad queridos hermanos, este elefante es más bien como…como una larga serpiente.
Los demás sabios disentían en silencio, ya que en nada se parecía a la forma que ellos habían podido tocar. Era el turno del cuarto sabio, que se acercó por detrás y recibió un suave golpe con la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos que le molestaban. El sabio prendió la cola y la resiguió de arriba abajo con las manos, notando cada una de las arrugas y los pelos que la cubrían. El sabio no tuvo dudas y exclamó:
-¡Ya lo tengo! – Dijo el sabio lleno de alegría- Yo os diré cuál es la verdadera forma del elefante. Sin duda es igual a una vieja cuerda.
El quinto de los sabios tomó el relevo y se acercó al elefante pendiente de oír cualquiera de sus movimientos. Al alzar su mano para buscarlo, sus dedos resiguieron la oreja del animal y dándose la vuelta, el quinto sabio gritó a los demás:
-Ninguno de vosotros ha acertado en su forma. El elefante es más bien como un gran abanico plano – y cedió su turno al último de los sabios para que lo comprobara por sí mismo.
El sexto sabio era el más viejo de todos, y cuando se encaminó hacia el animal, lo hizo con lentitud, apoyando el peso de su cuerpo sobre un viejo bastón de madera. De tan doblado que estaba por la edad, el sexto ciego pasó por debajo de la barriga del elefante y al buscarlo, agarró con fuerza su gruesa pata.
-¡Hermanos! Lo estoy tocando ahora mismo y os aseguro que el elefante tiene la misma forma que el tronco de una gran palmera.
Ahora todos habían experimentado por ellos mismos cuál era la forma verdadera del elefante, y creían que los demás estaban equivocados. Satisfecha así su curiosidad, volvieron a darse las manos y tomaron otra vez la senda que les conducía a su casa.
Otra vez sentados bajo la palmera que les ofrecía sombra y les refrescaba con sus frutos, retomaron la discusión sobre la verdadera forma del elefante, seguros de que lo que habían experimentado por ellos mismos era la verdadera forma del elefante.
Seguramente todos los sabios tenían parte de razón, ya que de algún modo todas las formas que habían experimentado eran ciertas, pero sin duda todos a su vez estaban equivocados respecto a la imagen real del elefante.
FABULAS DE CHINA
Por Wei Jinzhi*
En este libro se recogen las mejores fábulas antiguas de China, de diferentes periodos. Es fácil notar que en esta colección las fábulas de los siglos III y IV antes de nuestra era y las de los siglos XVI y XVII constituyen la parte más importante, porque en esos dos periodos la fábula china llegó a su apogeo.
Durante el periodo de los siglos III y IV antes de nuestra era, la dominación feudal de la dinastía Zhou comenzó a derrumbarse y los Estados subdivididos de China se invadieron los unos a los otros. La tierra podía ser vendida y comprada libremente y ciertos nobles se empobrecieron y se convirtieron en gentes sencillas, mientras algunas de estas últimas empezaron a asimilar cultura; por consiguiente surgió una gran cantidad de pensadores y políticos y se desarrolló una competencia entre diversas escuelas ideológicas. Esos pensadores y políticos no sólo habían asimilado la cultura antigua de China y poseían abundantes conocimientos de historia, sino que también visitaban a menudo diversos Estados, se ponían en contacto con las masas y estaban al corriente de la vida del pueblo, y de las fábulas –alegorías inspiradas en anécdotas de la vida y las leyendas históricas– que el pueblo usaba como una forma de comunicación. Por eso, al satirizar o censurar a los gobernantes, al disputar o polemizar con los sabios contemporáneos, al enseñar a sus discípulos, y hasta al escribir libros o doctrinas, usaron a menudo gran cantidad de fábulas populares para reforzar la persuasión de sus doctrinas. De ellos Han Feizi, Zhuang Zi y Lie Zi fueron los que emplearon más fábulas. Claro está que las concepciones científicas de esos pensadores y políticos constituyeron el tesoro de la cultura antigua de China y alcanzaron lucimiento en la historia de China; y las fábulas que usaron esos sabios como medios de comunicación se conservaron y asimilaron después más ampliamente gracias a sus obras, y fueron empleadas en las luchas de la vida cotidiana. Eso ocurrió porque esas fábulas creadas y pulidas por el pueblo no sólo poseían un manifiesto colorido en las imágenes y un carácter típico en las ideas sino que también eran concisas, fáciles y comprensibles para las gentes.
Después de la unificación de la dinastía Han, en el siglo II antes de nuestra era, el dominio feudal se va intensificando de día en día. Los gobernantes prohíben las diversas escuelas ideológicas, haciendo de la de Confucio la ideología oficial. Tanto la elección de los temas como el empleo del personal* se realizan conforme al criterio de las obras clásicas de la escuela de Confucio, considerándose las fábulas populares como despreciables charlas callejeras. En realidad las fábulas populares satirizaban a menudo a la sociedad y a los acontecimientos contemporáneos y desfavorecían mucho a los gobernantes; por eso no es de extrañar que estos últimos quisieran eliminarlas. Por consiguiente aunque las fábulas siguieron produciéndose como siempre entre el pueblo, son muy escasas las que pasaron a los libros, y sólo unas pocas se escribieron de manera casual. Es de notar que Liu Zongyuan, del siglo VIII, y Su Shi, del siglo XI, escribieron unas cuantas fábulas y el último, una recopilación titulada Miscelánea de Ai Zi. Fueron ambos literatos famosos de China y los dos sufrieron reveses políticos. Escribieron fábulas para satirizar a la sociedad y a los acontecimientos contemporáneos. Además, Liu Ji, del siglo XIV, que vivió en el periodo de la dominación de China por los mongoles, conoció los tremendos sufrimientos del pueblo y escribió Yu Li Zi, compuesto en su mayor parte de fábulas. Aunque estas fábulas desempeñaron un papel de medios para las luchas, carecen de colorido popular, porque la mayoría de ellas fueron escritas por literatos y sabios. No obstante, las mejores de ellas no son, como es natural, peores que las del pasado.
En los siglos XVI y XVII, la dominación de la dinastía Ming iba decayendo cada día, los cortesanos poderosos y los eunucos se disputaban el poder y las riquezas, las calamidades incesantes y los impuestos fabulosos hicieron más insoportable la vida para el pueblo y surgieron así quejas y maldiciones a granel. Los intelectuales progresistas de aquel tiempo adoptaron con frecuencia las anécdotas populares graciosas y las redactaron en forma de fábulas para satirizar a la sociedad y a los acontecimientos contemporáneos. Jiang Yingke, autor de Relatos de Xuetao, y Zhao Nanking, autor de Elogio de la Risa, por ejemplo, tenían pasiones políticas, pero fueron eliminados por los cortesanos poderosos y los eunucos, y no tuvieron otro remedio para desahogarse que escribir fábulas satirizando las maldades de su tiempo. Feng Menglong, compilador de Tesoro de los Chistes, entre otros libros, además de recolectar y adaptar muchas fábulas, recopiló numerosas obras de otras especies de la literatura popular, que se conservan hasta ahora gracias a su trabajo. Puede ser considerado un personaje de mérito en la literatura popular china. En resumen, en ese periodo no sólo surgieron muchos escritores de fábulas y todos con obras propias, sino que también éstas están saturadas de la riqueza de la vida del pueblo. En este aspecto heredaron y desarrollaron la excelente tradición de las fábulas de los siglos III y IV antes de nuestra era.
Por último, se debe aclarar que todas las fábulas recopiladas en esta colección son obras de los escritores antiguos, y aunque muchas circulan de boca en boca entre el pueblo, y entre ellas algunas excelentes, no han sido recopiladas en esta colección.
DE CÓMO EL VIEJO TONTO REMOVIÓ LAS MONTAÑAS
Las montañas Taihang y Wangwu tienen unos setecientos li* de contorno y diez mil ren** de altura.
Al norte de estos montes vivía un anciano de unos noventa años al que llamaban El Viejo Tonto. Su casa miraba hacia estas montañas y él encontraba bastante incómodo tener que dar un rodeo cada vez que salía o regresaba; así, un día reunió a su familia para discutir el asunto.
- ¿Y si todos juntos desmontásemos las montañas? – sugirió –. Entonces podríamos abrir un camino hacia el Sur, hasta la orilla del río Hanshui.
Todos estuvieron de acuerdo. Sólo su mujer dudaba.
- No tienen la fuerza necesaria, ni siquiera para desmontar un cerrejón – objetó –. ¿Cómo podrán remover esas dos montañas? Además, ¿dónde van a vaciar toda la tierra y los peñascos?
- Los vaciaremos en el mar – fue la respuesta.
Entonces el Viejo Tonto partió con sus hijos y nietos. Tres de ellos llevaron balancines. Removieron piedras y tierra y, en canastos los acarrearon al mar. Una vecina, llamada Jing, era viuda y tenía un hijito de siete u ocho años; este niño fue con ellos para ayudarles. En cada viaje tardaban varios meses.
Un hombre que vivía en la vuelta del río, a quien llamaban El Sabio, se reía de sus esfuerzos y trató de disuadirlos.
- ¡Basta de esta tontería! – exclamaba –. ¡Qué estúpido es todo esto! Tan viejo y débil como es Ud. no será capaz de arrancar ni un puñado de hierbas en esas montañas. ¿Cómo va a remover tierras y piedras en tal cantidad?
El Viejo Tonto exhaló un largo suspiro.
- ¡Qué torpe es Ud.! – le dijo –. No tiene Ud. ni siquiera la intuición del hijito de la viuda. Aunque yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos; y así sucesivamente, de generación en generación. Y como estas montañas no crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de terminar por removerlas?
Entonces El Sabio no tuvo nada que responder.
Lie Zi[1]
LA SOSPECHA
Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho –exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven –idéntica a la de un ladrón. Observó su forma de hablar –igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.
Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes de los de un ladrón.
Lie Zi
DEMASIADOS SENDEROS
Un vecino de Yang Zi, que había perdido una oveja, mandó a todos sus hombres a buscarla y le pidió al sirviente de Yang Zi que se uniera a ellos.
- ¡Qué! – exclamó Yang Zi –. ¿Necesita Ud. a todos estos hombres para encontrar una oveja?
- Son muchos los senderos que puede haber seguido – explicó el vecino. Cuando regresaron, Yang Zi preguntó al vecino:
- Bueno, ¿encontraron la oveja?
Este contestó que no. Entonces Yang Zi preguntó por qué habían fracasado.
- Hay demasiados senderos ? respondió el vecino –. Un sendero conduce a otro, y no supimos cuál tomar; así es que regresamos.
Yang Zi se quedó hondamente pensativo. Permaneció silencioso largo tiempo y no sonrió en todo el día.
Sus discípulos estaban sorprendidos.
- Una oveja es una nadería – dijeron –, y ésta no era ni siquiera suya. ¿Por qué tiene Ud. que dejar de hablar y sonreír?
Yang Zi no respondió, y sus discípulos se llenaron de perplejidad. Uno de ellos, Mengsun Yang, fue a contarle a Xindu Zi lo que ocurría.
- Cuando hay demasiados senderos – dijo Xindu Zi –, un hombre no puede encontrar su oveja. Cuando un estudiante se dedica a demasiadas cosas, malgasta su tiempo y pierde su ruta. Usted es discípulo de Yang Zi y aprende de él; sin embargo, parece que no ha llegado a comprenderle nada. ¡Qué lástima!
Lie Zi
EL OBSEQUIO DE LAS PALOMAS
Era costumbre en Handan cazar palomas para regalarlas al príncipe el día de Año Nuevo. Esto agradaba tanto al soberano que repartía valiosas recompensas. Alguien le preguntó la razón de esta costumbre.
- El día de Año Nuevo dejo las palomas en libertad para demostrar mi bondad – contestó el príncipe.
- Como sus súbditos saben que Ud. necesita palomas para libertarlas, todos se dedican a cazarlas – comentó el otro –. Y el resultado es que al cazarlas, mueren muchas. Si Ud. realmente quiere salvarlas, es mejor que prohíba su caza. Tal como están las cosas, Ud. las caza para libertarlas y su bondad no puede reparar el daño que ocasiona.
El príncipe asintió.
Lie Zi
EL PLÁTANO TALADO
Un hombre tenía un plátano seco.
- El conservar un plátano seco trae mala suerte – dijo su vecino.
Pero cuando el dueño del árbol lo hubo talado, el vecino le pidió un poco de leña para el fuego.
- El viejo sólo quería leña – pensó el hombre enfadado –. Por eso me dijo que derribara mi árbol. Somos vecinos, e incluso así me engaña de esta manera. ¡Esto ya es demasiado!
Lie Zi
EL TÍTULO DE PROPIEDAD PERDIDO EN EL CAMINO
Un hombre del Reino de Song paseaba por un camino cuando encontró un título de propiedad, abandonado. Se lo llevó a su casa y lo escondió; y secretamente calculaba con frecuencia las partidas.
- Voy a ser rico – le dijo a un vecino.
Lie Zi
EL HOMBRE QUE NO VIO A NADIE
Había una vez un hombre en el Reino de Qi que tenía sed de oro. Una mañana se vistió con elegancia y se fue a la plaza. Apenas llegó al puesto del comerciante en oro, se apoderó de una pieza y se escabulló.
El oficial que lo aprehendió le preguntó:
- ¿Por qué robo el oro en presencia de tanta gente?
- Cuando tomé el oro – contestó –, no vi a nadie. No vi más que el oro.
Lie Zi
EL COCHERO VANIDOSO
Un día Yan Zi, Primer Ministro del Reino de Qi, salió en su carroza. La mujer de su cochero, desde el portal observó cómo su marido, engreído y presumido, conducía los cuatro caballos desde el pescante.
Cuando el cochero regresó a casa la mujer le dijo que quería abandonarle.
El marido preguntó el porqué.
- Yan Zi es Primer Ministro de Qi – repuso ella –. Es famoso a través de todos los Reinos. Pero hoy lo vi sumido en sus pensamientos y sin darse aires. Tú eres un simple cochero; sin embargo te das gran importancia y estás muy satisfecho de ti mismo. Por eso te quiero dejar.
Desde entonces, el marido se comportó con modestia. Cuando Yan Zi, sorprendido, inquirió el motivo de este cambio, el cochero le dijo la verdad. Entonces Yan Zi lo recomendó para un puesto oficial.
Yan Zi[2]
EL SEÑOR YE AMABA LOS DRAGONES
Al señor Ye le gustaban tanto los dragones que los tenía pintados o tallados por toda la casa. Cuando se enteró el verdadero dragón de los cielos, voló a la tierra y metió su cabeza por la puerta de la casa del señor Ye y su cola por una de las ventanas. Cuando el señor Ye lo vio, huyó asustado, casi se volvió loco.
Esto demuestra que el señor Ye, en realidad, no amaba tanto a los dragones. Sólo le gustaba aquello que se le parecía, pero en ningún caso el auténtico dragón.
Shen Zi[3]
DIEZ MIL ONZAS DE ORO
En el Reino de Qi vivía un tal Dongguo Chang quien tenía la costumbre de expresar en alta voz sus deseos. Una vez dijo que le gustaría poseer diez mil onzas de oro. Uno de sus discípulos le preguntó si podría ayudarlo en caso de que sus deseos se realizaran.
- No – le contestó – necesitaré ese dinero para comprarme un cargo oficial.
Sus discípulos se indignaron. Todos lo abandonaron pasándose al Reino de Song.
Por haberse apegado demasiado a lo que aún no poseía, perdió lo que tenía.
Shang Zi[4]
EL PARO Y EL GIGANTESCO ROCHO
Había una vez un pájaro llamado rocho, de cuerpo tan enorme como la montaña Taishan y alas como nubes que cubrían los cielos. Cuando se remontaba por los aires, se levantaba un ventarrón; y, en cada vuelo abarcaba 90.000 li deslizándose sobre el vapor brumoso, bajo el cielo azulado. Una vez iba volando hacia el Mar del Sur.
- ¿Hacia dónde irá? – se preguntaba un paro riéndose –. Yo salto unos cuantos ren y luego bajo a divertirme entre los arbustos. Esto es más que suficiente para mí. ¿A dónde más querrá ir?
Aquí se puede ver la diferencia de punto de vista entre el grande y el pequeño.
Zhuang Zi[5]
UNGÜENTO PARA MANOS AGRIETADAS
En el Reino de Song había una familia que elaboraba un ungüento para las grietas en las manos; por eso, de generación en generación, se dedicaban al lavado de ropa. Un hombre oyó hablar de la cosa y ofreció 100 monedas de oro por la receta.
- Hemos estado, por generaciones, en este negocio de la lavandería – argumentaba la familia, mientras discutía la oferta –. Pero jamás ganamos más que unas cuantas monedas de oro. Sin vacilar debemos venderla.
Por entonces, el Reino de Yue invadía el Reino de Wu; y el hombre que habían comprado la receta, se la regaló al príncipe de Wu, quien al punto lo nombró general. Ese invierno, sus tropas entraron en un combate naval con las de Yue, derrotando totalmente al enemigo. Y el príncipe recompensó al general con un feudo.
Así, el mismo ungüento para las manos agrietadas pudo ganar un feudo, o simplemente aliviar a los lavanderos.
Todo depende del uso que se dé a las cosas.
Zhuang Zi
EL PÁJARO VÍCTIMA DE LA BONDAD
Una gaviota descendió en un suburbio de la capital de Lu. El marqués de Lu le dio la bienvenida y la festejó en el templo, disponiendo para ella la mejor música y los más importantes sacrificios. Pero el ave estaba aturdida y parecía bien triste, no atreviéndose a tragar un bocado de carne o una sola copa de vino. Al cabo de tres días, murió.
El marqués de Lu agasajó a la gaviota como a él le gustaba ser agasajado y no como a ella le habría gustado.
Zhuang Zi
EL ARTE DE MATAR DRAGONES
Zhu Pingman fue a Zhili Yi para aprender a matar dragones. Estudió tres años y gastó casi toda su fortuna hasta conocer a fondo la materia.
Pero había tan pocos dragones que Zhu no encontró dónde practicar su arte.
Zhuang Zi
EQUIVOCADA
Como Xi Shi, la famosa belleza, sufría del corazón, a menudo fruncía el entrecejo a la vista de los vecinos.
En el mismo pueblo, una niña fea la vio, y creyendo que aquel gesto era encantador, cruzaba sus manos sobre el pecho y fruncía el entrecejo ante todo el mundo. Pero, al verla, el rico atrancaba sus puertas y no volvía a salir; el pobre huía llevándose a su mujer y a sus hijos.
¡Pobrecilla! Podía admirar el ceño de Xi Shi, pero no sabía por qué era hermosa.
Zhuang Zi
LA RANA EN EL POZO
En un pozo poco profundo vivía una rana.
- ¡Mira qué bien estoy aquí! – le decía a una gran tortuga del Mar del Este –. Cuando salgo puedo saltar alrededor, sobre el brocal, y cuando regreso puedo descansar en las hendiduras de los ladrillos. Puedo chapalear, sacando sólo la cabeza fuera del agua, hasta llenar mi corazón de gozo; o andar sobre el lado suave con los pies sumergidos hasta los tobillos. Ni los cangrejos, ni los renacuajos pueden compararse conmigo. Soy amo del agua y señor de este pozo. ¿Qué más puede ambicionar un ser? ¿Por qué no vienes aquí, más a menudo, a pasar un rato?
Antes que la tortuga del Mar del Este pudiera meter su pie izquierdo en el pozo, sin saber cómo, ya su pie derecho se había enganchado con algo. Se detuvo y retrocedió; entonces comenzó a describir a la rana el océano.
- Tiene más de mil li de ancho y más de mil ren de profundidad. En otros tiempos había inundaciones nueve años de cada diez; sin embargo, el agua del océano no aumentaba. Después hubo sequía siete años de cada ocho, sin embargo, el agua del océano no disminuía. Se ha mantenido igual a través de los años. Por eso me gusta vivir en el Mar del Este.
La rana, en el pozo insignificante, se quedó atolondrada y sintió algo de vergüenza.
Zhuang Zi
LA CARPA EN EL CARRIL SECO
Zhuang Zhou no tenía dinero. Un día fue a ver al Marqués Guardador del Río para pedirle prestado un poco de grano.
- Está muy bien – dijo el marqués –. Pronto habré recogido los impuestos de mi feudo; entonces le prestaré trescientas monedas de oro. ¿Qué le parece?
Zhuang Zhou, muy indignado, le contó esta historia: Cuando ayer venía hacia acá oí una voz que me llamaba; mirando en torno vi una carpa tendida en un carril seco del camino.
- ¿Qué le pasa, carpa? – le pregunté.
- Soy oriunda del Mar del Este – contestó –. ¿No tiene Ud. un cubo de agua para salvar mi vida?
- Muy bien – le dije –. Muy pronto visitaré a los príncipes Wu y Yue, en el Sur, y le haré llegar el agua del Río del Oeste. ¿Qué le parece?
La carpa se indignó muchísimo.
- Estoy fuera de mi elemento habitual – dijo –, y no tengo donde residir. Un cubo de agua me salvaría, pero Ud. no me da sino promesas inútiles. Pronto tendrá que buscarme en la pescadería.
Zhuang Zi
DE CÓMO DOS PASTORCILLOS PERDIERON SUS OVEJAS
Dos pastorcillos, Zang y Gu, salieron juntos con sus rebaños y perdieron sus ovejas. Cuando el patrón preguntó a Zang qué había estado haciendo, contestó que leyendo. Cuando interrogó a Gu, dijo que jugando a las damas.
Estuvieron haciendo cosas diferentes; sin embargo, ambos, por igual, perdieron sus ovejas.
Zhuang Zi
TRES O CUATRO CASTAÑAS
Un amaestrador de monos, en el Reino de Song, era muy aficionado a estos animales y mantenía un gran número de ellos. Era capaz de entenderles, y los monos a él. Por supuesto, tenía que apartar una porción de la comida de su familia para dársela a ellos. Pero llegó un día en que no sobraba comida en casa y él quiso disminuir la ración de los monos. Temía, sin embargo, que no estuviesen de acuerdo con esto, y decidió engañarlos.
- Les daré tres castañas cada mañana y cuatro cada tarde – les dijo –. ¿Será suficiente?
Todos los monos se alzaron en señal de protesta.
- Bueno, ¿qué les parece entonces: cuatro en la mañana y tres en la tarde?
Los monos, esta vez, volvieron a ponerse en cuclillas, bastante satisfechos.
Zhuang Zi
EL PRÍNCIPE Y SU ARCO
El príncipe Xuan era aficionado a disparar flechas y le agradaba que le dijeran que era un arquero fuerte. Pero la verdad era que no podía tender un arco que pesara más de treinta libras. Cuando mostraba su arco a sus acompañantes, éstos simulaban tratar de arquearlo, pero lo hacían sólo hasta la mitad de su extensión.
- ¡Debe pesar por lo menos noventa libras! – exclamaban todos –. Nadie, salvo Su Alteza, puede manejar un arco así.
Y esto llenaba al príncipe de satisfacción.
Aunque tendía un arco de sólo 30 libras, hasta el fin de su vida creyó que éste pesaba 90. Eran 30 de hecho y 90 de nombre. Por mantener fama inmerecida, el príncipe dejó la verdad por el camino.
Yin Wen Zi[6]
PARA APRENDER A JUGAR A LAS DAMAS
El juego de damas es un arte menor, pero aun siendo así, hay que concentrar toda la atención al aprenderlo. Qiu, el mejor jugador de damas del país, tenía dos discípulos. Uno de ellos seguía con plena atención lo que Qiu decía, mientras el otro, aunque también escuchaba al maestro, no hacía más que pensar en los cisnes del cielo y ansiaba tomar su arco y su flecha para cazarlos. Por eso no aprendió tanto como el otro. No porque fuese menos inteligente.
Mencio[7]
EL LADRÓN DE POLLOS
Había una vez un hombre que robaba cada día un pollo a sus vecinos.
- Es malo robar – le advirtió alguien.
- Voy a enmendarme – prometió el ladrón de pollos –. Robaré un pollo al mes, desde ahora; y ninguno desde el próximo año.
Si él sabía que estaba cometiendo una mala acción debió haberse corregido de inmediato, ¿por qué esperar otro año?
Mencio
LA DIFERENCIA ENTRE CINCUENTA BU* Y CIEN
- He hecho cuanto he podido por el Estado – dijo el príncipe Hui de Liang a Mencio –. Cuando se pierde la cosecha en el Oeste del río, traslado la gente al Este o traigo grano del Este para socorrerla. Si la cosecha es pobre en el Este, hago lo mismo. Observo a los gobernantes de otros reinos y ninguno hace tanto como yo por su gente; sin embargo, su población no ha decrecido, y la mía no ha aumentado. ¿Puede Ud. decirme por qué?
- Ya que a Su Majestad le gusta combatir – contestó Mencio –, permítame tomar de ahí un ejemplo. Una vez que suenan los tambores, las tropas entran en combate. Aquellos que son derrotados abandonan sus corazas y huyen arrastrando sus armas. Suponga que un hombre corre cien bu y otro cincuenta, ¿tiene derecho el que ha corrido cincuenta a reírse del que ha corrido cien?
- Claro que no – replicó el príncipe –. No se habrá alejado cien bu, pero volvió las espaldas lo mismo.
- Si Su Majestad comprende esto – respondió Mencio –, no debiera esperar a que la población de su Reino sea más numerosa que la de ningún otro país vecino.
Mencio
TIRAR DE LOS BROTES PARA AYUDARLES A CRECER
A un hombre del Reino de Song le pareció que los vástagos en sus campos no crecían bastante aprisa. En vista de ello, dio a todos y a cada uno, un estirón; y se fue a casa casi exhausto.
- Hoy estoy muy cansado – dijo a su familia –. He estado ayudando a los brotes a crecer.
Su hijo salió corriendo al campo y encontró todas sus plantas muertas.
Casi todos querrían ayudar a los vástagos en su crecimiento; pero algunos consideran todo esfuerzo inútil y no lo intentan, ni siquiera desbrozando el campo; otros tratan de ayudarles dándoles un estirón. Esto último, por supuesto, es peor que inútil.
Mencio
EL HOMBRE QUE TEMÍA A LOS FANTASMAS
Al sur de Xiashou vivía un hombre llamado Juan Shuliang. Era tonto y extremadamente miedoso. Una vez que iba caminando por un camino con un hermoso claro de luna, vio al agachar la cabeza a su sombra ante él. Se imaginó que un espíritu maligno estaba tendido a sus pies. Al levantar los ojos, su mirada tropezó con dos mechones de su pelo y creyó que un demonio se encontraba a sus espaldas. Asustado, se dio vuelta y el resto del recorrido lo hizo retrocediendo. Al llegar a su casa cayó al suelo y entregó el alma.
Xun Zi[8]
LA CURA
Ju era un célebre médico del Reino de Qin. Había operado de un tumor al rey Xuan, y cuidado las hemorroides del rey Hui. A ambos los había mejorado. Un tal señor Zhang, que padecía de un tumor en la espalda, rogó a Ju que lo curara.
- ¡Ahora esta espalda ya no me pertenece, cuídela como a usted le dé la gana, doctor! – dijo al facultativo. Ju lo trató y lo sanó.
Es indudable que Ju era excelente en el arte de curar, pero la plena confianza que Zhang le manifestara fue también un factor importante en esta mejoría.
Shi Zi[9]
EL HOMBRE AL FONDO DEL POZO
Hubo en otro tiempo en el Reino de Song, un tal señor Ding que no tenía pozo. Cada día, un hombre de la servidumbre dedicaba todo su tiempo para asegurarle el servicio del agua, pues debía ir a buscarla muy lejos. Para simplificar el trabajo, Ding hizo cavar un pozo en el patio.
- Al hacer cavar ese pozo en mi patio, me he ganado un hombre – le dijo a un amigo.
Este amigo se lo contó a otro, y, pasando de boca en boca, la observación se convirtió en esto:
«El Señor Ding, al cavar un pozo en su patio, encontró a un hombre.»
Estas palabras se divulgaron a través de toda la región y llegaron a oídos del rey, quien hizo llamar a Ding para saber de qué manera había encontrado a un hombre en el fondo de su pozo.
Ding le explicó:
- Ese pozo cavado en mi patio, me evitó el tener que acarrear el agua desde tan lejos y por lo tanto me proporcionó dos brazos más para los trabajos de casa, ¡eso es todo!
Zi Hua Zi[10]